Israel y Hamas ganan tiempo para seguir luchando
Acuerdo para liberar rehenes a cambio de una tregua en Gaza y la liberación de presos palestinos
Cuarenta y siete días después de iniciada la guerra, Hamas necesita una tregua y el gobierno israelí, rebajar las críticas de las familias que le exigen priorizar la liberación de los rehenes. El acuerdo beneficia a ambos, pero solo porque les permite ganar tiempo para seguir luchado.
Los rehenes solo son moneda de cambio. Esta es su razón de ser. Son víctimas de uno de los crímenes más crueles que pueden cometerse contra un ser humano. Han perdido el control de sus vidas. Otros deciden si vivirán o morirán, y esta decisión no se toma sobre principios morales, sino estratégicos.
Hamas podría salvar a los 236 que capturó el 7 de octubre. Sólo tiene que rendirse. Israel también podría hacerlo. Sólo tiene que anunciar que la organización terrorista ya no es una amenaza. Aunque no sea del todo cierto, es lo que ha dicho cada vez que ha querido poner fin a una de las recurrentes operaciones militares en Gaza.
Pero ahora es diferente. Lo impide la masacre del 7 de octubre. Israel no puede dejar la franja hasta que haya acabado con el último guerrillero de Hamas. Debe mostrarse fuerte, implacable. No tiene otra manera de subsistir. Nació en guerra y sigue en guerra. Ninguno de los acuerdos que ha firmado con sus enemigos le ha traído la paz.
Ahora también es diferente para Hamas. No hay esperanza para el pueblo palestino. Israel va camino de anexionarse Cisjordania y la guerra no hará de Gaza un lugar mejor para vivir. Todo será mucho más difícil para los palestinos y su sufrimiento mantendrá viva la causa de Hamas cuando caiga el último terrorista.
Así ha sido desde el inicio del conflicto en 1948. Israelíes y palestinos han vivido para luchar un día más. Ahora, por lo tanto, es diferente, pero no mucho. La lucha seguirá. La tregua no es más que una pausa táctica, un avituallamiento.
También es verdad que podría ser una oportunidad. El acuerdo está pensado para premiar la liberación de rehenes. Cuantos más libere Hamas, más se alargará el alto el fuego y más presos palestinos saldrán de las cárceles israelíes. Los pequeños pasos alientan la confianza. Si tú cumples, yo cumplo. Y la confianza rehumaniza al enemigo, facilita el diálogo que antecede a la negociación.
El 25 de octubre el acuerdo para liberar a 50 rehenes estuvo casi cerrado
Pero me temo que esta será otra ocasión perdida. Una más en esta guerra.
Pocos días después de iniciada, Hamas liberó a cuatro mujeres. Esperaba que Israel agradeciera el gesto con un alto el fuego, pero no fue así.
El 25 de octubre, Egipto y Qatar dieron por hecho un acuerdo. Hamas liberaría a unos 50 rehenes a cambio de una tregua. Israel exigió la lista de los que saldrían. Hamas dijo que no la tenía. Guardaba a los cautivos en varios escondites. No tenía forma de identificarlos a todos sin agruparlos y no podía hacerlo sin poner en peligro sus posiciones. Pocas horas después, Israel inició la ofensiva terrestre.
Al principio de la guerra, pocos en Israel hablaban de los rehenes. Pasó más de una semana antes de que las familias se organizaran y llenaran el muro que rodea la Kyria, la base militar en el centro de Tel Aviv que acoge el ministerio de Defensa, con los retratos de los capturados y los lazos amarillos que identifican al movimiento para su liberación.
Los ministros más radicales del gobierno Netanyahu aún se niegan a pactar su liberación con Hamas, y menos a cambio de una tregua. Dicen que beneficiará a los terroristas cuando el ejército estrecha el cerco sobre sus madrigueras.
Los estrategas militares tampoco quieren parar. Creen que la mejor opción que tienen los rehenes es la victoria definitiva. Cuanto más pronto suceda, más sobrevivirán. Y dicen lo mismo de los palestinos de Gaza, que Hamas ha convertido en escudos humanos.
Netanyahu necesita dar una buena noticia a los familiares de las víctimas
Netanyahu, sin embargo, piensa en su futuro, en la comisión que determinará su responsabilidad en el ataque terrorista del 7 de octubre, en el juicio por corrupción que aún debe afrontar, en las miles de personas, familiares de los rehenes, que el sábado se plantaron frente a su oficina en Jerusalén después de caminar durante cinco días desde Tel Aviv, y comprendió que necesita el aplauso de los israelíes que más le detestan. Las víctimas de la masacre de Hamas eran, en su gran mayoría, gente de izquierdas, partidarios de un acuerdo con los palestinos, israelíes que están en las antípodas de sus ideas políticas.
Es difícil que la historia le absuelva, pero si alguna opción le queda pasa por machacar a Hamas y salvar a todos los rehenes.
A cambio de liberar a unos 150 presos palestinos, todos mujeres y menores de edad, a cambio de una tregua de cuatro días para permitir la entrada de combustible y ayuda humanitaria en Gaza, Netanyahu conseguirá que Hamas libere a medio centenar de mujeres y niños judíos. Si Hamas deja ir hasta un centenar de rehenes, Israel podría liberar a 300 presos y la tregua, alargarse diez días.
Los pequeños pasos, sin embargo, difícilmente irán más allá. Netanyahu insiste en que la pausa no implicará el cese de las hostilidades.
Estados Unidos puede presionar a Netanyahu para un alto el fuego definitivo
Estados Unidos, sin embargo, desea un alto el fuego definitivo. Entiende que cuantos más muertos haya en Gaza, y la cifra supera ya los 14.000, más grande será la causa de Hamas. Sabe, asimismo, que el terrorismo no desaparecerá sin una estrategia política para resolver el conflicto. Además, por primera vez en mucho tiempo, Israel necesita su presencia en el Mediterráneo para mantener a raya a Irán y Hizbulá. Puede presionar a Netanyahu y, sin duda, este acuerdo es el resultado de esta presión. Pero, ¿puede ir más allá?
Es muy complicado.
Hace cincuenta años, al final de la guerra del Yom Kipur, Estados Unidos presionó a Israel para que no derrotara por completo al ejército egipcio, que estaba completamente vencido. Entonces, Israel era un Estado mucho más débil que hoy y cedió al interés geoestratégico de su gran aliado.
Netanyahu, sin embargo, no puede permitírselo. Aunque a la larga Israel salga beneficiado, él aún sueña con el perdón de su pueblo y no ve otra manera de conseguirlo que seguir luchando.
Y algo parecido le sucede a Hamas. Si quiere engrandar la leyenda de su causa, necesita verter mucha más sangre antes de darse por vencido.
Los enemigos se dan una tregua, pero las espadas siguen en alto.