La lista de nombres se acorta
¿Quién quiere ser candidato de la oposición en 2025?
La legislatura avanza a toda velocidad y el escenario político tiende a simplificarse en esta parte en la que todavía queda mucho para las elecciones, pero no tanto como para no asomar la cabeza. Quienes quieren estar, de una u otra manera, empiezan mover fichas.
La actualidad informativa se centra en la pelea interna del Movimiento Al Socialismo (MAS), una pugna que nació como una formal discrepancia de opiniones y de momento transita por una fase de alta violencia, con acusaciones de todo y nada, con cabezas rodando en todos los bandos y con pulsos abiertos que cualquier joven ministro puede ganarle a todo un expresidente.
El foco es tan grande que ha permitido a los líderes de oposición desaparecer sin hacer ruido. Algo que es tradicional en los últimos quince años y que no ha sido diferente en esta ocasión. Carlos Mesa, que reconoció su derrota, pero comprometió quedarse como jefe de la oposición, ha bajado el ritmo de apariciones prácticamente al mínimo, e incluso su red social, habitual centro informativo ha bajado notablemente su intensidad: en todo mayo publicó 10 tuits.
Fuera de foco están también dos de los tradicionales jefes de la oposición que suelen aparecer en tiempos electorales. El uno, Samuel Doria Medina, tiene justificación, pues ha estado batallando contra el cáncer, algo que le obligó a dejar sus cargos en Unidad Nacional que esencialmente ha pasado a la irrelevancia. El otro es Jorge Tuto Quiroga, que su apuesta por el gobierno de Áñez primero y su concurrencia a las elecciones después, aunque se retiró en el último minuto, le han hecho perder credibilidad en la escena internacional, donde era reclamado habitualmente incluso como “analista crítico” o a título de expresidente, presuponiéndole la jubilación.
El último de los candidatos de 2020 sí logró acomodo en la política nacional: Luis Fernando Camacho es el gobernador de Santa Cruz después de una temeraria campaña presidencial que dejó sin ningún tipo de opción a Carlos Mesa y sin credibilidad a la oposición, lo que reforzó también la apuesta por Arce en las urnas.
Originalmente los analistas entendían que la aventura de Camacho pretendía consolidar una bancada netamente cruceña que fuera determinante en la conformación de mayorías, y que después apuntalara su gestión al frente de la gobernación cruceña. Los más creían que esa gestión iba a explorar caminos secesionistas. Finalmente, la voluminosa victoria del MAS desactivó esta opción – aunque aún puede sumar dos tercios – y los propios socios abandonaron a Camacho al volver a la normalidad con el MAS. La gestión evidencia falencias.
Ninguno de los cuatro parece encontrarse en buena posición para lanzarse a la aventura presidencial en 2025, al menos en este momento, aunque evidentemente queda todavía mucha política por hacer. En cualquier caso, los círculos de oposición sondean nombres que puedan abanderar un proyecto nacional diferente al del MAS, aunque es cierto que en ese camino se ve poca motivación general.
Los “nuevos” nombres
Los votantes bolivianos han demostrado que no son muy afines a locas aventuras de outsider y recién llegados. La más notable representación de los últimos años, en cualquier caso, ha sido para el coreano-boliviano Chi Yun Chung en su primera candidatura de 2019, quien aprovechó el desgaste de Evo Morales por su postulación frente a los resultados del referéndum y el bajo tirón que tenían los candidatos como Carlos Mesa y Óscar Ortiz entre la oposición más dura para desplegar una campaña típicamente ultra, cuestionando el “comunismo” del MAS, hablando de Dios y desplegando un perfil netamente machista y conservador, lo que le permitió ingresar en el debate. Con todo, apenas llegó al 10 por ciento y no repetiría resultados en la campaña de 2020.
El nombre que más recurrentemente aparece en las agendas de los analistas nacionales es Rodrigo Paz, algo que más que sorpresa provoca hilaridad entre los analistas tarijeños. Paz es evidentemente un político de “pata negra”, de la familia mirista de Jaime Paz Zamora, que a su manera se ha ido adecuando a las nuevas circunstancias alejándose del MAS – salvo durante la gestión en la Alcaldía – y desplegando un perfil propio sin demasiado contenido, pero suficiente para entrar en las apuestas.
Objetivamente, Paz entró a la política a principios de siglo, pues ya era parlamentario en la caída de Gonzalo Sánchez de Lozada y se convirtió en uno de esos “independientes” que trataron de respaldarlo. Después repitió dentro de la alianza Podemos de Tuto Quiroga y en 2010 se vino a Tarija para presentarse como concejal, donde Óscar Montes le garantizó la Presidencia del ente. La ejerció y después le nombró su delfín y le cedió la Alcaldía cuando UNIR, su partido, era hegemónico. En apenas un año habían peleado y Rodrigo conformó su propio partido entre acusaciones de corrupto e ineficiente. En política nacional, en 2019 intentó apoyar la aventura de su padre pero cuando este se bajó pidió curules para apoyar a Carlos Mesa y se los dieron. Nada nuevo bajo el sol. Lo curioso fue que en la reedición de 2020 Rodrigo se quedó solo al lado de Mesa porque el resto de las figuras departamentales – Oliva, Montes, etc., - se fueron con Jeanine Áñez. Consciente de que su rol en la Alcaldía había sido calamitoso decidió asegurarse la pega como primer senador – rompiendo la promesa de Mesa de nombrar nueve mujeres cabeza de lista -.
Rodrigo Paz apenas aparece en Tarija, donde se ha quedado sin base política y social, y en sus redes da cuenta de su propia campaña personal, recorriendo el territorio y participando de diferentes eventos de padrinazgo etc. Por otro lado, por su capacidad oratoria y el hecho de ser reconocido, ante la ausencia de voceros de oposición suele ser reclamado en casi todas las cadenas para explicar posiciones. La falta de base social real puede ser suplida por las reminiscencias del MIR en el eje central, pero sería difícil de explicar su poca afinidad con Tarija.
Otro recurrente en boca de los analistas es Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba y político viejo de los que disputó el poder en los 90 y primeros 2000 con Sánchez de Lozada y compañía, y que no se salvó de la quema después, cuando el revocatorio de 2008 lo expulsó de la Gobernación de Cochabamba, que hasta ese momento había manejado hacia posiciones incluso cercanas a la Media Luna separatista.
Cuando fue revocado, Reyes Villa salió a Estados Unidos, candidateó sin estar presente en 2010 con Convergencia Nacional y después bajó la voz mientras se daba a los negocios, pero en 2020, tras la caída de Morales, retornó al país con el objetivo claro de retornar a la alcaldía de Cochabamba, lo que le hizo bajar el tono y ponerse de perfil ante el Movimiento Al Socialismo (MAS).
Desde la Alcaldía viene armando un esquema que le mantenga vigente, le aplauden en los actos públicos y hace reflexiones “importantes” sobre asuntos peregrinos, pero elude el cuerpo a cuerpo con el Movimiento Al Socialismo. Tener sentencias pendientes es su punto débil y el MAS las administra con maestría. Si quiere ser candidato tendrá que demostrar que es independiente, y con sentencias es difícil.
Otro nombre en la lista es el alcalde de Tarija Johnny Torres, también presidente de la Asociación de Municipios de Bolivia, que puede ser uno de los grandes lobbys de oposición en lo que queda de legislatura precisamente por la ausencia de oposición parlamentaria.
Torres tampoco es nuevo en política y, además, ha sido jefe del MNR, probablemente el partido con más operadores políticos sobre la faz de la tierra. Pasó por la bancada de Podemos, se convirtió en la fuerza gravitatoria en la primera Asamblea Legislativa Departamental de Tarija en la que se suspendió a Mario Cossío y después de acomodarse como subgobernador de Cercado no le costó prácticamente nada hacerse con la Alcaldía de Tarija luego de anunciar su candidatura casi dos años antes de la fecha de la elección.
Claro que Torres ha vivido siempre de su enorme olfato político, su capacidad para colocar la frase perfecta en el momento correcto que necesitaban los tarijeños, mientras que su gestión ha sido más escasa y su gran desafío está en la alcaldía de Tarija, para lo que un enfrentamiento directo con el MAS tampoco ayudaría para nada. La escasez de liderazgos nacionales le puede dar una oportunidad a Torres, que sigue en forma y que cuenta con el aparato incombustible del MNR, disperso pero dispuesto a acudir a la llamada.
También en la lista aparece Luis Revilla, aunque en este caso cabe decir que muy a su pesar. El exalcalde paceño que en algún momento sonó como presidenciable, porque todos los alcaldes paceños suenan alguna vez como presidenciables, se ha declarado hoy en día en la clandestinidad mientras que sus abogados tratan de limpiar todos los procesos abiertos en la última parte de su gestión, procesos que lo dejaron precisamente paralizado en ese momento clave de la vida política hasta el punto de ser incapaz de generar incluso un delfín que tomara las riendas de la alcaldía. Esa incapacidad hizo que, por ejemplo, ahora pilote el eterno consultor Iván Arias.
Aunque su final haya sido desdichado, cuyo colofón pudo ser ese salto desde la orilla de Carlos Mesa a la de Jeanine Áñez, en algún momento ha tenido una buena performance como candidato muy a la boliviana: hombre con sus tics populistas y autoritarios, socialdemócrata paciente y con buena gestión en la ciudad, que eso queda, aunque lo cosan a juicios, y arrastrando la herencia de Juan del Granado, desde el respeto y la diferencia.
Cuando se declaró en la clandestinidad los analistas creyeron que desde las tinieblas buscaría articular algún tipo de movimiento opositor, pero ciertamente no hay rastro de Luis Revilla, ni en redes, ni e ningún otro lado. La prioridad parece ser librarse de procesos, como si eso pudiera hacerse dentro de un calendario propio.