Hidrocarburos: Don Andrés tenía razón
El calendario está por jugarle una mala pasada al Gobierno en pleno de Evo Morales. Catorce años después de su primera victoria electoral y con el empeño de la reelección en octubre, la piedra angular del proyecto está por volar por los aires. “Lo de los hidrocarburos” es un asunto...



El calendario está por jugarle una mala pasada al Gobierno en pleno de Evo Morales. Catorce años después de su primera victoria electoral y con el empeño de la reelección en octubre, la piedra angular del proyecto está por volar por los aires. “Lo de los hidrocarburos” es un asunto demasiado serio como para sostenerlo a base de fuegos de artificio manejados, ni más ni menos, que por el Ministro Luis Alberto Sánchez. Demasiado poder en manos de un pirómano.
Cuando Evo Morales llegó al poder había campos jóvenes y contratos de largo plazo asegurados con Brasil y Argentina. Hoy hay campos viejos y contratos a punto de agotarse que todavía se han reformulado a la baja, para darle más dramatismo a la trama. Una situación surrealista que defenestra la política de la nacionalización de Evo y revaloriza la política neoliberal de Goni entre los que no leen demasiado y que sin duda tienen al gran Andrés Soliz Rada revolviéndose en su tumba.
Con su arte desarrollado de morderse la lengua, en sus últimos años no quiso hablar lo claro que sabía para que nadie lo confundiera con la “derecha neoliberal”. Es difícil de creer pensar que hoy siguiera haciendo paroxismos de equilibrio. Y no es solo que en La Mano del Moto le tengamos especial veneración, que también, sino que la nacionalización hoy parece más un recuerdo del divertimento adolescente de un régimen que recién nacía que una decisión trascendental que se debía haber afrontado con la madurez necesaria.
El problema principal y de fondo parece haber sido el haber ido sustituyendo a la vieja guardia por jóvenes entusiastas educados en las universidades de los neoliberales años 90, que al final han optado por el camino de la subordinación en el cual han sido formados. El de la “Bolivia que no puede”.
El legado de Soliz Rada
En mayo de 2006 se nacionalizaron los pozos petroleros y gasíferos en Bolivia con un decreto firmado por Andrés Soliz Rada y qué básicamente contemplaba la recuperación de los recursos naturales como una medida soberanista y de dignidad nacional, no tanto desde una perspectiva marxista o netamente economicista.
No era Soliz Rada un ecologista especialmente concienciado. Sus principios tenían que ver con la reivindicación de Bolivia como Estado soberano en todas sus dimensiones, en su capacidad de decidir sobre su propio futuro y de ejecutar con independencia sus propias decisiones.
De eso se trataba. De que con la nacionalización de los hidrocarburos, la concreción del plan de industrialización y la renegociación de los contratos con Brasil y Argentina, Bolivia tuviera las capacidades para tomar las riendas. Nadie regala nada ni nadie hace cosas por otro a cambio de nada en el plano de la política geoestratégica internacional que tan bien manejaba.
Soliz Rada renunció en septiembre de 2006. Para entonces no solo había nacionalizado, había trazado un plan de industrialización que contemplaba una Separadora de Líquidos en Río Grande y otra mucho mayor en el Chaco tarijeño. La primera debía aportar a las plantas de urea y amoniaco e impulsar la agroindustria boliviana; la otra debía ser la base de una industria del plástico a base del propano y el etano.
No solo fueron ideas. Soliz Rada renegoció el contrato con Brasil, recogiendo en la Adenda V la liberación de una sexta parte del gas rico en licuables para su uso en Bolivia, además de otras concesiones como la participación en termoeléctricas que luego no se concretaron. También renegoció con Argentina, vinculando directamente el incremento de volúmenes de gas a la construcción de la separadora que además iba a ser financiada con recursos argentinos.
Soliz Rada no era un totalitarista, pero sí era un radical coherente con sus ideas. En septiembre, cuando el Vicepresidente Álvaro García Linera – presidente en ejercicio en ausencia de Evo – abortó una operación que recuperaba para Bolivia un negocio de Petrobras en las refinerías renunció.
Los cambios
Tras la renuncia, el Vicepresidente copó los cargos clave en el desarrollo del sector con gente de su confianza y aplicó la máxima del pragmatismo. Se renegociaron los contratos con los operadores de los campos, se diseñó el Anexo D de los costos recuperables que viene a ser el nuevo pozo sin fondo de los gastos reservados y se orientó el gasto del excedente proveniente de las nuevas condiciones del mercado hidrocarburífero postnacionalización: bonos, canchas, aeropuertos y alguna que otra gran infraestructura cuyas licitaciones fueron copadas por empresas extranjeras.
Eran los tiempos de la bonanza mundial, Bolivia crecía económicamente, el discurso de Morales estaba fresco y se imponía en la lucha interna con la resistencia al cambio. Fueron los años de las mayorías exorbitantes, 2008-2009-2010.
Vencida la resistencia, tocó vivir. Por el camino se habían perdido algunos valores, y se habían dado algunos tumbos. El caso Catler, que se llevó la vida de un tarijeño, es un ejemplo. El calendario postnacionalización - creado para sentar las bases de una industrialización sólida para que Bolivia llegara al final de los contratos de gas con Brasil (2019) y Argentina (2026) con la suficiente potencia en la mesa de negociación como para no necesitar extenderse – empezó a dilatarse.
Los recursos llegaban a raudales – Carlos Villegas se había encargado de eliminar las restricciones de volúmenes con Argentina, que siguieron creciendo aún sin Separadora - y Morales volaba por todo el país entregando mercados, colegios, canchas, carreteras, aeropuertos, mientras el Ministro de Economía Luis Arce Catacora renombraba bonos y permitía alzas salariales por encima de la inflación invocando la redistribución del ingreso como llave del modelo boliviano.
Hoy, Tariquía
El último periodo en la gestión de los Hidrocarburos ha estado en manos del Ministro Luis Alberto Sánchez. Tarijeños y crecido en las mil batallas internas de YPFB,
[caption id="attachment_251929" align="alignright" width="300"] Visita del Ministro y el presidente a Boyuy[/caption]
donde en 15 años pasó de ser un fiscal de campo de YPFB que tenía que pedir permiso a Sao Paolo para poder ingresar a suelo boliviano a ser Vicepresidente de Contratos, de ahí al Ministerio en 2015 y desde 2017, Presidente del Directorio de Yacimientos.
Para algunos, es quien ha reconciliado definitivamente al Gobierno con las transnacionales; para otros, el que ha tenido que tomar las medidas desesperadas para corregir una deriva nociva, en cualquier caso, pasa por el Ministro de Hidrocarburos que más tiempo ha durado en el gabinete de Evo Morales.
A su llegada en 2015 tenía un cuadro preocupante: el barril de petróleo en 30 dólares; megacampos en declinación y sin alternativas descubiertas, salvo Incahuasi; Plantas Separadoras recién concluidas, sin mercados y sin apenas avances en los proyectos complementarios y una apuesta decidida por la autosuficiencia en los dos únicos mercados del país, Brasil y Argentina.
La primera gran medida de Sánchez fue levantar la protección a las Reservas Nacionales vía Decreto. La segunda confiscar el 12 por ciento del IDH para incentivar la exploración. Después armó una caravana ambulante para ofrecer los campos a terceros mientras rechazaba completamente forzar a los operadores a hacer nada que no quisieran.
[caption id="attachment_251925" align="alignright" width="300"] Evo Morales y otros dirigentes petroleros en el acto que abrió las puertas al fracking en Bolivia[/caption]
Menos contempló la posibilidad de que YPFB ejerza su función real. Sí licitó la planta petroquímica, pero tuvo que anular su resultado ante la evidente estafa que suponía su adjudicación a la misma empresa que había hecho todos los estudios de definición.
En 2018 tocó fondo la desesperación. Empezó en abril abriendo las puertas al fracking con fanfarrias sin importar la imagen de defensor de la Madre Tierra del Presidente Evo Morales. Una semana antes había adjudicado los campos en la Reserva Nacional de Tariquía. En mayo Argentina dejó de pagar el gas buscando una negociación a la baja de su contrato, algo que conseguiría un año después. Esta misma semana hemos sabido que Petrobras multó a YPFB por no cumplir con los volúmenes en 9 de los 12 meses de 2018.
En 2019 el Comité Cívico de Tarija lo nombra traidor a su departamento.
Sánchez puede ser víctima o verdugo, lo cierto es que ha apostado por medidas desesperadas por encima de la política, pero sin reconocer que la situación del país es grave. Al contrario, para Sánchez y su equipo todo son buenas noticias. Desde la posibilidad de arrasar Tariquía hasta que Argentina prevea ahorrarse 450 millones de dólares con la renegociación del contrato.
Lo que es seguro es que Sánchez es heredero de unas decisiones erróneas tomadas desde el día que se aceptó la renuncia de Soliz Rada y se relajó el proyecto emancipador industrial a cambio de redistribución y popularidad en las encuestas. La situación ahora es más grave de lo que parecería y la apuesta destructiva parece ser la única fiable. Y es que el primer ministro de Hidrocarburos de Evo tenía razón. Nadie regala nada, nadie va a hacer el trabajo por nosotros.
Cuando Evo Morales llegó al poder había campos jóvenes y contratos de largo plazo asegurados con Brasil y Argentina. Hoy hay campos viejos y contratos a punto de agotarse que todavía se han reformulado a la baja, para darle más dramatismo a la trama. Una situación surrealista que defenestra la política de la nacionalización de Evo y revaloriza la política neoliberal de Goni entre los que no leen demasiado y que sin duda tienen al gran Andrés Soliz Rada revolviéndose en su tumba.
Con su arte desarrollado de morderse la lengua, en sus últimos años no quiso hablar lo claro que sabía para que nadie lo confundiera con la “derecha neoliberal”. Es difícil de creer pensar que hoy siguiera haciendo paroxismos de equilibrio. Y no es solo que en La Mano del Moto le tengamos especial veneración, que también, sino que la nacionalización hoy parece más un recuerdo del divertimento adolescente de un régimen que recién nacía que una decisión trascendental que se debía haber afrontado con la madurez necesaria.
El problema principal y de fondo parece haber sido el haber ido sustituyendo a la vieja guardia por jóvenes entusiastas educados en las universidades de los neoliberales años 90, que al final han optado por el camino de la subordinación en el cual han sido formados. El de la “Bolivia que no puede”.
El legado de Soliz Rada
En mayo de 2006 se nacionalizaron los pozos petroleros y gasíferos en Bolivia con un decreto firmado por Andrés Soliz Rada y qué básicamente contemplaba la recuperación de los recursos naturales como una medida soberanista y de dignidad nacional, no tanto desde una perspectiva marxista o netamente economicista.
No era Soliz Rada un ecologista especialmente concienciado. Sus principios tenían que ver con la reivindicación de Bolivia como Estado soberano en todas sus dimensiones, en su capacidad de decidir sobre su propio futuro y de ejecutar con independencia sus propias decisiones.
De eso se trataba. De que con la nacionalización de los hidrocarburos, la concreción del plan de industrialización y la renegociación de los contratos con Brasil y Argentina, Bolivia tuviera las capacidades para tomar las riendas. Nadie regala nada ni nadie hace cosas por otro a cambio de nada en el plano de la política geoestratégica internacional que tan bien manejaba.
Soliz Rada renunció en septiembre de 2006. Para entonces no solo había nacionalizado, había trazado un plan de industrialización que contemplaba una Separadora de Líquidos en Río Grande y otra mucho mayor en el Chaco tarijeño. La primera debía aportar a las plantas de urea y amoniaco e impulsar la agroindustria boliviana; la otra debía ser la base de una industria del plástico a base del propano y el etano.
No solo fueron ideas. Soliz Rada renegoció el contrato con Brasil, recogiendo en la Adenda V la liberación de una sexta parte del gas rico en licuables para su uso en Bolivia, además de otras concesiones como la participación en termoeléctricas que luego no se concretaron. También renegoció con Argentina, vinculando directamente el incremento de volúmenes de gas a la construcción de la separadora que además iba a ser financiada con recursos argentinos.
Soliz Rada no era un totalitarista, pero sí era un radical coherente con sus ideas. En septiembre, cuando el Vicepresidente Álvaro García Linera – presidente en ejercicio en ausencia de Evo – abortó una operación que recuperaba para Bolivia un negocio de Petrobras en las refinerías renunció.
Los cambios
Tras la renuncia, el Vicepresidente copó los cargos clave en el desarrollo del sector con gente de su confianza y aplicó la máxima del pragmatismo. Se renegociaron los contratos con los operadores de los campos, se diseñó el Anexo D de los costos recuperables que viene a ser el nuevo pozo sin fondo de los gastos reservados y se orientó el gasto del excedente proveniente de las nuevas condiciones del mercado hidrocarburífero postnacionalización: bonos, canchas, aeropuertos y alguna que otra gran infraestructura cuyas licitaciones fueron copadas por empresas extranjeras.
Eran los tiempos de la bonanza mundial, Bolivia crecía económicamente, el discurso de Morales estaba fresco y se imponía en la lucha interna con la resistencia al cambio. Fueron los años de las mayorías exorbitantes, 2008-2009-2010.
Vencida la resistencia, tocó vivir. Por el camino se habían perdido algunos valores, y se habían dado algunos tumbos. El caso Catler, que se llevó la vida de un tarijeño, es un ejemplo. El calendario postnacionalización - creado para sentar las bases de una industrialización sólida para que Bolivia llegara al final de los contratos de gas con Brasil (2019) y Argentina (2026) con la suficiente potencia en la mesa de negociación como para no necesitar extenderse – empezó a dilatarse.
Los recursos llegaban a raudales – Carlos Villegas se había encargado de eliminar las restricciones de volúmenes con Argentina, que siguieron creciendo aún sin Separadora - y Morales volaba por todo el país entregando mercados, colegios, canchas, carreteras, aeropuertos, mientras el Ministro de Economía Luis Arce Catacora renombraba bonos y permitía alzas salariales por encima de la inflación invocando la redistribución del ingreso como llave del modelo boliviano.
Hoy, Tariquía
El último periodo en la gestión de los Hidrocarburos ha estado en manos del Ministro Luis Alberto Sánchez. Tarijeños y crecido en las mil batallas internas de YPFB,
[caption id="attachment_251929" align="alignright" width="300"] Visita del Ministro y el presidente a Boyuy[/caption]
donde en 15 años pasó de ser un fiscal de campo de YPFB que tenía que pedir permiso a Sao Paolo para poder ingresar a suelo boliviano a ser Vicepresidente de Contratos, de ahí al Ministerio en 2015 y desde 2017, Presidente del Directorio de Yacimientos.
Para algunos, es quien ha reconciliado definitivamente al Gobierno con las transnacionales; para otros, el que ha tenido que tomar las medidas desesperadas para corregir una deriva nociva, en cualquier caso, pasa por el Ministro de Hidrocarburos que más tiempo ha durado en el gabinete de Evo Morales.
A su llegada en 2015 tenía un cuadro preocupante: el barril de petróleo en 30 dólares; megacampos en declinación y sin alternativas descubiertas, salvo Incahuasi; Plantas Separadoras recién concluidas, sin mercados y sin apenas avances en los proyectos complementarios y una apuesta decidida por la autosuficiencia en los dos únicos mercados del país, Brasil y Argentina.
La primera gran medida de Sánchez fue levantar la protección a las Reservas Nacionales vía Decreto. La segunda confiscar el 12 por ciento del IDH para incentivar la exploración. Después armó una caravana ambulante para ofrecer los campos a terceros mientras rechazaba completamente forzar a los operadores a hacer nada que no quisieran.
[caption id="attachment_251925" align="alignright" width="300"] Evo Morales y otros dirigentes petroleros en el acto que abrió las puertas al fracking en Bolivia[/caption]
Menos contempló la posibilidad de que YPFB ejerza su función real. Sí licitó la planta petroquímica, pero tuvo que anular su resultado ante la evidente estafa que suponía su adjudicación a la misma empresa que había hecho todos los estudios de definición.
En 2018 tocó fondo la desesperación. Empezó en abril abriendo las puertas al fracking con fanfarrias sin importar la imagen de defensor de la Madre Tierra del Presidente Evo Morales. Una semana antes había adjudicado los campos en la Reserva Nacional de Tariquía. En mayo Argentina dejó de pagar el gas buscando una negociación a la baja de su contrato, algo que conseguiría un año después. Esta misma semana hemos sabido que Petrobras multó a YPFB por no cumplir con los volúmenes en 9 de los 12 meses de 2018.
En 2019 el Comité Cívico de Tarija lo nombra traidor a su departamento.
Sánchez puede ser víctima o verdugo, lo cierto es que ha apostado por medidas desesperadas por encima de la política, pero sin reconocer que la situación del país es grave. Al contrario, para Sánchez y su equipo todo son buenas noticias. Desde la posibilidad de arrasar Tariquía hasta que Argentina prevea ahorrarse 450 millones de dólares con la renegociación del contrato.
Lo que es seguro es que Sánchez es heredero de unas decisiones erróneas tomadas desde el día que se aceptó la renuncia de Soliz Rada y se relajó el proyecto emancipador industrial a cambio de redistribución y popularidad en las encuestas. La situación ahora es más grave de lo que parecería y la apuesta destructiva parece ser la única fiable. Y es que el primer ministro de Hidrocarburos de Evo tenía razón. Nadie regala nada, nadie va a hacer el trabajo por nosotros.