El tablero electoral departamental se mueve
El invierno caliente de Montes
Al Gobernador se le acumulan los frentes de batalla mientras el MAS busca explotar todas las vías de desgaste posibles. La debilidad del equipo de colaboradores, el cansancio de los aliados y la falta de estructura nacional augura una batalla desigual y con consecuencias impredecibles



Óscar Montes no es ningún novato en política y su olfato está fuera de toda duda. De joven fundó el M-Abril con la generación de políticos que ha marcado época en Tarija, entre ellos Mario Cossío y Mauricio Lea Plaza. Fichó pronto por el MIR de Jaime Paz y Leopoldo López, que por entonces era el de mayor potencia en Tarija. Desde dentro, relevó a la vieja guardia para hacerse candidato a la alcaldía y una vez allí, rompió amarras forjando su histórico UNIR que ganó tres veces más la alcaldía con mayoría absoluta en el Concejo Municipal, dos con él como alcalde y una con Rodrigo Paz.
Desde la Alcaldía patentó una forma de hacer política en la Bolivia de la primera década del siglo, muy dada a los populismos. Su origen popular, su equipo pegado a la tierra y los lazos con el MIR en un momento en el que Tarija empezaba a expandirse y cada día se recibían centenares de migrantes atraídos por las mieles del gas y el futuro excelso que muchos anticipaban le permitió mantener los lazos con las roscas tradicionales del departamento y tender alianzas con los sectores y barrios más populares mientras, según su relato, ponía en orden la Alcaldía en su primera gestión y se ponía a administrar responsablemente las otras dos, cuando ya el IDH se multiplicaba en el departamento.
La alianza con la clase alta, media y popular, a través de las Juntas Vecinales, gremiales y transportistas dio resultados concretos: una hegemonía estable en el municipio que por cierto heredó directamente el actual alcalde Johnny Torres. De esa época sus colaboradores destacan su meticulosa forma de administración: absolutamente todo pasaba por su supervisión.
Su retirada en 2015, cuando amagó con saltar a la Gobernación y se retiró tras el “ajuste” del Gobierno Nacional a través de un informe de la Unidad de Investigación de Fortunas (UDIF) que distribuía responsabilidades entre su familia tuvo momentos traumáticos, pero Montes se dio cuenta pronto de que perder el primer plano no le sería beneficioso y en un giro un tanto kafkiano de los acontecimientos, su esposa Ruth Ponce se colocó como concejala de su sucesor designado, Rodrigo Paz, con quien apenas tardaría un año en pelear a tumba abierta cruzando acusaciones de deslealtad y corrupción.
Rodrigo Paz hizo méritos propios para defenestrar su gestión, pero UNIR quedó partido en dos y desangrado, aunque aún quedaría un segundo momento crítico coincidiendo además con el momento más convulso de la política nacional reciente. Óscar Montes abandonó su habitual neutralidad y primero se atribuyó una participación directa en el gobierno de Jeanine Áñez tras el nombramiento de Víctor Hugo Zamora como ministro de Hidrocarburos y después se sumó a la alianza electoral de Juntos, que nunca llegó a despegar en las encuestas. En cuanto Montes se dio cuenta del descalabro trató de zafar de ahí, lo que le costó romper amarres con Zamora y con el bloque académico que representaba Gina Torres dando otro golpe serio a UNIR.
En ese contexto de crisis política y pandémica, Montes armó su candidatura electoral en 2020 para una Tarija desconectada del nivel nacional conformando una alianza de partidos tradicionales, llamándoles por su nombre – nadie venía a inventar nada – y apelando a un “pasado feliz” que reivindicaban como resultado de sus gestiones y a las que se pretendía volver.
El retorno del MAS
El Movimiento Al Socialismo perdió más tiempo en la pelea interna para designar candidato a Álvaro Ruíz que en la campaña propiamente dicha y aún así, logró imponerse en primera vuelta como la fuerza más votada. Después se impuso la lógica tarijeña antimasista y apenas creció en la segunda, aunque por momentos llegó a inquietar al candidato “de la tarijeñidad”, que en ese momento era Óscar Montes, aunque esa característica nunca fue una de las destacadas en el gobernador.
La derrota entraba en los planes, pero fue severa porque después de seis años de control efectivo de la Asamblea, el MAS no supo actualizar una Ley Electoral que le garantizara mantener ese control, y efectivamente, se quedó en 12 curules de 30, muy lejos de la mayoría que necesitaba, además de haber perdido la figura de los subgobernadores electos y haber retrocedido en el control de varias alcaldías, como la de Uriondo o Entre Ríos. El MAS Tarija entró en una suerte de depresión similar a la del partido nacional: perdió la Directiva legislativa, perdió la Ley del 1% con su débito automático y asistió impávido a la reforma de varios programas que afectan a sus bases sin levantar la voz.
Sin capacidad para articular el partido en el departamento, el presidente Arce intervino con el nombramiento de Marcelo Poma como coordinador gubernamental, una sugerencia de sus acólitos Álvaro Ruíz y Carlos Acosta pero con cierto peso para ser admitido por el evismo. Al fin y al cabo, Poma es un intercultural de manual, crecido al calor de la lucha por los asentamientos que llegó muy joven a la Asamblea que sacó a Mario Cossío y donde se trompeó como nadie y por todos en el Tribunal Electoral Departamental, lo que le valió la nominación como cónsul en España hasta “el golpe”.
Poma es decidido, pero poco delicado en las formas. En su plan de acción estaba, evidentemente, recuperar la Asamblea Legislativa Departamental y revitalizar el “infierno judicial” que ya dejó ko a Montes en el pasado. Ahora, además, debe lidiar con el asunto hidrocarburífero para que le reste a Montes aunque le sume poco al MAS.
En la Asamblea intentó un pacto con el Todos de Pancho Rosas – y Adrián Oliva, y Wilman Cardozo, y Waldemar Peralta – que tenía demasiadas cuentas pendientes con Montes. Como salió mal, ha forzado una revocatoria del asambleísta weenhayek quemando la reputación de la sala constitucional y del Tribunal Electoral Departamental. Aun así, el asunto está a punto de concretarse, lo que de seguro conllevará problemas en la confección del presupuesto, la reinstauración del débito automático en la Ley del 1 por ciento y otros asuntos de fiscalización más agresivos hacia el gobernador.
El MAS Tarija ya ha empezado también a revolver sobre los problemas judiciales de Montes. Los que quedan – la obra fantasma en la avenida Integración y el asunto de los 32 lotes asignados a familiares – y los que se pueden abrir por la presente gestión, entre los que destaca la calamitosa estrategia con la que se pretendió cerrar el Servicio Departamental de Caminos (Sedeca) y que derivó en un proceso perdido, restitución de docenas de trabajadores a los que se les ha pagado sin trabajar y que siguen a la espera de que se les devuelva su puesto. Incumplimiento de deberes, conducta antieconómica y otras figuras legales se barajan en el gabinete jurídico para activarlas cuando llegue el momento. Por otro lado, también hay quien busca ligarlo al macroproceso “Golpe I” por haber colocado a su ministro Zamora y haberse aliado con Áñez, aunque realmente es un ejercicio de contorsionismo complejo.
Por último, los frentes abiertos en hidrocarburos pueden pasar factura en cualquier momento. Es un hecho que han empezado las obras para explorar en Astillero, en el área de influencia de Tariquía, mientras que el estudio para la actualización del factor de distribución está en marcha con la convicción de que acabará perjudicando a Tarija – se confunde producción con reserva –, pero también de que nadie está haciendo nada especialmente por defender la posición departamental más allá de acusar a otros de no hacer nada.
¿Hay margen para remontar?
Los analistas auguran un invierno complicado que se puede alargar hasta final de año. Después de un año largo hablando de una crisis económica que ha sido como una prórroga de la pesadilla instalada tras Lino Condori durante la gestión de Adrián Oliva, 2022 debía ser, al menos, el año donde se plantearan ideas concretas para reactivar el departamento, más cuando se anticipa un incremento de regalías por el aumento de los precios del gas. Solo falta que, además, repunte la pandemia en términos dramáticos.
El principal problema que señalan diferentes colaboradores es el de la debilidad del equipo de gestión, que además tienen la voz embargada. Nadie habla sin la autorización del gobernador, ni siquiera María Lourdes Vaca, la más experimentada en estas lides. El Gobernador supervisa todo y no quiere que se repitan las esperpénticas imágenes del secretario de Gestión Institucional Mariano Bacotich siendo correteado en la plaza por funcionarios del Sedeca. Bacotich es precisamente el eslabón más tocado por la fuerte carga política de su cargo, que no despega.
La debilidad del equipo es una consecuencia de las dos escisiones serias de UNIR en los últimos años, donde ha perdido profesionales valiosos que, sin embargo, no volverán a integrarse en la gestión, peor con las actuales condiciones de crisis y de cualidad del rango: la gobernación está bajo atenta supervisión del MAS y cualquier paso en falso puede costar demasiado.
La forma de gestión de Montes también está erosionando la relación con los aliados, incluso los más integrados en el núcleo de Montes. Alberto Valdez y Marcela Guerrero, ambos concejales de Torres pero puentes a su manera con el mundo vecinal y campesino en Cercado están teniendo dificultades al no poder honrar muchos compromisos de campaña, lo que puede derivar en un quiebre inminente.
Otros, como el núcleo duro de Camino al Cambio, también analiza su viabilidad política: Mario Cossío hace días que desistió de ofrecer ayuda; Mauricio Lea Plaza, a quien en UNIR le acusan de no haber podido forjar la alianza suficiente para controlar la Asamblea por sus problemas con la agrupación Todos, empieza a agotarse y la propia María Lourdes Vaca, que ha tenido que defender algunas acciones que en el pasado criticó, no ve retribuido su aporte.
El otro serio problema analizado es la falta de una estructura nacional que permita articular pedidos o iniciativas. Hasta el momento, el presidente Luis Arce no ha recibido al gobernador Óscar Montes ni le ha visitado. Ni siquiera encuentros informales en las efemérides de abril, pero Montes no tiene representación parlamentaria que interceda por él, de hecho, el primer senador es su archienemigo Rodrigo Paz. Tampoco existe ningún mecanismo de coordinación al estilo Conade de otras épocas que coordine las iniciativas de los departamentos de oposición, ahogados cada vez más sin pacto fiscal y sin inversión pública nacional. La tímida convocatoria del 25 de mayo en Sucre dejó ver las muchas diferencias y miedos, muchos miedos, entre los referentes de los diferentes departamentos.
Montes ganó con diferencia importante y tiene a su favor que no hay otros líderes de oposición que le hagan sombra en tanto el alcalde Johnny Torres no parece estar interesado en ese salto (que sería un retroceso en gestión) al menos en los próximos cinco años, sin embargo, las propuestas electorales de Montes siguen flotando en el ambiente, y eso, en cualquier momento puede acabar pasando factura.
Las habilidades políticas de Montes entran en juego.