Mediterráneo: Más que libertarios o independentistas
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Los sistemas parlamentarios suelen tener intríngulis peculiares en cada país. El de España es un sistema parlamentario un tanto diferente al que en su momento erigió presidente “¡al tercero!” en Bolivia y que aun causa chascarrillos. En España contempla la concurrencia al parlamento nacional de entidades políticas de acción no nacional, y de ahí el peso de los partidos regionales mutados al independentismo en los últimos años.
La actualidad también puede resultar desconcertante porque el resultado de las elecciones de julio no se interpretan en función de esos números concretos, sino respecto a lo que sucedió en la elección de 2019 y sobre todo, a las expectativas generadas luego de cuatro años de acoso sin cuartel a la coalición de gobierno de PSOE – Podemos que sin embargo y a pesar de todo, resistió electoralmente.
Para gobernar debían sumar 176 diputados o al menos más síes que noes en segunda vuelta, y eso no ha sucedido porque el bloque de la derecha, que era el gran favorito, quedó no tan lejos, pero en una aritmética imposible. El Partido Popular – derecha conservadora clásica – especuló incluso con una mayoría absoluta en solitario, es decir, sin el apoyo de la ultraderecha, y por eso, aunque la suma de ambos se quedó a solo cuatro escaños, fue un fracaso, porque si ya el PP tenía difícil encontrar apoyos en un parlamento muy fragmentado, ningún nacionalismo periférico, por muy conservador que sea, quiere votar junto a VOX, ni ninguna izquierda abstenerse.

Probablemente el turno pase ahora a Pedro Sánchez, quien espera a que su Rey, en un mecanismo ciertamente anacrónico, le encargue que intente formar gobierno. Sánchez tampoco ganó las elecciones, pero salvó los muebles mucho mejor de lo que se esperaba. De hecho, sumó dos diputados más que en 2019, gracias en parte al harakiri que se hicieron sus socios a la izquierda, Podemos, que se convirtió en Sumar sacrificando a Pablo Iglesias, todo su legado y la mitad de los votos, pero cumplió el objetivo (de Sánchez) de no dar tanto miedo.
La llave, claro, la tienen ahora los partidos nacionalistas e independentistas vascos y catalanes, sobre todo estos últimos que en la última década protagonizaron una deriva independentista con referéndum unilaterales incluidos que el PP en el gobierno trató de atajar a base de cargas policiales y represión judicial, porque esto de judicializar los conflictos políticos no es una práctica exclusiva de Bolivia, obviamente. El gobierno de Sánchez ya indultó a los cabecillas sentenciados que salieron de la cárcel en 2021 y la moneda de cambio sobre la mesa ahora es la Amnistía para unos 2.000 procesados por asuntos que van desde poner las ánforas o abrir los colegios electorales.
Por supuesto no va a ser tan fácil, hace dos meses que se habla de la amnistía y por ende, ya es algo amortizado. Los partidos catalanes ya le han exigido fijar calendario para el referéndum de autodeterminación, que el PSOE niega rotundamente. Cuestiones de una negociación política con posiciones maximalistas que tendrán que acercarse o desembocarán en una nueva convocatoria electoral en la que todos estarán en riesgo.
Ahora, es el turno de Pedro Sánchez, que siempre fue un político audaz y que desde que está en esto, ha jugado sus cartas con habilidad. Si alguien puede abrir el melón constitucional español para satisfacer precisamente las demandas de los independentistas, es él.
Al grano
Disculpen la larga introducción sobre la situación de un país afortunadamente cada vez más lejano, pero era necesaria para prestarle atención a un par de aspectos que a mi juicio, interesan en este lado del mundo: la reconfiguración de la derecha occidental con los sucesos de España como parte de un todo y, a nivel local, la deriva de un modelo autonómico que inspiró el desarrollo constitucional boliviano, pero que además tiene también otras implicaciones.
Las derechas
Superado ese impase sobre la supuesta muerte de las ideologías, las derechas y todas sus formulaciones viven sus momentos de pugna, seguramente menos sangrientas de las que suelen purgar las izquierdas.
En España, el movimiento tectónico se ha dado en VOX en estos dos últimos meses, hasta las elecciones liderada por el ala liberal dispuesta a dar la batalla cultural, pero sustituida, Espinosa de los Monteros mediante, por el ala más ultranacionalista. Es decir, si hasta las elecciones VOX era un partido anti feminista, anti migración y taurino, pero esencialmente neoliberal, deja paso a un partido dispuesto a nacionalizar eléctricas y colmar de impuestos al enemigo.
Estos ya gobiernan en Italia, país del G7, y tienen sus discrepancias en esa frontera oriental de Europa donde el gobierno ultranacionalista polaco, enemigo de Rusia y mejor amigo de Ucrania ha roto con estos últimos en la víspera electoral porque el arancel cero a su producción agrícola regalado por Europa no gusta nada. Lo mismo que en Hungría, aunque en este caso son mejores amigos de la ultraderecha rusa de Putin que la de Ucrania. Hoy se vota en Eslovaquia con la misma clave de fondo. Demasiadas concurrencias de fondo mientras el Frente Nacional de Le Pen se alista en Francia para una inminente victoria.
Todas estas ultraderechas concurrirán en pseudo alianza a las próximas elecciones europeas de junio de 2024 y todas ellas son las que bloquean, por ejemplo, el acuerdo UE – Mercosur. Cuando se empezó a negociar hace 30 años, China no existía y sus promotores soñaban con inundar Sudamérica con lavarropas italianos y vehículos alemanes a cambio de comprar trigo a precio de gallina muerta con arancel cero. Hoy la tecnología se importa de China, los alimentos están por las nubes y los agricultores franceses no quieren ni oír hablar de retirar las ayudas ni mucho menos, competir con el grano traído de América, de ahí que la última directiva que pone restricciones y complicaciones de importación a productos por asuntos ecológicos, desmontes ilegales, etc., sea visto como una mera excusa. Y lo es. Negacionistas apoyándose en el cambio climático.
Por ahí va la evolución de la derecha tradicional, tipo PP, acercándose a posiciones ultras como estrategia de supervivencia en el mundo multipolar que se viene diseñando. Apenas es el vecino Javier Milei el único libertario en la cancha a estas alturas del partido. La última experiencia de una derecha liberal implantando reformas del estilo fue la de Liz Truss en el Reino Unido. Duró exactamente del 6 de septiembre al 25 de octubre de 2022. Su reforma fiscal bajando los impuestos a los ricos en nombre del libre mercado sacudió los mercados, la libra y se llevó por delante a la primera ministra en menos que canta un gallo.
Tampoco es un libertario precisamente Donald Trump, amante de todo tipo de restricciones aduaneras y políticas que compliquen la vida a los competidores externos, de vuelta al ruedo como candidato republicano, tan sobrado que desprecia todos los debates en pleno proceso de nominación. Otra cosa es que Trump sea el inspirador de esta forma de hacer política adelantando líneas para sembrar debates polémicos a golpe de barbaridades en las que al final, todo cambia.
¿Qué hará la derecha boliviana? Sigue siendo una incógnita, proliferan actores con discurso libertario y fascinados por Milei. Que nadie pierda de vista a Tuto.
El Estado unitario
La otra derivada de la intríngulis española tiene que ver con el peso de los partidos nacionalistas y su desafío a la igualdad que se presupone rige la constitución de cualquier Estado, por muy federalista o unitario que sea. En España esto no pasa por la Constitución pactada en la transición 1975 – 1978 que, cabe recordar, tuvo lugar tras la muerte del dictador Francisco Franco y por ende, supuso algo así como una acomodación de los poderes de la dictadura a las exigencias de la Europa moderna, sin Ley de punto final pero sí con su Ley de Amnistía que obligó a olvidar los crímenes de la dictadura y los de la resistencia en una equiparación sin parangón. Aquello supuso también dar una serie de privilegios a las regiones más pobladas y más poderosas económicamente para viabilizar la transformación, algo que tiene todo el paralelismo con lo sucedido en Bolivia y la inclusión del proyecto autonómico en la Constitución de 2009.
Los procesos de autodeterminación, quizá por los efectos de la pandemia, se han acelerado en todo el mundo, aunque parezca una contradicción respecto al mundo globalizado. Hay formas y formas de posicionarse ante ellos:
- Esta semana, Emanuele Macron, presidente de la nación tal vez más centralista del mundo, se fue a la siempre independentista Córcega para defender efusivamente la riqueza plurinacional de los pueblos, seguramente ensayando una justificación ante la pérdida de influencia en el Sahel, pues los países africanos parecen decididos a completar su descolonización aún bajo la sospecha de injerencia rusa.
- Mientras tanto, Hong Kong es una bomba de tiempo en la concepción China de sí misma. Y sus enemigos lo saben.
- En Bolivia, de momento, el gobierno ha desarticulado las aspiraciones cruceñas de establecer “una nueva relación con el Estado” luego de invocar el derecho a la autodeterminación en el cabildo del 13 de noviembre de 2023: Sin gobernador, sin banco Fassil, con un interventor caído por la ventana y la negociación permanente de los cupos de exportación desaniman a cualquiera. Por el contrario, el crecimiento cruceño es imparable y más allá de las restricciones, Creemos ya es una experiencia de partido regionalista con capacidad de bloquear las decisiones importantes. Con seguridad irá a más.
Breves pero importantes
- A menudo las socialdemocracias y sus partidos se lamentan de que hacer frente al avance “despiadado” de la derecha y sus involuciones, que han dado con la tecla populista en la batalla cultural para arrastrar masas. En esas, el octogenario Joe Biden – que ya dio su receta hace unos meses a los empresarios que lamentaban la falta de mano de obra: “pagarles más” – se fue a Detroit a marchar con los trabajadores de la industria automovilística que exigen más y mejores derechos. Wow.
- La desaparición de un país no parece ser tarea fácil, pero Nagorno Karabaj ha desaparecido en apenas una semana después de 30 años de conflicto. El enclave armenio dentro de la Republica de Azerbaiyán había resistido en el complejo equilibrio post soviético gracias a la vigilancia activa de Rusia, pero ya no va más. Los focos de atención se han dispersado y nadie quiere meterse en problemas. Las autoridades se rindieron en 24 horas de bombardeos ante el mutismo de la comunidad internacional y en una semana se ha firmado la disolución. Al menos hay 17.000 desplazados y lo que parece ser un mensaje para eventuales aventureros secesionistas en toda la región.
- El precio del petróleo sigue siendo un quebradero de cabeza en el mundo a expensas de que los poderosos definan qué es lo que quieren de él. Esta semana se ha evidenciado formas burdas de cómo países con sanciones políticas sobre su producción de crudo eluden esas sanciones mientras los propios sancionadores hacen la vista gorda, pues su retirada haría subir aún más los precios por la escalada de la demanda. Puedes leer más detalles aquí, pero sin duda que Bolivia contiene la respiración hasta la reunión de la OPEP de finales de año, donde se definirá el rumbo.
- Recta final para la elección argentina donde las encuestas siguen sosteniendo a Javier Milei en el primer lugar y descolgando a Bullrich, justamente la derecha tradicional. Veremos la capacidad del peronismo de Massa, con el kirchnerismo prácticamente enterrado, qué es capaz de hacer con ese voto conservador que se asusta del libertario.