Coyuntura política
¿A quién sirve Eduardo del Castillo?
Los últimos movimientos del ministro de Gobierno han puesto en riesgo al propio Luis Arce, resucitando una movilización con una teoría de choque que parece dirigida a “demostrar” a



Ya era el ministro más cuestionado del gobierno, pero su última intervención ha dejado atónitos incluso a sus más férreos defensores. Eduardo del Castillo del Carpio parece haberse convertido en un agente libre dentro de un gobierno débil, en un ministro autónomo con poder dentro del entramado institucional más complejo y susceptible del país: el de la Policía.
Los analistas no se ponen de acuerdo: ¿Es entonces un aliado o una amenaza para Luis Arce Catacora?
El hecho
El hecho concreto que ha desatado todas las alarmas sobre la deriva de Del Castillo fue retransmitido en directo por Bolivia TV el pasado martes de Todos los Santos. El Gobierno acababa de confirmar la constitución de una nueva mesa de diálogo con los cívicos cruceños después de días de negociación discreta. Se trataba del último intento a la desesperada por alcanzar un pacto sobre la fecha de ejecución del censo de Población y Vivienda en medio de un contexto de creciente violencia. Solo había una clave: asegurar que la fecha del censo no estaba cerrada en 2024 y que había alguna posibilidad de que en el diálogo, se aceptara el 2023. Trascendió la hora de la cita; 20:15.
Del Castillo convocó la conferencia para hablar también de la violencia media hora antes de la cita confirmada, pero no pudo evitar, o no quiso, referirse a la fecha del censo asegurando categóricamente y en varias ocasiones que el censo nunca se haría en 2023 y sí en 2024.
La reunión se hizo, pero no se firmó el preacuerdo, y aunque el gobierno decidió avanzar convocando la mesa técnica en Trinidad, en el aire quedó el malestar provocado por Del Castillo. El Ministerio de la Presidencia, a primera hora del miércoles emitió un comunicado para desautorizar al ministro de Gobierno en el tema y precisar que los únicos que pueden hablar de este asunto son el ministro de Planificación, Sergio Cusicanqui, amamantado desde bebe en la cosa pública por Luis Arce y Jorge Richter, su vocero presidencial elegido personalmente.
Así pues, Arce decidió intervenir indirectamente en el conflicto dejando fuera a todos los ministros con intereses políticos en Santa Cruz colocando a sus más estrechos colaboradores. Mientras unos y otros tratan de determinar otra incógnita clave. ¿Por qué Del Castillo querría dinamitar el diálogo?
La meteórica subida
Eduardo del Castillo del Carpio es cruceño, pero no tardó en desplazarse a estudiar a La Paz por una sencilla razón: le apasiona el poder. A sus 36 años lleva algo más de una década afiliado al Movimiento Al Socialismo (MAS), lo que es un sacrilegio par los más antiguos y que en cada Congreso exigen militancia previa a la toma del poder para optar a cargos públicos. A Del Castillo nunca le hizo falta. De hecho lleva toda su vida, salvo un breve periodo en la ONG "Alas Yvi Avarenda", trabajando para instituciones públicas.
Del Castillo trepó sobre todo por el Senado, de la mano de Adriana Salvatierra - que presidió el ente en 2019 hasta la caída de Evo –, y del oído del ex vicepresidente del Estado Álvaro García Linera. Su cargo de oficial Mayor fue uno de los que provocó agrias disputas con Eva Copa ya en la Presidencia de Áñez. Acabó fuera, pero después fue uno de los recomendados para integrarse en el gabinete de Luis Arce.
Al principio se le consideró una cuota del evismo en una cartera clave, la de Gobierno, la que debía saldar cuentas con los policías sublevados de 2019 que precipitaron la caída de Evo, pero no tardó en alejarse, especialmente de su antecesor en el Ministerio, Carlos Romero, también cruceño.
Del Castillo tiene un grupo fiel de colaboradores, especialmente dedicados a la comunicación, que tratan de forjarle una identidad propia. A ese entorno se atribuye la cuenta de twitter @SoyUnCocodrilo, que es precisamente un referente del discurso más duro al interior del MAS: Por su parte, en el Ministerio ha querido darse un perfil a mitad camino entre el porte mafioso de Arturo Murillo, pero con toques de sensibilidad y humanidad, visitando lugares populares y recibiendo a estrellas de las redes en su despacho. Sus performances más recordadas son las de aquella interpelación que acabó gritando golpistas desde la tribuna, los viajes en helicóptero y ese gusto por presentar “criminales” antes de su sentencia.
Ha habido un par de intervenciones que han marcado su trayectoria en el gobierno. Del Castillo fue el que llevó a cabo la detención de Jeanine Áñez en marzo de 2021, luego de que esta quedara muy lejos de ser gobernadora del Beni. Hasta entonces había recibido críticas por ineficiente, pero no está claro que la operación se llevara a cabo con la aquiescencia de Luis Arce. Poco después se convirtió en archienemigo del evismo. Fue en enero de este 2022 luego de que se airearan informes de la DEA sobre el negocio del narcotráfico en Bolivia que acabaron poniendo en fuga al exjefe de la FELCN, Maximiliano Dávila.
Del Castillo lo hizo detener en la frontera argentina, y aunque le ha beneficiado en tanto se le acusa de enriquecimiento ilícito y no de narcotráfico, los sectores cocaleros atacaron sin piedad. El propio Dávila aseguró que el fin de Del Castillo no era él, sino ir a por Evo.
En ese enero el gabinete en pleno estaba en revisión, y el bloque evista presionaba por recuperar el poder perdido producto de la “emancipación” de sus propias “pegas”, pero Arce tomó decisión, y partido: ratificó al gabinete en pleno.
El pulso directo entre Del Castillo y Evo Morales se tornó incómodo por momentos. Morales personalmente representó algunas denuncias que venían a sugerir una protección oficial a grupos de narcotráfico mientras el Ministro trataba de mirar a otro lado.
El cisma se consumó y Del Castillo quedó bajo la protección del presidente Luis Arce, que no solo desoyó las exigencias de cambios de sus supuestos aliados preferentes, sino que sostuvo reuniones con diputados expulsados del masismo compartiendo hasta selfies.
La resistencia
En el afán de censurar a Del Castillo, el evismo ha dado una vuelta a su propio argumento. Si iniciaron el paro cívico cuestionando al Gobierno por una supuesta tolerancia con los movilizados, ahora – dijo Carlos Romero, evista - consideran que se debe moderar la respuesta a Santa Cruz y no intentar sacar a Camacho, porque sería repetir el “golpismo” de 2019. Y es que la “estrategia” del cerco tiene el sello de Del Castillo y de Edgar Montaño, el ministro de Obras Públicas, también fascinado con la idea de que esta batalla con los cívicos es definitiva y que, por ende, se debe librar en la calle.
Tanto Del Castillo como Montaño parecen querer demostrar al evismo que sí había una manera de frenar la revuelta de 2019, que inició en Santa Cruz y acabó tumbando el gobierno de Morales cuando se trasladó a La Paz, sobre todo por la inacción de las bases masistas.
Con todo, el ministro Del Castillo acumula ya los suficientes errores como para ser cesado por el Presidente, sin embargo, no parece ser la voluntad de Arce y sobre eso hay también unas cuantas teorías.
La más famosa que trata de explicar por qué Arce mantiene a Del Castillo es la de que el ministro de Gobierno ha acumulado información sobre Arce – o sobre las desventuras de su hijo, como ya mencionó Evo – que mantienen a raya al Presidente a la hora de actuar.
La segunda es la de mantener algunos stopper que hacer saltar en caso de necesidad. Hasta ahora nada ha afectado demasiado al Presidente como para eliminar esa ficha, sobre todo porque es consciente que si cede ante la presión del círculo de Evo, vendrán más y mayores.
La tercera es la de la autonomía de Santa Cruz y la necesidad de un personaje como Del Castillo para enganchar con la población más joven del oriente.
De momento no está en los planes de Arce hacer un cambio de gabinete ni tampoco festejar fastuosamente su segundo año en el gobierno. Veremos si las negociaciones son capaces de llevar el Censo a buen puerto.
Nota de apoyo
Santa Cruz y el “camino” de la oposición
Verdad que el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) está bien escorado a la izquierda bolivariana y que de hecho tiene en su directorio a políticos bolivianos como Álvaro García Linera y Gabriela Montaño, pero su última encuesta sobre Bolivia y su estado de situación ha levantado ampollas, y no tanto por la aceptación del gobierno de Luis Arce, que suma un 51% - algo menos que el 55% con el que ganó -, y que sea el “líder” mejor valorado, con un 47,8% de imagen positiva, sino porque ha evidenciado el vacío en la oposición al gobierno del MAS, una vez más.
En el espacio político de la oposición los apoyos son magros: la mayor parte de quienes manifiestan rechazo contra el gobierno actual – un 42,7% aproximadamente - opina que la oposición no tiene un liderazgo definido y al ser consultados sobre los sentimientos que les despiertan los principales referentes de la oposición el 75% manifiesta sentir indiferencia, decepción o rechazo. Concretamente, solo el 7,1% de los encuestados considera que Carlos Mesa es el líder de la oposición a pesar de ser el jefe de la bancada opositora mayoritaria. El 19,9% considera que es Luis Fernando Camacho.
Complementariamente, la imagen positiva de los principales referentes de la oposición que ostentan cargos de elección popular se ubica por debajo del 40%: Fernando Camacho registra una imagen positiva del 22,6%, Manfred Reyes Villa un 35,7% y Eva Copa 34,1%. En términos de expectativas sobre el desempeño electoral de la oposición, solo un tercio de los encuestados considera posible que la oposición pueda gobernar Bolivia en el futuro cercano.
Por lo general, la dinámica opositora vive de conflictos que no han creado ellos, sino que son producto de la coyuntura. Ahí es que los opositores de base pierden la referencia y consideran el accionar como “oportunista”. El propio Mesa, por ejemplo, tarda más de un día en tomar posiciones públicas sobre cualquier asunto y se limita a las redes sociales.
Ya en las elecciones de 2019 y de 2020 se presentaron candidatos netamente cruceños para la presidencia, como Óscar Ortiz por Demócratas primero y Luis Fernando Camacho después. Esto generó desconfianza en La Paz, donde los opositores “se niegan” a entregar el liderazgo a Santa Cruz aun sin tener plan alternativo.
La desconfianza radica en el modelo y en el grado de adhesión al proyecto nacional. Si Óscar Ortiz parecía comprometido con el desarrollo de Bolivia, Luis Fernando Camacho utilizó su candidatura nacional para fortalecer sus posiciones en Santa Cruz con bancada propia. El tiempo le ha dado la razón a sus críticos: sus motivaciones son esencialmente cruceñas, como en el caso del censo.
Así, quedan tres años hasta la próxima cita electoral y la oposición “no cruceña” parece seguir el mismo camino de las citas pasadas, sin construir un proyecto alternativo de país y sin identificar un nuevo liderazgo.