El MAS, la violencia y la provocación
¿Cuál es la estrategia del MAS? El partido que ha gobernado los últimos 14 años se ha quedado sin referentes mientras el Gobierno lo utiliza para polarizar la futura elección. Responder o no responder, ese es el debate abierto.



Pavlov le enseñó a un perro a salivar solo con hacer sonar la campana luego de estar semanas haciéndola coincidir con el plato de comida diario. Algo así parece estar ensayando la agrupación Juntos con su electorado: cada vez que hay problemas agita los íconos y tótems del masismo y su base reacciona furibundamente en la defensa del proyecto y del Gobierno de Jeanine Áñez.
El ejercicio tiene un aliado ineludible, que responde también mecánicamente a cada provocación y por ende, hace más fácil la reacción política pretendida en el otro bando: las bases cada vez más etéreas del Movimiento Al Socialismo.
El MAS es un partido muy boliviano, producto de una comunión coyuntural de intereses sectoriales que en su momento encontraron respuestas en las pulsiones nacional – populares que ya no representaba el MNR, pero que con el paso del tiempo quiso convertirse en otra cosa, y ahí fracasó.
Evo Morales y los suyos construyeron un Estado a imagen y semejanza de su partido, hasta el punto de empezar a confundirlo. Cuando en 2010 el MAS logró su hegemonía electoral, Álvaro García Linera ya se había quitado de en medio a unos cuantos líderes de la izquierda nacional y otros sectores indígenas que no tenían reparos en pararle los pies. Desde entonces el Gobierno se vinculó con otros intereses que acabaron desviando el camino de los objetivos originales. Sin embargo, Evo Morales y el propio poder, al más puro estilo colonial – prebendal, hacía de aglutinador de un partido en esencia distinto y cuyos militantes y bases habían cambiado sustancialmente.
El poder de Evo Morales se resintió en octubre, y sobre todo en noviembre. Las bases convertidas en clasemedieras y seducidas por el populismo reinante en todas las corrientes ideológicas, prefirieron esta vez cuidarse y negociar con el que viniera. El propio Evo Morales lo reconoció al diario que acoge este suplemento en una entrevista en enero donde culpó a la inacción de la COB y la ausencia de la Federación de Campesinos como motivo de su caída.
Con el trono de Evo Morales vacío, pese a los esfuerzos que el ex Presidente pueda realizar desde su exilio en Buenos Aires, el MAS vuelve a ser una comunión de intereses sectoriales, en ocasiones contrapuestos, sin un referente con capacidad de aglutinar y dirigir.
A la fecha, no queda clara la intención con la que el MAS aborda la próxima elección. Ni siquiera sus operadores lo tienen claro. En octubre perdió el apoyo de la clase media urbana que tantas veces le dio tantas mayorías, y con el paso de las semanas, el apoyo que todavía le queda en sus bases más allá de los arraigados sectores populares de El Alto y Santa Cruz además del trópico cochabambino es incierto. Las contradicciones en la estrategia se manifiestan en desafortunados hechos de violencia que de todas formas, son parte de un partido no partido diverso y plural, pero que resultan muy fáciles de instrumentalizar en su contra.
Todos dicen querer ganar la elección, pero determinadas decisiones parecen más orientadas a pulsar el control interno del partido que realmente a contribuir en la lucha por el poder.
¿Quién finalmente manda en el MAS?
El comportamiento errático de Evo Morales desde su exilio, pero sobre todo su exilio en sí, ha empezado a alimentar el vacío de liderazgo en el territorio, dicen algunos de los cercanos al proceso de toma de decisiones, más complejo que nunca. “Patria o México había sido”.
Luis Arce Catacora era probablemente el mejor candidato que el MAS podía elegir en el mes de enero. Entonces el objetivo parecía ser tapar la sangría y empezar a remontar recordando los buenos tiempos y con un perfil aparentemente más moderado. Arce Catacora tuvo su buena prensa y muchos logros que exhibir dentro de la ortodoxia liberal, por lo que servía para atraer al voto profesional y urbano que no quería más Evo pero que sigue sin tener alternativa.
Aunque su campaña es muchas veces inexplicable, la pandemia lo viene a favorecer más, y la crisis que sobrevenga contribuirá a azuzar los anhelos… Arce Catacora no va a desligarse de Evo Morales, pero puede mostrar perfil propio.
Con Choquehuanca desaparecido, el MAS tiene ahora tres pilares visibles: Eva Copa con el poder del Senado, Álvaro Ruiz con el poder municipal y Andrónico Rodríguez, nuevo referente del bastión del Chapare.
Rodríguez no quiere quemar etapas, pero ya ha entendido que la violencia no es el mejor camino para su propia carrera por lo que elude formas gruesas o torpes. Mostrarse sólido y legítimo a la vez que preparado y solidario es su plan.
Ruiz es un converso, pero se ha quedado con Morales cuando la mayor parte de los advenedizos han desaparecido, sobre todo en Tarija. El alcalde de Uriondo y jefe de la FAM también huye de formas broncas y ha iniciado una campaña de desgaste a la Presidenta Áñez en persona cada vez más contundente. Ruiz no habla demasiado del pasado sino que apunta a los errores del presente. No es orgánico, pero desde la FAM ha tejido relaciones con casi todos y mantiene cohesionadas las fuerzas locales, que es la fuerza del MAS, sin exigir sacrificios.
Eva Copa es la más controvertida de las nuevas figuras. Técnicamente no hace oposición y más bien ha facilitado todo el proceso de transición, incluso la candidatura de Áñez, sin haber podido capitalizarlo para el MAS. Con todo, representa al MAS de la base, del interés sectorial. Algunas de sus declaraciones, en las que ha marcado distancias con Morales, la han dejado tocada, presa fácil de la nueva ola. El riesgo siempre es convertirse en un Rafael Quispe. Copa ha jugado en decisiones clave, pero no las ha explicado demasiado. El pulso por los ascensos de las Fuerzas Armadas ha quedado en el aire. También fue clave para aprobar la fecha de la elección en tres meses, una de esas decisiones que acaban beneficiando al Gobierno y su campaña.
¿Quién busca pelea?
Los perfiles públicos del “nuevo” MAS no son confrontacionales y el propio Evo Morales – a quién algunos colocan de vuelta a Bolivia en dos semanas – ha bajado el tono en sus redes sociales. Con todo, en lo orgánico se mantiene una línea dura con episodios violentos. Para unos, es parte del proceso de legitimación interna; para otros, reacciones espontáneas que no tienen que ver con lo orgánico más allá de la filiación socioeconómica de los sujetos al proyecto del MAS y para otros, Juan Ramón Quintana.
La provocación se ha convertido en estrategia, y la reacción también. El ejercicio ha llegado hasta el absurdo cuando desde el propio Gobierno y sus voceros más reconocidos tratan de endilgarle al MAS, a través del funcionario Fernando Valenzuela, el escándalo de la compra de los respiradores por casi cuatro veces el valor publicado incluso en internet.
El viernes, Bolivia TV transmitía el paso de una decena de ambulancias por el Chapare rumbo al Beni y sobreimprimía un título en el que anotaba: pese a las amenazas de violencia, las ambulancias cruzan el Chapare rumbo al Beni.
Es habitual que los medios afines identifiquen sistemáticamente a los que incumplen la cuarentena con “masistas” y que lleven sus cámaras a los barrios populosos de El Alto o el mercado Campesino y no a la zona sur de La Paz o la calle General Trigo de Tarija.
La falta de nuevos liderazgos y de vocerías propias ha llevado al MAS a su paradoja. Responder o no responder. Responder para afirmarse en la interna o no responder para mejorar la posición electoral. El debate sigue abierto. La resolución, probablemente, en pocas semanas.