El sistema de salud y la autonomía

La gente se está muriendo y para evitarlo nunca hizo falta más cemento, sino más máquinas y más médicos. Precarizar aún más el servicio es una temeridad

Aprender a usar el sistema de salud público es una de las grandes deficiencias en el país. Tiene mucho que ver con nuestra cultura informal, pero también con las limitaciones propias de un sistema del que nadie se hace cargo de forma integral y de los hábitos desarrollados por la coexistencia con los sistemas privados y de seguro social, donde tampoco se ha logrado inculcar un sistema ordenado de derivación.

Por lo general las postas de salud han sido demonizadas, y aunque sus infraestructuras han sido mejoradas sustancialmente y ha habido épocas en las que se encontraban bien dotadas de material y personal, la creencia de que no ayudarán a resolver los problemas han llevado históricamente al colapso de los hospitales.

La atención primaria permite, más que curar, establecer buenos hábitos de salud para los ciudadanos y dar las pistas suficientes de la comunidad para anticipar las situaciones

El epicentro del sistema es “la ficha”, madrugar lo suficiente para lograr una u otra en función del autodiagnóstico, y en el caso de encontrar una negativa, siempre queda la posibilidad de acudir al privado para encontrar la solución que se requiere. Así, las historias clínicas de los pacientes están “descentralizadas”, es decir, por lo general incompletas, lo que impide a los profesionales tomar mejores decisiones.

Hay muchas causas que provocan esta situación, pero tampoco es que se hayan hecho los esfuerzos suficientes para explicar los beneficios del sistema que parte de la posta. La atención primaria permite, más que curar, establecer buenos hábitos de salud para los ciudadanos y dar las pistas suficientes de la comunidad para anticipar las situaciones. Conocer al médico y que el médico conozca a los pacientes y sus familias adelanta en mucho los diagnósticos y permitiría ser más eficiente en el manejo de las situaciones críticas.

Obviamente la “perfección” del sistema requiere de profesionales probos y dedicados, que traten a los pacientes como personas y no como números, o peor, como clientes, tanto en la atención primaria como en la atención de segundo y tercer nivel. Es verdad que la falta de información previa sistematizada dificulta los diagnósticos y que la falta de equipos especializados dificulta la atención, pero todos los galenos están preparados para esas situaciones.

En Tarija pasaron los buenos tiempos de recursos económicos y dejó un puñado de hospitales de grandes dimensiones. Algunos ni siquiera funcionan, como el Hospital Oncológico; otros como el Materno Infantil o el hospital del Gran Chaco funcionan con una capacidad muy limitada. Además muchos hospitales de “Segundo Nivel” han tenido más inauguraciones que especialidades funcionando y algunas postas en el Chaco son más grandes que el San Juan de Dios. Algo no funciona.

La autonomía, lamentablemente, no fue bien diseñada en la Constitución y nadie asume la responsabilidad de verdad. El diagnóstico realizado entre los municipios y el Servicio Departamental de Salud para tratar de poner orden en el desconcierto y exigirle soluciones concretas al Ministerio de Salud es un buen primer paso que ojalá no se diluya. La crisis en el sistema sanitario es fuerte. La gente se está muriendo y para evitarlo nunca hizo falta más cemento, sino más máquinas y más médicos. Precarizar aún más el servicio es una temeridad.


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