Los cubanos protestan en las calles al grito de “tenemos hambre”
El Gobierno pide a EE.UU. quitar trabas, pero le acusa de instigar la disidencia
En Gaza o en Sudán hay hambre. En Cuba también, y no se dedica ningún Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para abordar esta cuestión.
Resulta evidente que las circunstancias política o geoestratégicas son muy diferentes, sin duda, pero la sensación que sufren los ciudadanos es idéntica.
El régimen de La Habana pasa por el peor momento de su historia reciente desde el periodo especial que se decretó tras la caída de aquella fuente de riqueza que era la URSS en tiempos de guerra fría. Incluso ha llegado a suplicar al Programa Mundial de Alimentos, organismo integrado en la ONU, la urgencia de recibir el suministro de leche en polvo para los menores de siete años.
Este pasado domingo hubo manifestaciones en la capital y otras ciudades. A diferencia de las protestas marcadamente políticas de otras ocasiones, esta vez los expertos las calificaron de rara muestra pública de desencanto con el Ejecutivo comunista de la isla. En apariencia, las marchas no las convocó la oposición organizada, sino padres que luchan a diario para alimentar a sus hijos.
El Departamento de Estado niega cualquier implicación en las marchas contra el desabastecimiento
Diversos testigos señalaron que la protestas arrancaron el domingo cuando unas madres se dirigieron a un edificio gubernamental para quejarse de que no podían dar de comer a sus hijos. Repetían el lema “tenemos hambre”.
El Gobierno cubano vive en la más absoluta contradicción. Los responsables políticos están presionando todos los botones a su disposición para llamar la atención de la Administración Biden en medio de la peor crisis económica en décadas y conectarla con la apertura que supuso el mandato de Barack Obama.
Si el Ejecutivo de Miguel Díaz-Canel tuvo alguna vez la esperanza de que el presidente estadounidense, Joe Biden, revocaría las restricciones más estrictas que impuso su predecesor, Donald Trump, eso ahora está provocando incendios diplomáticos. En lugar de atemperar la tensión, los gobernantes de La Habana están incrementado de forma exponencial las acusaciones de intervencionismo y de insensibilidad de Estados Unidos ante el sufrimiento humano en la isla.
El propio Díaz-Canel culpó una vez más de la escaseza al embargo de EE.UU. y advirtió que “los terroristas estadounidenses” están fomentando la disidencia a costa del hambre.
El viceministro de Asuntos Exteriores cubano, Carlos Fernández de Cossío, contactó con el encargado de asuntos comerciales, Benjamin Ziff, para darle una nota de protesta. En ese texto rechazó “la conducta intervencionista y los mensajes difamatorios del Gobierno de Estados Unidos y su embajada en Cuba sobre asuntos internos de la realidad cubana”.
Vedant Patel, portavoz del Departamento de Estado, dijo a los periodistas que “Estados Unidos no está detrás de esas protestas”. El portavoz señaló que las “acusaciones son absurdas”.
Cuba depende en gran medida de sus aliados –Rusia y Venezuela, que tampoco van nada sobrados–, para abastecerse de alimentos y combustible. Pero el grave desplome económico de la isla supone que el peso haya perdido casi todo su valor.
El Gobierno encareció el combustible este mes de marzo en un 400% como parte de un esfuerzo para estabilizar la crisis y controlar la espiral de la inflación, que oficialmente se sitúa en el 30%. Existe la sospecha de que la tasa real es más alta con toda probabilidad.
Fuentes no gubernamentales aseguraron que los apagones de electricidad llegan hasta 18 horas al día. Esta circunstancia significa que los vecinos no pueden conservar en la nevera los pocos alimentos de los que disponen y, por el contrario, ven como se echan a perder en el clima tropical. En estas últimas marchas, los manifestantes corearon: “Sin electricidad ni comida, la gente se calienta”.
Más de 400.000 cubanos dejaron la isla y han huido a EE.UU. en los últimos dos años y medio, desde que se registraron las grandes protestas políticas y económicas.