Análisis de coyuntura
La vía secesionista
El último proceso cruceño iniciado hace unos 20 años con la demanda de autonomía sigue avanzando en su búsqueda de mayor autogobierno con una coyuntura propicia para las aventuras por el desasosiego mundial. Desactivarlo no será sencillo.
Ningún Estado contempla su desmembración, pero se desmiembran. No todos lo hacen por la vía pacífica y ejemplar por la que transitaron la República Checa y la de Eslovaquia para separarse como matrimonio maduro, ni tampoco de forma tan traumática como la utilizada por las Repúblicas de Lugansk y Donestk para separarse de Ucrania en plena ofensiva bélica rusa.
La mayoría de las tensiones independentistas no acaban en cruentas guerras de secesión, como la de los Balcanes, aunque muchas sí atravesaron episodios de violencia terrorista como la de ETA en España, el IRA en Irlanda o el Frente de Liberación Nacional de Córcega en Francia que, por lo general, acompañan o tutelan procesos políticos que buscan la “autodeterminación de los pueblos”, derecho recogido en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos, aunque no en la Declaración Universal de los Derechos Humano de Naciones Unidas, que a su vez lo ha reconocido en infinidad de documentos refrendados en Asamblea General.
Sudamérica, como continente políticamente joven, no hay grandes movimientos separatistas. El último – y prácticamente único – fue la separación del departamento de Panamá de Colombia en 1903 en un movimiento “inspirado” desde el país del norte.
Sí se reconocen algunos movimientos independentistas vinculados a movimientos indígenas, como el del pueblo mapuche en Chile, que ha sido instrumentalizado por otros muchos intereses. También hay quienes contemplan vías separatistas más o menos camufladas en demandas autonomistas o federalistas por cuestiones económicas. Es el caso de la oligarquía de Guayaquil en Ecuador, de la zona petrolera de Zulia en Venezuela o de los Estados del sur de Brasil de Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul.
Santa Cruz, reivindicación histórica
De entre todos ellos, el de Santa Cruz de la Sierra es uno de los más estudiados y reconocidos no solo porque tiene los elementos de reivindicación económica, sino también por las tensiones raciales en un país tan diverso como Bolivia, y por su propia tradición histórica de autogestión producto del abandono.
Los caminos hacia Santa Cruz, por cierto, fueron abiertos desde Salta y Tarija por las misiones jesuíticas que se adentraron en el Chaco. Ya en el periodo de la guerra de la independencia quedó claro que iba a ser un territorio complejo, pues el cabildo se subordinaba repetidamente sobre las instrucciones de los mandos superiores respecto a su gobernabilidad.
El hito elemental del proceso es precisamente la Junta Superior del Estado Federativo Oriental que lideró Andrés Ibáñez entre 1876 y 1877 que suponía la constitución de una República federal, que aunque reconocía al gobierno de Daza – que antes había traicionado al propio Ibáñez -, se dio facultades para gobernar con un marcado carácter socialista – igualitario. Huelga decir que la rebelión fue aplastada por el gobierno central y el propio Ibáñez pasado por las armas convirtiéndose así en un mártir de la causa cruceña – aunque poco a poco se le ha ido despojando de su legado político a favor de los más pobres -.
Desde entonces las relaciones con el Estado se han ido gestionando en función de los intereses para garantizar la convivencia siendo Víctor Paz con las decisiones de abrir la carretera en el eje troncal y otros movimientos estratégicos, además de los acuerdos sobre el reparto de regalías, los que más contribuyeron a esa faceta que, por otro lado, nunca apagó la demanda de mayor autogobierno.
La demanda de la descentralización de los años 90 del siglo XX escaló rápidamente al pedido de autonomía en 2006, en parte como reacción al auge de los movimientos indigenistas radicales del altiplano que reclamaban la hegemonía del discurso y de la nación.
Santa Cruz y Tarija junto a Beni y Pando patrocinaron el concepto de la Media Luna y desde ahí establecieron un pulso con el gobierno nacional que acabó incorporando el régimen autonómico a la Constitución Política del Estado, aunque su aplicación quedó pronto frustrada por el poder legislativo que acumuló el Movimiento Al Socialismo, con los dos tercios durante diez años, que le permitieron aprobar leyes como la Ley Marco de Autonomías o evitar llegar a un Pacto Fiscal efectivo.
Cambio sin esperar a nadie
Desde antes de las elecciones de 2019 el modelo autonómico se da por agotado en Santa Cruz, aunque paradójicamente, otras regiones como Potosí, Oruro o La Paz ni siquiera han sido capaces de dotarse de un Estatuto Autonómico de referencia luego de que se rechazaran los propuestos en referéndum. Una situación que estaba presente en el cabildo del domingo cuando se determinó tomar decisiones para sí mismo y no para todos.
En esa misma elección de 2019 e independientemente de lo que sucedió después, se certifica la defunción del partido Demócrata, construido alrededor del gobernador Rubén Costas (2006-2021) y que de alguna forma fue la referencia de ese modelo autonómico con sus pros y sus contras. Ni siquiera disputaron la continuidad en la Gobernación con otro candidato.
El espacio lo ocupó Luis Fernando Camacho tras emerger desde el comité cívico para protagonizar la caída de Evo Morales en 2019, hecho que ha capitalizado más personalmente que políticamente. Más allá de las formas que caracterizaron a Demócratas – un partido cruceño serio y técnico – diferentes respecto a lo que trata de representar Camacho con Creemos – un movimiento más popular y emocional – hay pocas diferencias ideológicas de fondo por no decir ninguna.
Camacho y los suyos acertaron en la estrategia al propiciar la candidatura nacional de Luis Fernando Camacho que solo sirvió para consolidar una bancada cruceña numerosa que, aunque no tan decisiva por el vuelco electoral de Luis Arce y el hundimiento de Mesa, si puede propiciar mayorías, especialmente ahora que la bancada del MAS se ha dividido.
Varios analistas creen que Camacho, a través del Comité Cívico, ha incluido la amenaza secesionista – matizada después en forma de reivindicación federal – como objetivo en sí mismo y que la demanda del Censo es meramente instrumental, aunque igualmente tiene alto valor político y hace al objetivo al realzar la posición cruceña de debilidad frente al centralismo: nos niegan, nos agreden, etc., como ideas fuerza de un argumentario mayor.
El espejo catalán
Con la amenaza de la separación ya formulada tras invocar el derecho a la autodeterminación de los pueblos, y entendiendo que esta fase es parte del mismo proceso iniciado con las luchas autonómicas, se puede estimar que el proceso está a mitad de camino: el de exigir más competencias para el autogobierno considerando Santa Cruz una excepcionalidad dentro de Bolivia.
En términos generales, el proceso parece estar inspirado en el desarrollado por Cataluña en España, que en 2017 llegó a formular una Declaración Unilateral de Independencia suspendida por su presidente en el mismo discurso en el que la proclamó, pero que técnicamente se encuentra formulada.
El proceso catalán partió también incluyendo el régimen autonómico en la Constitución, que como en el caso boliviano contemplaba una doble velocidad para llegar al mismo sitio, algo que el Estado español ha modificado después y no todas las autonomías pueden llegar al mismo sitio.
Cataluña, como Santa Cruz, es motor económico y demográfico y ha desarrollado su propia identidad cultural diferenciándose de lo español. Su tejido social es de pequeño burgués. Aunque Cataluña ha disfrutado de las grandes inversiones del Estado mientras que Santa Cruz no, pero sí cuenta con grandes yacimientos de hidrocarburos.
Cataluña invoca el “España nos roba”, que encajaría en la explicación tributaria de Santa Cruz respecto a Bolivia, pero la gran diferencia es que Cataluña, desde hace 40 años, siempre ha tenido una bancada propia de nacionalistas catalanes en el Congreso de la nación para defender sus intereses y conformar mayorías en función de los mismos porque así lo permite el régimen electoral parlamentario, mientras que Santa Cruz lo ha logrado recién al colocar a un candidato presidencial que pudiera armar una bancada.
Las armas de negociación
La bancada de Creemos en la Asamblea Plurinacional, especialmente después de la ruptura entre evistas y “renovadores” en el MAS, resulta clave para conformar mayorías para asuntos estratégicos de fondo, como el cambio constitucional, en cualquier caso, sus principales armas de presión se encuentran en el ámbito de lo social y popular.
La oligarquía cruceña vinculada a la soya y a los transgénicos ha desarrollado vínculos con capitales extranjeros de poderosos intereses en la región que trascienden las fronteras nacionales. Brasil, Paraguay y Argentina coinciden con Santa Cruz en este sentido y las sinergias mueven voluntades.
Por otro lado, la amenaza separatista de la región más productiva del país y la más poblada, que pronto se verá reflejada en sus escaños, tiene efecto inmediato en su economía. Bolivia sigue siendo el país de la región con la inflación más baja y la que mantiene un crecimiento más alto. Esto tiene mérito en esta coyuntura de crisis mundial post pandémica y en medio de una guerra que ha desatado la inflación en productos energéticos y alimentarios, pero se sostiene básicamente a por la inyección de recursos del TGN en la economía a través del subsidio a los carburantes y de la compra y comercialización de productos de primera necesidad a precios más bajos. Cuando los ingresos caigan, el gobierno, si quiere evitar un levantamiento social, deberá recurrir a financiación externa que resultará más cara por la subida de tipos pero también cuando las agencias de calificación de riesgos evalúen el país, y efectivamente, identifiquen la tensión secesionista, bajará la nota y subirá el precio del crédito. Las posibilidades de perjudicar económicamente a la nación solo sosteniendo el clima de inestabilidad y desafío son grandes. Ni los expertos son capaces de dimensionar lo que supondría para el sistema una coordinación sistemática de desobediencia fiscal, por ejemplo.
Bolivia puede estar ante el desafío más importante de su historia reciente, satisfacer las necesidades de mayor autogobierno son la clave para aplacar las pulsiones separatistas, pero hay que acompañarlas desde la voluntad de estar juntos.