El escenario político se mueve en Tarija
Las pendientes de Arce en Tarija
El presidente encara su segundo año de gestión sin mantener relaciones de cooperación con el gobernador de Tarija; sin tener un ministro coordinador que organice las fuerzas y resuelva los problemas internos y sin un presidente legítimo del MAS Departamental que ordene la oposición
¿A qué le tema Luis Arce en Tarija? La legislatura avanza en medio de tensiones políticas ancladas en el pasado y a estas alturas, ómicron a parte, el presidente Luis Arce ya tiene más o menos claros cuales son sus principales problemas para garantizar su supervivencia:
- El primero y principal es interno: los movimientos sociales no le responden a él y poco a poco, tampoco le responden a Evo Morales, que a su vez, gracias a su tendencia conspiranoica, empieza a marcar distancias con Arce para evitar ser arrastrado en caso de desastre. Con el proyecto de país distorsionado, la unidad pasa por el reparto de poder, y ahí cada cual se ha visto con la legitimidad necesaria para exigir por la vía directa al jefe en funciones, esto es, Luis Arce, y no al intermediado. Uno de los agravantes es que además no se están ventilando los problemas en casa ni de frente, y sirve cualquier Ley o Decreto para presentar batalla y medir fuerzas.
- El segundo es que la oposición real no está en la Asamblea sino en las regiones. Comunidad Ciudadana es ya un partido amortizado que – calculan los estrategas del MAS – comenzó a diluirse con la última elección de directivas y lo seguirá haciendo a mayor velocidad en este 2022, cuando se llegue al nivel de irrelevancia. Sin embargo, las regiones, que seguirán teniendo urgencias económicas, se convertirán en el principal contrapeso formal del Gobierno, lo que dificulta además la pelea en el eje izquierda – derecha que tanto gusta a la cúpula del MAS.
A pesar de que en el MAS tienen identificadas las falencias, nadie parece tener una estrategia para el control de daños, por lo que los analistas dudan sobre catalogar la dirección política del Gobierno como negligente o kamikaze.
Tarija es uno de los mejores ejemplos para evidenciar esta falta de estrategia que, sin embargo, no parece quitarle el suelo al Presidente, quien ha delegado en su familia el control de muchos de los aspectos clave. En su entorno reconocen al menos cinco errores que más temprano que tarde le acabarán pasando factura:
Sin reunirse con Montes
No está muy claro por qué, pero Luis Arce ha eludido la posibilidad de reunirse con el Gobernador Óscar Montes incluso antes de ser posesionado, una decisión que parece se le volverá en contra pronto.
Óscar Montes no era una amenaza para el Movimiento Al Socialismo, más bien al contrario. Montes ha compartido casi diez años con Evo Morales como presidente desde la alcaldía de Cercado, primando esencialmente la cooperación y la coordinación para la ejecución de obras. Solo al final cuando Morales estaba obsesionado en sumar cuadros a su causa (mantenerse en el poder), empezó una campaña de acoso y derribo que lo puso frente a los tribunales y lo obligó a renunciar a la candidatura a la Gobernación en 2015.
Con todo, Montes nunca fue una amenaza política para el MAS, porque nunca hizo el juego a la derecha tradicional ni a la oposición funcional. Al contrario, se concentró en la ejecución de proyectos, lo que le valió en numerosas ocasiones la catalogación de colaboracionista. Hasta Luis Alfaro – padre del MAS Tarija del que renegó en 2015 – señaló que Montes había “hecho la lista” para las nacionales de 2014. Nadie olvida que en 2014 y en 2019 Montes decidió aliarse con el candidato que iba a quedar tercero – Tuto primero y Ortiz después -, lo que celebró el MAS siempre.
El desembarco de Montes en la Gobernación seis años después, después de una travesía en el desierto muy centrada en sus batallas locales y marcando distancias con la oposición, se hizo en los mismos términos: gestión, crisis, evaluación, etc., pero el presidente lo ha ignorado al margen de una breve reunión técnica con el ministro de Economía Marcelo Montenegro.
El desinterés de Arce ha vuelto a afilar a Montes, que en 2019 se colocó en el Gobierno de Áñez a través de Víctor Hugo Zamora, con quien después rompió. En este año Montes ha medido muy bien sus declaraciones a nivel nacional, pero denunció la detención de Áñez; defendió a Camacho – con quien no se reunió – tras el acoso recibido por su visita a Tarija y pateó el tablero en La Paz afeando que el presidente se fuera sin excusarse a una reunión política del Alba luego de haberles invitado a dialogar en el Consejo de Autonomías.
Arce se ha ganado así un nuevo frente de tensión que políticamente se podía haber gestionado mejor.
Sin ministro y sin coordinador
Por primera vez desde 2006, el gabinete ministerial no cuenta con una representación formal tarijeña. No hay Julia Ramos, ni Celinda Sosa, ni Luis Alberto Sánchez, ni Pepe Sosa, ni nadie. Y no lo hay porque así lo ha decidido el presidente.
Uno de los grandes dolores de cabeza del Gobierno de Evo Morales fue la gestión de los hidrocarburos, que en la última década estuvo en manos de tarijeños con desigual suerte. Al parecer, Arce consideró que se rebajaría la tensión del sector quitándosela precisamente al departamento que más aporta, y en principio lo ha conseguido, pero la cuestión es que no previó dar a ningún tarijeño ningún otro Ministerio.
La elección de un ministro local no es solo por el área, sino porque permite gestionar y ordenar el partido en cada territorio. De alguna forma se convierte en la figura poderosa capaz de resolver los conflictos internos gracias a que maneja su buena cantidad de pegas y su caja chica para asuntos locales. Sin embargo, Arce ha optado por no tener.
De la misma manera, venía siendo costumbre que un ministro – al margen del local – se convirtiera en el ministro coordinador, ese sí, con mando en plaza y vocería ante los medios. Una suerte de negociador en el nombre de Evo, cuya misión era precisamente la reelección por encima de todo.
Este año Arce también ha prescindido de esa figura, lo que unido a la debilidad del Ministerio de Presidencia, el resultado es la desorganización y falta de presencia real.
Los tarijeños mejor ubicados son Álvaro Ruíz al frente del viceministerio de Autonomías, cuya incidencia es mínima, y la presidenta de la Aduana, Karina Serrudo, cuyo principal mérito es ser cercana a Lourdes Durán Romero, esposa del presidente que apoyada en su familia tarijeña mueve los hilos en el departamento.
Sin presidente del MAS Tarija
El tercer gran debe es el de la ausencia de un presidente legítimo del MAS Tarija, y aunque este extremo parece ser más responsabilidad de Evo Morales, en el caso de Tarija tiene que ver con los aliados elegidos por Luis Arce, y que en este caso es Álvaro Ruíz y su representante al frente del partido, Carlos Acosta.
Acosta ha perdido la legitimidad que alguna vez tuvo por sus constantes manipulaciones para favorecer a su mentor, Álvaro Ruíz, a quien le allanó el camino para ser candidato a la Gobernación por el MAS, y al que le faltó precisamente el haber trabajado la integración del partido para dar la última batalla. Apenas creció entre la primera y la segunda vuelta.
En Cercado hay dos presidentas declaradas; la del MAS de Acosta, Sandra Baldivieso, y la del resto, Pilar Lizárraga. En Entre Ríos, Bermejo y otras regionales los pulsos acabaron en violencia, y en el Chaco se ha declarado “persona no grata” al propio Acosta. Con todo, no parece haber ninguna intención de solucionar el conflicto en el corto plazo.
Lea Plaza y la alianza de Unidos
El año ha empezado con pulso político entre el nivel nacional y el departamental, o más propiamente, entre el Gobierno de Luis Arce a través del Ministerio que controla férreamente: el de Economía, y la alianza Unidos en Tarija, que engloba a la Gobernación de Óscar Montes, pero también a la Asamblea Departamental, que con mano de hierro controla Mauricio Lea Plaza.
Lea Plaza representa al ala más dura de la oposición al MAS en Tarija, Camino al Cambio, el partido que fundó Mario Cossío para ganar la Prefectura en 2005 y que se convirtió en el vehículo de la lucha autonómica. Su inclusión en el frente de Unidos le acabó imprimiendo una personalidad a la alianza que con Óscar Montes y Johnny Torres – y sus continuos fantasmas del colaboracionismo – no alcanzaban para declararse oposición radical.
Aunque la amistad de Lea Plaza y Montes era vox populi, la relación política histórica del jefe de filas de la formación Camino al Cambio, Mario Cossío, y Óscar Montes nunca fue muy fluida y ha habido acusaciones de traición de ida y vuelta. Cossío, sin embargo, bendijo a Montes y desapareció.
Lea Plaza controla la Asamblea y ha forjado una alianza mayoritaria suficiente sumando a los tres pueblos indígenas – a cambio de una Dirección para cada uno – y a los dos representantes de Todos, Francisco Rosas, con sus más y sus menos, y José Luis Sanguino, hijo político de Wilman Cardozo. Desde ahí ha activado la primera pelea seria con el nivel nacional a cuenta de la Ley Financial modificada por el Ministerio, que no por ser habitual, es más legal.
Sin Mario Cossío, que se reserva para ocasiones muy especiales que tengan que ver con lo nacional, y con Johnny Torres desmarcado del día a día de la alianza, como suele ser en su trayectoria, la alianza Unidos ha perdido voceros y representantes de peso, lo que a la hora de la batalla siempre cuenta. Con María Lourdes Vaca muy concentrada en la gestión de la pandemia, la segunda línea está muy escasa, incluso para las vocerías de las secretarías.
La batalla ha comenzado, aunque cada cual tendrá que medir sus fuerzas para no quedar descolocado.