Rumbo al 18-0
¿Con quién baila Romero Ballivián?
El presidente del TSE se juega su carrera en el proceso electoral boliviano y sus decisiones empiezan a molestar a unos y otros. También a beneficiarlos.
El día que la presidenta Jeanine Áñez decidió ser candidata, muchas miradas se volvieron hacia Salvador Romero Ballivián. El presidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE) había sido nombrado por Áñez con la misión específica de recomponer la credibilidad del Tribunal como órgano independiente y conducir unas elecciones libres y competitivas tal como se acordó en los acuerdos de pacificación de los que no hay copia, pero todos conocen.
Romero Ballivián es apellido de estirpe, de la “nomenklatura” paceña, de la aristocracia intelectual. A Jeanine Áñez le quedaron pocas opciones, pues el nombre de Salvador, al que no le sobraba ni el tinte épico, apareció en todas las ternas sugeridas por la mesa chica que entonces aún operaba en el Gobierno que pretendía ser de transición.
El sociólogo no tenía muchas resistencias. Conocía de sobra la institución, sus mecanismos y sus perversiones. Había ejercido entre 2004 y 2008, justamente el Tribunal que otorgó la mayoría absoluta al MAS en 2005 pese a las presiones. Con esas credenciales, Romero Ballivián fue elegido presidente del ente en una suerte de anomalía consentida al tratarse del vocal designado por el poder ejecutivo, y que durante años se ha confundido con el operador necesario y en la sombra.
Nada hacía indicar que fuera a ser eso mismo, salvo porque los más ingenuos seguían creyendo que Áñez no sería candidata y que los Demócratas se contentarían con ser Gobierno de Transición luego de su vergonzante 4% en octubre de 2019, que a punto estuvo de darle la victoria a Evo Morales en primera vuelta.
La carrera
Romero Ballivián podía haber renunciado al cargo luego de la postulación de Áñez, pero decidió quedarse. Desde que se fue en 2008, Romero Ballivián ha estado ligado a los asuntos de la democracia institucional, escalando posiciones en los organismos multilaterales – ONU, BID, OEA, etc., - a veces como consultor, a veces como delegado, a veces como personal. Cargos tan jugosos como irrelevantes para el gran público.
La principal diferencia entre Romero Ballivián y sus antecesores, incluido el Romero Ballivián de 2004 – 2008 es que asumió el cargo en medio de una carrera profesional. Ni al principio ni al final, sino sabiendo de que se trataba y, sobre todo, sabiendo a lo que se podía aspirar.
Aunque de leyes ya todos saben, Romero Ballivián es sociólogo político y en su travesía ha aprendido a negociar. Ni bien se desvió ligeramente de los deseos de la Presidenta, sus voceros lo empezaron a tildar de pusilánime, de melindroso y de convidado de piedra. La cuestión es que se sacó una fecha de elecciones, la del 6 de septiembre, con consenso casi pleno salvo Creemos – aunque luego Juntos quisiera desmarcarse – después de mucho negociar y pactar.
A esas alturas, el Gobierno de transición convertido en candidato y cuya transformación el propio Romero Ballivián había contribuido a legitimar, ya había empezado a degustar las mieles del poder. También de las de cuando vas perdiendo. El Presidente del TSE fue capeando con soltura los pequeños aprietos en los que las ambiciones ejecutivas le iban poniendo, como lo de personarse en la causa del fraude electoral. Para entonces Murillo y compañía ya sabían que no les alcanzaba, con lo que el objetivo ya era la personería del MAS.
Con la fecha electoral en el aire y la presión por la exclusión del MAS en la agenda, llegó Luis Arce y se metió el autogol de su vida. Un comentario que tal vez no vieron en vivo más de 200 personas acabó en causa admitida del TSE por violar un precepto interpretable, como el de difundir encuestas internas del partido.
A Romero Ballivián se le subestima por sus maneras educadas y su “florido” verso. El jueves volvió a conceder los deseos de la Presidenta de aplazar una elección en el tiempo que ella misma pidió sin que eso sea garantía de que la situación epidemiológica del país vaya a ser mejor, aunque le de oxígeno para colocar su relato. En cualquier caso, aprovechó el momento para dejar dos mensajes: que en 2020 debe haber posesionadas autoridades legítimas- cacheteando a Áñez -, y que los acuerdos de pacificación se deben cumplir, por mucho que no le gusten a Murillo y compañía.
El 18 de octubre – que sigue sin ser fecha fija – el país se juega demasiadas cosas y en eso coinciden los actores de todos los bandos. Algunos solo piensan en lo mejor para su carrera, y tal vez justo eso, sea lo mejor para el país.