Anuario 2021
Toda la política que aprendimos en este 2021 surrealista
Las elecciones subnacionales marcaron la configuración del escenario político con una suerte de retorno a un pasado feliz anhelado, mientras que en la segunda el Gobierno se volvió a empezar en hablar de golpe, golpe, golpe
El año político empezó con tipos con cuernos asaltando el Capitolio poco antes de la salida de Donald Trump de la presidencia de Estados Unidos y al parecer vino a marcar el año. El surrealismo ha estado presente en doce meses en los que la pandemia ha seguido omnipresente, pero en segundo plano, y donde los políticos se han dedicado a hacer lo suyo: el arte de la prestidigitación,
En Bolivia había elecciones ni bien empezaba el año, así que la movida estaba garantizada, pero nadie podía esperar que se pusiera tan loca, que sucedieran tantas cosas que eran simplemente inimaginables apenas un año antes, pero sucedió, por ejemplo, Manfred Reyes Villa acabó siendo el alcalde electo de Cochabamba.
El viejo líder del NFR, el Bombón, el Prefecto revocado que no se mojaba con la autonomía, el de las decenas de causas abiertas, el que volvió de rebote aprovechando la victoria de Jeanine Áñez, no solo fue candidato sino que ganó. Y su hijo es concejal y alcalde alterno.
Algo parecido pasó en Santa Cruz, donde otro heredero y alcalde en los tiempos de los viejos tiempos, no solo postuló sino que ganó in extremis: Johnny Fernández y la nueva cruceñidad, con toda su telenovela de vida rodante, gobierna la ciudad más grande del país. Y su hijo es concejal y alcalde alterno.
En La Paz fue aún más loco. Iván Arias, analista político y atrapa-consultorías de esas cosas de la participación popular de toda la vida ya se había convertido en ministro de Obras Públicas de Jeanine Áñez, gestionando con mano izquierda para salir parado del Ministerio cuando tocara, y vaya que salió. Otra cosa no, pero Arias, toda la vida ronroneando alrededor de Juan del Granado y Luis Revilla, era de los que sabía que no había sucesor del MIR – MBL – MSM – Sol.bo y se lanzó. Y ganó. Y ahora quiere bajar el Puma Katari porque es caro luego de haber prescindido de canchajes y otros tributos.
En El Alto iba a ganar Eva Copa y ganó. Algunas encuestas le llegaron a dar 80 por ciento de intención de voto después de haber reivindicado con entereza a su pueblo desde la presidencia del Senado durante el Gobierno de Áñez, donde se convirtió en uno de los rostros visibles y carismáticos del MAS. Quería ser alcaldesa y lo fue, pero solo a Evo Morales se le hubiera ocurrido nombrar a cualquier otro en lugar que a Eva Copa. El Alto volvió a demostrar que no tiene dueño.
En Sucre ganó el MAS, en Potosí el cívico Jhonny Llally y en Tarija el MNR de Johnny Torres, que lanzó su candidatura el día que Virginio Lema cerraba la suya – para Presidente – en 2019 en la plaza Luis de Fuentes. Todos sabían que iba a ser alcalde y lo fue.
En el Chaco, Carlos Brú ganó Yacuiba, Rubén Vaca Villa Montes y Ermás Pérez Caraparí en otra elección con sabor de retorno a un supuesto pasado feliz después de la pesadilla de la pandemia y que evidentemente ha hecho olvidar la pandemia y no la pesadilla.
En Entre Ríos Teodoro Suruguay, otros 15 años de alcalde antes, en El Puente ganó Sara Armella, que pudo ser gobernadora y en Bermejo la cuestión es que Never Vega, que lleva 30 años siendo de todo, ahora es de nuevo concejal, como volviendo a la casilla de salida.
Gobernaciones, mismo cantar
En La Paz el gobernador iba a ser el Mallku, pero se murió – probablemente de Covid – y como esto iba de herencias la reclamó su hijo y también ganó, pero ahora no sabe que hacer.
En Santa Cruz el “todopoderoso” Luis Fernando Camacho no mejoró las votaciones de Rubén Costas, y eso que los propios Demócratas se quitaron de en medio y pactó con Angélica Sosa – sí, la de los 800 ítems – una alianza por la ciudad.
Surrealista fue también la pelea en Beni, donde quiso participar Jeanine Áñez, que un año antes quería ser presidenta electa y dos estaba al borde de la jubilación. Quedó tercera.
Y en Tarija lo esperado. La vuelta al pasado feliz la capitalizó Óscar Montes, quince años alcalde y con un gran dominio del escenario.
Gobernando
Las elecciones subnacionales marcaron además un antes y un después en el relato político del nuevo gobierno de Luis Arce, pero no por el resultado sino porque coincidieron con la detención de Jeanine Áñez y la apertura formal de la investigación por el supuesto golpe de Estado que desde entonces ha condicionado el tono y los episodios de acción de gobierno de Luis Arce, que apenas muestra cierta solidez en el tema de la pandemia.
En solo un año ha tenido momentos de extrema debilidad que ha capeado. Dos momentos surrealistas han tenido que ver con el relevo de dos ministros. Uno – Edwin Characayo, ministro de Desarrollo rural y Tierras - pillado in fraganti recibiendo dinero por trámites de tierras en un operativo del Ministro de Gobierno; y el otro, la auto renuncia de Adrián Quelca, acusado de vender las respuestas a los exámenes de ascenso y que de tanto esperar ser cesado, tuvo que apartarse antes.
Raro es lo que le ha pasado a este gobierno con las leyes y con su mayoría absoluta. En su día ya renunció a cobrarles a las tecnológicas, que de momento hacen grandes negocios sin pagar un peso.
Lo más difícil de explicar es que un país entero se niegue a una Ley que se llama “de control de capitales ilícitos” y por eso hay que tratar de explicarlo bien, pero sí, se negaron. EL Gobierno bajó dos veces los brazos, una con la Ley y la otra con la Estrategia global y tocó el punto más débil de su gestión, pero en un par de semanas resultó ileso, gracias a la inestimable oposición.
Carlos Mesa se ha convertido en un calculador profesional. Tanto pensó su posición que el día que salió a hacerla pública y sumarse al paro una semana después de que empezara, el paro se acabó.
Eso junto a la conformación de las directivas de las cámaras, con sendos tránsfugas muy bullados, acabó por darle aire al Gobierno que tiene en la vacunación contra el Covid su principal tabla de salvación, aunque demasiadas veces se pliega hacia la estrategia de la reivindicación de Evo Morales perdiéndose en peleas.
2021 ha sido un año con alta carga de surrealismo, donde muchos han perdido más que ganado y donde ha quedado configurado un escenario de retorno al pasado tras la pesadilla de 2020, que tiene que tanto con Áñez como con la pandemia. Ahora, la legislatura dura hasta 2025-2026, todo un mundo por delante.
Cosas raras en el escenario mundial
No solo en Bolivia se ha practicado una política de polarización total, cargada de episodios surrealistas, al contrario, parece ser una estrategia puesta en marcha con auspicios de peso para profundizar en ideas liberales que se esconden tras las palabras libertad y democracia.
El capítulo en el Capitolio con Donald Trump arengando las teorías de la conspiración que acabaron con un asalto en toda regla fue el primero de estos asuntos. Se intentó un juicio exprés pero finalmente no se dio y el expresidente vuelve a ser candidato para 2024.
Otro capítulo con base en Estados Unidos fue la huida literal de Afganistán guerra de la que además Biden se ha declarado ganador pese a que los talibanes han vuelto al poder 20 años después.
La proliferación de grupos de ultraderecha se ha multiplicado en Europa, donde los clásicos Salvini o Marie Le Pen están siendo rebasados por nevos actores como Éric Zemmour en Francia y estyá sondeando raíces, ya sin disimulo, en América Latina, con VOX a la cabeza.
En el capítulo electoral, en Ecuador volvió al poder uno de los banqueros de toda la vida, Guillermo Lasso; pero el sumún del surrealismo tuvo lugar en la segunda vuelta en Perú, donde acabó ganador Pedro Castillo en contra de todo el establishment: hasta Vargas Llosa pidió votar por Keiko Fujimori y todos juntos llamaron en varias ocasiones al golpe de Estado y a no reconocer los resultados. Castillo es hoy presidente, pero en las casas de apuestas apenas nadie apuesta a que termina su mandato.
Menos surrealista aunque también clave ha resultado el triunfo de Gabriel Boric en Chile. Boric era el líder más moderado del frente amplio, o sea, lo más cercano a la concertación, y la apuesta salió bien después de años de protestas ciudadanas. Eso sí, lo que más le ayudó fue que el candidato fuera precisamente el representante de la ultraderecha, José Antonio Kast, cuyo apoyo se cimentó, esencialmente, en reivindicar la figura de Pinochet.
Otra de esas figuras “libertarias” ha surgido en Argentina, con el fracaso del Frente de Todos en las legislativas y el no dulce triunfo de Cambiemos. La figura ha sido Javier Milei, mitad economista austríaco, mitad estrella del rock, que ha llevado la disputa argentina a otra dimensión.
Surrealistas han sido también las elecciones en Nicaragua, donde Ortega ha metido preso o mandado al exilio a absolutamente todos los que planearon presentarse. También en Honduras, donde ganó Xiomara Castro, esposa del último presidente derrocado por un golpe de Estado clásico, Rubén Zelaya.