Mediterráneo: Los otros golpes
Este texto corresponde al boletín Mediterráneo que firma el director Jesús Cantín y se distribuye los viernes. Si quieres recibirlo directamente en tu correo, suscríbete
El “golpe” sigue dejando huella. Bolivia sigue en el foco de la atención mundial porque lo de los golpes militares llama mucho, pero también porque esto de la intervención militar es una estrategia poco utilizada en el siglo XXI para forzar cambios de régimen pese a los “buenos resultados” de los 70 y 80.
El clima está raro en la región Sudamericana, no solo por los cambios de gobierno. La desconfianza se ha instalado como en los más viejos tiempos, y la certeza de que hay poderosos intereses operando por encima de los intereses de la región es fuerte. Obviamente Milei no ha tardado en hacer sangre con este tema, porque lo importante no es el hecho, sino el dicho, es decir, sembrar el rencor.
Alusiones a hipotéticos golpes de Estado aparecen con frecuencia en las alocuciones de los líderes de la región, acostumbrados a las adversidades paranoicas, pero suelen referirse a escenarios más complejos y tensos sin armamento letal y concepciones “híbridas”. Aún cabe que el golpe no haya sido “autogolpe” y sin embargo, haya sido un éxito si acaba derribando el gobierno de Arce porque se le ven las costuras y ha quedado expuesto. Arce puede renunciar a la candidatura o enfrentar el problema del dólar, pues nada se tapará detrás de eso, ni siquiera con cortinas de botas, tanquetas y proclamas.
En el continente hay dos países que conjuran una y otra vez el asunto del golpe y cuyas trayectorias políticas y democráticas son complejas.
En Colombia Petro ha puesto rumbo fijo hacia la reforma constituyente que de momento incluye también una salvaguarda de reelección. Originalmente la reelección está prohibida, pero Uribe forzó una consulta en 2005 que le sirvió para reelegirse en 2006 y su sucesor, Juan Manuel Santos, con quien acabaron a la gresca, también se reeligió una vez, pero se comprometió a eliminarla y así lo hizo. Iván Duque, uribista, pasó sin pena ni gloria, pero era evidente que Gustavo Petro iba a volver a intentarlo.
Petro hace política de la emocional, buenos y malos, morales e inmorales. La perfecta antítesis ideológica de Javier Milei pero similar en las formas, y como él (o como Evo), se concibe como la génesis de un nuevo tiempo, por lo que era obvio que buscaría una reforma constitucional y su perpetuidad.
Ahora, no lo hace en el aire, con las pocas herramientas en su mano, Petro ha logrado cambiar el régimen laboral y el de pensiones, que tiene un apoyo del 61% de los colombianos, y también tiene amplio respaldo su política de salud y contra las petroleras, constituyendo un hito. Es precisamente ese respaldo social logrado a pesar del feroz ataque mediático y los muchos escándalos judiciales que le sobrevienen, lo que le sirven de apoyo para sondear el camino en una legislatura que es muy corta.
En Perú Dina Boluarte sigue atrincherada en su Palacio al que accedió después de otro golpe parlamentario dado en 2022 con una moción de vacancia contra Pedro Castillo muy poco fundamentada y al que no dejaron siquiera maniobrar para evitarla. Policía y presidente a la cárcel: fue lo más parecido a un golpe clásico pero sin que el Ejército se manchara las manos.
Boluarte, su vicepresidenta, aplacó las protestas contra el derrocamiento de Castillo a sangre y fuego y después asumió como presidenta por derecho de sucesión. Para entonces poco o nada se acordaba de Castillo. Boluarte prometió hacer política y después pactó con el Fujimorismo. Prometió acortar el mandato y convocar elecciones anticipadas y de momento todos los plazos han sido vulnerados.
Esta semana se debe completar el trámite de registro de alianzas para candidatos que quisieran terciar en 2026 recién, es decir, en dos años… Las malas lenguas dicen que Dina tampoco acabará la gestión, pero sí un año más, precisamente porque es el plazo en el que se puede descabezar la presidencia sin forzar la disolución de las Asamblea y así nombrar a cualquier presidente encargado sin perder sus jugosos salarios…
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Democracias y otros golpes
Lo de Sunak: Siendo breves hoy hay apuntes sobre actualidades occidentales y dejaremos el asunto Venezuela para otro monográfico en el corto plazo.
Liderar su perro: El jueves fueron las elecciones en Reino Unido y el varapalo al partido torie fue espectacular. Los conservadores que cayeron en la trampa del Brexit y sobrevivieron a su ejecución no han podido hacerlo ahora a la pugna con la ultraderecha. No pudo Lizz Trus con un programa ultraliberal que le hixo durar meno de un mes en el cargo y no lo ha hecho con Rishi Sunak, desclasado hijo de migrantes de India que aprobó la Ley que nació como broma: deportar a los migrantes pendientes de regularización a Ruanda. A Ruanda.
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El gran beneficiado ha sido el partido laborista con 410 escaños cobre 650 en un sistema electoral parlamentario de circunscripción uninominales que caen de un costado con un solo voto. Eso ha pasado con el Laborismo que apenas ha recuperado porcentaje respecto a elecciones anteriores, pero que se ha visto muy beneficiada del hundimiento de los conservadores.
Sin duda se abre un tiempo nuevo y a contracorriente, aunque Starmer no es Jeremy Corbin ni de lejos y los socialistas han moderado muchísimo su discurso buscando el centro.
Lo de Le Pen: Justo en el sentido contrario se encuentra la segunda vuelta francesa de las legislativas, donde el sistema uninominal exige ganar con 50% y, finalmente, parece que el Frente Amplio de izquierda y los macronistas lograrán frenar a una ultraderecha, la de Le Pen, que sin duda no ha volado tan alto como se predica: una victoria del 33% en plena efervescencia popular en el país y en pleno declive de Macron no es para tanto. ¿O sí? Veremos.
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Lo de Biden: Veremos porque también dimos por muerto a Donald Trump al caer ante Biden en 2020 y nada, a día de hoy, hace pensar que Biden volverá a repetir victoria. De hecho lo que se baraja es que el señor abandone, aunque él mismo, en su confusión, se encarga cada día de confirmar y desmentir.
El Comité Demócrata apuesta por un nuevo candidato y estos son los candidatos que se barajan:
Pero la última palabra, insisto, la tiene el propio Biden, octogenario y presidente, y también esos tribunales tan intervenidos por el poder como todos los demás.
Guerras y otras catástrofes
En las guerras hoy escueta ración.
Una, la de la inminente guerra entre Israel y Líbano como complemento a la masacre en Gaza, que ya se queda pequeña y “no puede” contener más condenas, y que además lleva el sello imprescindible de Irán:
Y otra, la económica. Una batalla que solo occidente planea en esos términos con la mirada fija en el retrovisor y la Guerra Fría, pero que China despacha con otras lógicas: cooperación, complementación y mercados.
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