Un papa para el siglo XXI
Francisco ha puesto el listón alto y los cardenales tienen desde mañana la obligación de darle al mundo Católico un nuevo papa apropiado para los desafíos de este tiempo
Arranca este miércoles un Cónclave que obviamente promete ser histórico, porque todos lo son, pero que va a adquirir un impacto mediático mayúsculo. El papa Francisco ya asumió con Facebook hegemonizando la vida social y twitter como hervidero de coyuntura política, pero hoy cumplen un papel mucho más determinante entre la opinión pública, y aunque es evidente que los Cardenales no van a buscar inspiración divina en TikTok, tampoco hay duda de que la función de la Iglesia pasa por conectar con su comunidad.
Francisco lo entendió perfectamente, y aunque su vocación por la austeridad venía de lejos y tenía claro que quería despojar a la Iglesia de esos ritos ostentosos que tanto han dañado su credibilidad y capacidad de acción, tuvo la habilidad de saber comunicarlo de forma adecuada en el siglo XXI. Francisco era más pastor que teólogo, pero cuando escribía sabía titular y cuando era entrevistado sabía dar titulares, mensajes de impacto en formato de tuit y sobre todo, comunicaba esa autenticidad que tanto se les reclamaba a muchos de los políticos en liza que tienen tantos dejes de actor.
Francisco, sin embargo, optó por radicalizar el mensaje de Jesús, sus enseñanzas de paz y reconciliación y puso la exigencia en ser “buenas personas” al tiempo que denunciaba la inmoralidad del capitalismo salvaje
Las deliberaciones de las congregaciones generales no son secretas, pero ha trascendido poco. En ellas participan todos los cardenales y algunas otras piezas de la diplomacia vaticana y básicamente sirven para hacer análisis del momento que vive la Iglesia, de sus desafíos y de las habilidades que requeriría tener el nuevo papa en ese contexto. Han servido también para que se conozcan unos a otros, pues Francisco ha renovado profundamente el colegio cardenalicio y ha nombrado cardenales de lugares remotos, con poco roce en el Vaticano, lo cual puede augurar también alguna que otra sorpresa.
Por lo general, los expertos en temas eclesiales destacan que con Francisco se logró detener la sangría de feligreses que se venía experimentando desde el final del papado de Juan Pablo II, que fue agónico, y durante el papado de Benedicto XVI, el cardenal Ratzinger, muy doctrinal y teólogo, pero tan frío que no logró conectar ni con los mayores ni mucho menos con los jóvenes.
Algunos señalan que en esos años se apostó por dar mayor rigidez a los ritos y recuperar la exigencia frente al avance de las iglesias cristianas y el férreo armazón del Islam, que ganaba terreno montado en la migración. Fueron los tiempos en los que la Iglesia encabezó marchas “contra” y no a “favor de”. Francisco, sin embargo, optó por radicalizar el mensaje de Jesús, sus enseñanzas de paz y reconciliación y puso la exigencia en ser “buenas personas” al tiempo que denunciaba la inmoralidad del capitalismo salvaje.
Volviendo a las redes y su impacto, obviamente logró formar también un militante grupo de críticos que lo atacó de toda forma y posibilidad, aunque luego hicieran cola para ser recibidos en audiencia.
Como sea, los cardenales tienen desde mañana la obligación de darle al mundo Católico un nuevo papa apropiado para los desafíos de este tiempo, que gustan definir como apocalípticos, pero que seguramente no son tan distintos de otros ya superados. De ahí que la decisión de la Iglesia, con sus 2000 años de historia e influencia en la sociedad occidental, dará pistas sobre el rumbo previsible, aunque sea de forma simbólica.