Los dos fantasmas de Arce
Las denuncias de corrupción y la credibilidad económica se han convertido en una bomba de tiempo de difícil desactivación



El presidente Luis Arce ganó arrolladoramente las elecciones de octubre de 2020. Bien por méritos propios, bien por deméritos de una oposición que se empeñó en dividirse todavía más y protagonizar una campaña esperpéntica, el MAS logró un 55 por ciento de los apoyos que lo hizo incontenible.
En realidad, la votación de Arce no se debía tanto a su programa ni a su figura como a su recuerdo. Arce había sido el piloto de la economía en el momento de mayor expansión del país que ni los críticos pueden negar. Aún con un programa menos nacionalista del que se planteó en la campaña de 2005 y con muchas medidas a medias, Bolivia dio un salto sustancial y así se le reconoció en las ánforas.
La estabilidad económica ya se había utilizado como arma de campaña en 2014, en el referéndum de 2016 y también en 2019, sin embargo, nunca funcionó tan bien como en 2020 por motivos evidentes: la pandemia había tumbado la economía mundial y la recesión era inminente. A esto se le añadió el manejo deficiente de la entonces presidenta transitoria Jeanine Áñez. El MAS logró posicionar que el fiasco económico no se debía exclusivamente a la pandemia, sino a la forma de gestionar del gobierno de “la derecha”, lo cual hundió cualquier expectativa electoral de ese flanco.
El otro valor era el de las manos limpias contra la corrupción. Más allá de escándalos puntuales, el MAS ha logrado sortear y salir indemne de los embates políticos y corruptelas varias que han salpicado la gestión. La oposición no ha logrado hilar un relato que de conexión a todos esos escándalos producidos en 14 años y por tanto, no le ha penalizado electoralmente. También es cierto que los más graves, entre ellos el del Fondo Indígena que tocó de cerca a Luis Arce al ser responsable del Directorio, u otros como los de la compra de perforadoras en YPFB, fueron denunciados desde el entramado del gobierno, bien a través de la Contraloría u órganos análogos.
El inicio de su gobierno fue titubeante. Arce rápidamente quiso dar por vencida la crisis generada por la pandemia y atribuida a la forma de gestionar de Jeanine Áñez, lo que le ha restado excusas para el resto del tiempo. El cálculo de una expansión acelerada a nivel mundial que podía acabar beneficiando al país a pesar de la inflación se convirtió en pesadilla cuando Rusia invadió Ucrania y Europa y Estados Unidos empezaron a asumir sanciones que perjudicaron al global. Las instituciones financieras, como es costumbre, tiraron del manual, subieron los tipos de interés y los dólares, poco a poco, fueron desapareciendo del mercado.
Esta desaparición de los dólares está dando cuerda a muchos de los que desde hace años vienen predicando sobre una crisis económica nacional por culpa del modelo del MAS. El hecho concreto de la falta de dólares ha dado una “prueba” y la repetición sistemática ya está haciendo que los ahorristas empiecen a cambiar sus dineros retirándolos del sistema bancario incluso. Lo dice el INE y la ASFI. Es una crisis de credibilidad de manual que amenaza con estallar y que le afecta no solo políticamente al gobierno sino personalmente a Arce.
En paralelo a esto, el propio Evo Morales y sus principales lugartenientes están reiterando denuncias de corrupción en el gobierno de Luis Arce, sin mostrar más pruebas que la palabra, pero que de nuevo, por la insistencia y, en este caso, la relevancia de los denunciantes, la idea se viene instalando en el colectivo.
La batalla está a mitad y el gobierno busca soluciones a corto plazo para paliar la urgencia del fantasma económico mientras trata de silenciar el fantasma de la corrupción. Ambos garantizan el fiasco, uno en forma de estallido social, otro en forma de rechazo electoral. Juntos ya son una bomba de tiempo.