Tierra Santa se viste de luto por Navidad
Belén, epicentro de las fiestas navideñas, es un desierto de visitantes tras el 7 de octubre
Es Navidad en Tierra Santa, pero no lo parece. En Cisjordania todas las celebraciones por Navidad se han suspendido. En Belén el nacimiento del niño Jesús mira a Gaza rodeado de escombros y concertinas. Y, mire donde se mire y pregunte a quien se pregunte, la guerra en la franja lo ocupa todo y aquí no tarda en intuirse el miedo a que el conflicto en el enclave palestino se extienda.
Cisjordania vive en luto, pero también con nervios por lo que pueda ser de ellos.
Y Belén ya lo sufre.
Acostumbrada a estar a rebosar de turistas durante las fiestas navideñas, este año los grupos de turistas que la visitaron en un día tan señalado como el 24 de diciembre se podían contar con los dedos de una mano.
“Desde el día 7 [por el ataque de Hamas a Israel y el comienzo de la guerra] ya no hay nadie”, se quejaba un guía de turismo a las puertas de la iglesia de la Natividad, construida donde, según la tradición cristiana, nació Jesús.
Monjes cristianos armenios rezan en el Grotto bajo la igleisa de la Natividad de Beléon)
Leo Correa / LaPresse
La plaza del Pesebre, con la Iglesia de la Natividad a un lado y la mezquita de Omar ibn al Jattab en la esquina contraria, siempre ha sido un hervidero de visitantes, epicentro de la Navidad. Pero este año no.
Cisjordania vive en luto por Gaza, pero también con nervios por lo que pueda ser de ellos
La consecuencia es que “ya no se llega”, dicen unos y otros. La turística calle de las tiendas de artesanos luce vacía. Sus locales están cerrados a cal y canto. Las tiendas de souvenirs no tienen a quien vender sus muchos regalos. Los pocos turistas que hay son locales y no compran. Las colas no existen.
Pero es que incluso cuesta llegar a Belén en un día tan señalado como Navidad. Apenas está a una media hora en bus desde Jerusalén, apenas cuesta lo equivalente a poco más de un euro el trayecto, pero casi nadie va en él, las retenciones abundan, y al cruzar el desangelado puesto de control israelí sobran los taxistas y faltan los clientes.
Uno de ellos recibía a dos feligresas italianas, Maria y Maria Chiara, repitiendo, además, su miedo a que, tras Gaza, se abriera un conflicto en Líbano y, tras Líbano, estallara Cisjordania. “Desde el 7 todo está más caro”, imploraba un compañero suyo.
Las caras, los gestos, las ausencias del resto de los presentes mientras hablaba insistían en la sensación de no tener nada que celebrar. “Esto no viene del 7, viene de antes”, confiaban luego Maria y Maria Chiara. Lo mismo repetirían otros en la plaza del Pesebre.
El día de Navidad en Belén apenas se reunieron periodistas y unos pocos palestinos. El Patriarca Latino de Jerusalén no falló a la tradición y completó su camino a pie hasta la iglesia de la Natividad. Lo hizo sin música y rodeado sobre todo de policías. Pidió un alto el fuego permanente en Gaza. “Porque la violencia solo engendra violencia” defendía.
Su último mensaje coincidió, en cambio, con el envío de una nota de prensa por parte del Gobierno israelí en el que se repetían estas palabras del premier Beniamin Netanyahu: “Dejadme ser claro: esta será una guerra larga”.
El Patriarca Latino de Jerusalén completó su camino a pie hasta la Natividad rodeado sobre todo de policías
Belén hoy no tiene quien la visite por Navidad. Belén hoy respira tensión por una guerra entre Israel y Hamas que cuenta ya con 20.000 palestinos muertos en el enclave, según el Ministerio de Salud gazatí, pero que también cierra los pasos fronterizos con Cisjordania y que son el lugar de paso habitual de trabajadores que ya no pueden pasar. Belén, hoy, además, ya no cuenta con el oxígeno que le permitía respirar, el turismo.
Estos días en Cisjordania nada acompaña. No hay turistas. No hay celebraciones. Las alternativas no se vislumbran. Y es que ni siquiera acompaña el tiempo: llueve por momentos a cántaros, hace frío, sopla el viento y manda el cielo gris plomizo.