El perfil
Johnny Torres y su canasta
El subgobernador de Cercado siempre contó con un alto reconocimiento entre los votantes mientras fue legislador, pero su primera incursión como ejecutivo se ha topado con innumerables problemas que no parecían tan grandes



El hoy subgobernador de Cercado siempre ha tenido un gran cartel de ganador. Johnny Torres es muy de aquí y siempre ha tenido un olfato descomunal para entender los humores y amores de los tarijeños. Al menos cuando era legislador.
Johnny Torres es emenerrista desde siempre y sigue siendo formalmente y sin carnet, aunque en la última decisión de su partido ya no haya estado muy de acuerdo. Viene de una de esas familias del partido rosado que solo se entienden entre ellos, y que en Tarija rivaliza con Alfonso Lema muchas veces, aunque a veces no. Los dos reivindican a Víctor Paz Estenssoro casi siempre y a Gonzalo Sánchez de Lozada solo en foros pequeños o cuando conviene, como para atacar a Carlos Mesa, por ejemplo, en el caso de Torres.
Como el de Tarija es uno de los pocos comandos activos, Johnny Torres ha tenido su peso a nivel nacional. En 2014 gestó el acuerdo con el Partido Demócrata Cristiano (PDC) que llevó a Tuto como candidato y que acabó por cerrar las puertas a Samuel Doria Medina en sus aspiraciones del Frente Único. En 2019 se lanzó en solitario con el voluntarioso Virginio Lema como candidato que no leía encuestas y acabó por debajo del 1%, salvando la histórica sigla por la anulación de la elección.
Carrera de fondo
Antes Torres ya había sido diputado con Podemos y luego asambleísta departamental al integrarse en Camino al Cambio de Mario Cossío, a veces amigo, a veces no. Aquella gestión acabó casi a puñetes con la parte más caminocambista, que siempre vio dobleces en Torres tanto en su actuación en 2010, que propició la salida de Cossío del ejecutivo suspendido por el legislativo y su posterior huida al Paraguay, como en los años posteriores donde pudiendo, no se movió para acabar con el interinato de Lino Condori.
Eso y lo del apoyo a Tuto le costó cargar con el sambenito de “funcional” al MAS, también toda la relación con el equipo de Óscar Montes – Milcíades Peñaloza, para quienes de vez en cuando hacía trabajo sucio en la plaza atacando a tal o cual, o colocando tal o cual mensaje. Con todo, sus índices de aprobación seguían muy altos. Eso lo sabía él y todos sus rivales, que casualmente pasaban por compañeros o, al menos, aliados.
Tuto fracasó a nivel nacional en 2014 con un 9 por ciento, y tampoco lo de Tarija, con un 19 por ciento, puede considerarse una victoria. Cálculos finos indican que favoreció al MAS en la consecución de los dos tercios de la Asamblea Plurinacional. Tanto Torres como Montes lo niegan vehementemente. Como fuere, ambos se deshicieron de aquella alianza la misma noche electoral y la cubrieron con vergüencita acelerando la pulseta de la elección subnacional de 2015, que ya estaba a la vuelta de la esquina.
Montes no quería dejar la Alcaldía, pero lo hizo luego de tres gestiones, y se lanzó como precandidato a la Gobernación de Tarija por el bando opositor porque era “lo natural”. A Evo Morales no le cayó tan bien luego de haberle rechazado tantas proposiciones pero aceptado tantas inversiones. Como fuere, el cinturón judicial se ajustó sobre la gestión de Montes, y como quien nada hace nada teme, declinó la candidatura y decidió retirarse momentáneamente dejando la Alcaldía en manos de Rodrigo Paz, que ya había sido nombrado sucesor en UNIR.
Torres era el principal operador de la candidatura de Montes y lo intentó hasta el último momento, incluso se fue hasta el Chaco para tratar de reclutar apoyos. Las candidaturas se cerraban un lunes y el domingo se proclamó candidato a la Gobernación con algunos aliados de Demócratas en la rueda de presentación. El lunes apareció como candidato a subgobernador de Cercado por UDA, la alianza formal que llevaba a todos los demás con Adrián Oliva como Gobernador.
Torres fue el más votado en su circunscripción y se borró literalmente del pulso por la segunda vuelta. Hubo hasta roces en el cuartel general de la plaza Campero con Motete como testigo. Torres era un emenerrista y todas sabían que al invitarlo solo evitaban el fraccionamiento del voto, pero no un aliado.
El salto
Ese 2015, Torres asumía su primera función ejecutiva en la Subgobernación de Cercado tras años legislando, un terreno más propio para un abogado astuto y buen orador. La heredaba de manos de su rival en el partido, Alfonso Lema, que tras un episodio similar se volvió al legislativo municipal.
En menos que canta un gallo, Torres multiplicó los proyectos de inversión generándose una propia deuda que no existía, pues ese mismo año el petróleo ya estaba cayendo a marchas forzadas y las regalías secándose. No tardó en recurrir a amistades peligrosas y, tampoco, en elevar las banderas contra la Gobernación, aunque sin acabar de entrar a la batalla directa.
También sumó esfuerzos con Montes en la lucha contra Rodrigo Paz, ahí sí con más artillería y confrontación.
En plena campaña por las nacionales, con Virginio Lema cerrando campaña en la plaza Luis de Fuentes, Torres confesó que quería ser alcalde en la siguiente gestión y la atención se desvió totalmente.
Para entonces los proyectos paralizados ya eran una característica de la Subgobernación, pero entre todos los programas, la canasta alimentaria era ya el emblemático corolario del desastre ejecutivo: Entregas atrasadas, productos cuestionados, filas enormes en el frío invierno, promesas de entrega a domicilio que no se concretaban, fechas que no se cumplían, y un largo etcétera de calamidades que Torres trataba - y trata – de justificar cada vez, pero que vistas con perspectiva, resultan una montaña de excusas para un programa aparentemente inocente y sencillo: entregar alimento a personas mayores.
Torres sigue teniendo un importante caudal de votos, pero la experiencia de gestión no está dejando un buen sabor de boca, peor con la agonía de los últimos meses, cruzado por el coronavirus. Sin duda le ha dado tiempo para pensar su siguiente paso. Sin duda, no desaparecerá.