El último baile de Evo
La solución a la crisis interna del Movimiento Al Socialismo (MAS) la tiene Evo Morales en la mano, sin embargo, evita a toda costa conceder su último baile. En esa estrategia de negación, tanto los militantes como los analistas y operadores empiezan a estar confundidos. ¿Qué quiere realmente Evo Morales en 2025?
Morales sigue siendo el dueño y señor del aparato, si bien en los últimos meses los roles se han difuminado. Mientras Gerardo García hacía de mamporrero oficial saliendo al corte de cualquier polémica interna y señalando a los buenos y a los malos, Evo extendía la mano para conciliar con dirigentes de todo el país, pero últimamente ambos han asumido un rol agresivo hacia cualquier divergencia.
El problema del MAS es que nunca fue un partido, sino un instrumento tremendamente federal con un reparto de poderes y números muy discrecional, pero que no es garantía de nada precisamente por las dinámicas sindicales de cambios y ciclos. Todo es muy democrático hasta que aparece un caudillo.
La forma del IPSP le convino al gobierno de Evo Morales en tanto que no participó del debate ideológico ni estratégico, que se convirtió en asunto exclusivo del gabinete, y en particular del círculo más cercano a Morales con Juan Ramón Quintana y Álvaro García Linera a la cabeza. El papel del MAS quedó reducido a ser una máquina electoral muy poderosa, y los buenos servicios de las diferentes organizaciones se compensaron con recursos y pegas. Sobre todo pegas, lo que se convirtió en un tremendo ejercicio de equilibrio para que todos estuvieran contentos en el partido con el gobierno. Esto fue clave en 2019, cuando la sospecha de la derrota atravesó varias organizaciones.
¿Por qué Evo no convoca ese Congreso?
Hoy por hoy Morales controla el partido, pero evidentemente, ya no el gobierno. Luis Arce efectivamente era su elección personal, pero los modos avasalladores de Evo – comentan en el círculo cercano - no tardaron en abrir brecha. Los choques con miembros particulares del gobierno como el ministro de Justicia, Iván Lima, y el de Gobierno, Eduardo del Castillo del Carpio, han ido en varias ocasiones demasiado lejos, aunque varios periodistas de los que siguen más de cerca el asunto señalan septiembre de 2022, cuando Morales habló de algunos asuntos turbios relacionados al hijo de Luis Arce, cuando se rompió definitivamente la relación.
El choque se está visualizando como una ambición de candidatear en 2025 tanto por parte de Evo Morales como por parte de Luis Arce, aunque al primero no hay encuesta que le sostenga una victoria en primera vuelta y el segundo nunca mostró la ambición de pretenderlo, hsta ahora.
Sea así o no, el control del partido es elemental, y quien tiene el poder en la mano para acabar con esta discusión es Evo Morales, quien, sin embargo, no parece dispuesto a accionar.
El tiempo le juega en contra. Morales parece cada vez más el presidente del MAS Cochabamba, donde por ejemplo se definió el pasado fin de semana expulsar a seis diputados y proponer que Morales sea el presidente vitalicio del instrumento, una solución que ha sido puesta en duda incluso por el ahijado de Evo, Andrónico Rodríguez. Ninguna departamental se ha sumado sin fisuras a esta propuesta.
En Santa Cruz el partido está roto entre los partidarios de Carlos Romero – que ha vuelto a cobijarse en Evo pese a sus turbios pasos de 2019 - y los aliados de Rolando Cuéllar, expulsado ya por pedir un Congreso abierto hace más de un año. Otras figuras como Adriana Salvatierra o Gabriela Montaño juegan con ambigüedades.
En Tarija un grupo de autoconvocados liderados por Pilar Lizárraga, afín a Evo, volteo a Carlos Acosta, aliado de Álvaro Ruíz y por ende, de Luis Arce. La nacional no se ha pronunciado y se espera un Congreso, que tampoco se ha hecho.
En Beni hay pelea entre los masistas de nuevo cuño exemenerristas y los que ven a Camacho como una opción; en Potosí siempre la hubo.
En La Paz los ponchos rojos son más de Evo, pero también de Choquehuanca, mientras que la intelectualidad funcionaria se pone más o menos de perfil en función de si Evo está más o menos acertado.
Entre las matrices del Pacto de Unidad va ganando Luis Arce y en la COB, extrañamente, se mantiene Guarachi, que en 2019 sugirió ni más ni menos que la renuncia del presidente.
Evo cometió un error: no invitó a Luis Arce a los actos del 18 de diciembre cuando se celebraba el día de la revolución en el que se recuerda la primera victoria electoral de 2005. No fue nadie del gobierno ni movilizó funcionarios. El acto quedó como un compendio de fotografías de planos cortos, sin dron.
Arce cerró la crisis política tras la detención del gobernador cruceño Luis Fernando Camacho con la famosa foto de las escaleras en la Casa Grande del Pueblo, abarrotada de líderes de movimientos sociales. Hasta la bandera. Todos ellos cerraron filas con Arce, que acababa de salir victorioso – al menos de momento – del pulso y dejado sin argumento a Morales, que hablaba de un pacto de “impunidad por gobernabilidad”. Todos comprometieron presencia en las movilizaciones de este domingo 22 de enero.
Morales, sin embargo, se va a Buenos Aires y ha habido algunas pataletas sobre si hubo o no hubo invitación. La soledad es la nueva característica.
¿Estrategia Cristina?
La crisis económica acecha en el contexto internacional y el desgaste al que se está sometiendo el gobierno, más desde supuestas filas amigas, va definiendo horizontes aun a falta de alternativas electorales reales.
En el entorno sudamericano ha habido algunos partidos de liderazgos fuertes que también tuvieron que enfrentar la sucesión. En Ecuador, Lenín Moreno acabó volcado a la derecha; en Brasil, Dilma fue suspendida en el Congreso; en Venezuela Maduro se ha atrincherado.
En Argentina Cristina Fernández de Kirchner cedió el testigo a un candidato que perdió, Daniel Scioli, porque nunca tuvo opciones de ganar ni por su personalidad ni por la herencia. En 2015 ganó Mauricio Macri y la crisis económica fue de tal magnitud que el peronismo volvió al poder de inmediato con Cristina como Vicepresidenta.
Algunos analistas creen que por ahí puede ir la apuesta de Morales, aunque no es seguro que la tierra quemada vuelva a germinar pronto. De momento, el Congreso sigue en el aire.