La democracia y los partidos

En Bolivia la tradición partidaria se derrumbó, pero no se debería consentir que tener una sigla se convirtiera en un negocio

Una de las grandes fallas de nuestra democracia es la ausencia absoluta de institucionalidad partidaria, que si bien es un problema institucional ha derivado además en un mercadeo intolerable, carente de cualquier moral.

Los partidos son un invento antiguo pero muy útil, servía para agrupar a la gente que quería participar en política por sus ideas y no por sus colores, sus dineros o su lugar territorial. Básicamente contaban con Estatutos Orgánicos que los definían, pero además, los partidos más activos, contaban con numerosos documentos de posicionamiento sobre temas concretos, fruto de la reflexión y la discusión interna.

Después, quien más quien menos, contaba con cierta democracia interna que se empleaba para definir los cuadros de mando y los candidatos. Nadie lograba ser presidente por pura resistencia, sino que tenía que representar ciertos valores y reunir ciertas condiciones para ser elegido de entre sus iguales.

Los partidos no son y no eran estructuras monolíticas donde todos debieran pensar lo mismo siempre, pero sí se mantenía una orientación común mínima respecto a los grandes asuntos

Obviamente los partidos no son y no eran estructuras monolíticas donde todos debieran pensar lo mismo siempre, pero sí se mantenía una orientación común mínima respecto a los grandes asuntos: libertad individual, igualdad de oportunidades, función del Estado, etc. Obviamente ha habido familias que han dominado partidos durante décadas, y ha habido millonarios que han construido su instrumento político a partir de su propio criterio donde las bases han sido más bien funcionarios o directamente, feligreses, sin ninguna capacidad de participación y no solo porque el partido tuviera dueño, sino porque sin ideología, el posicionamiento depende del humor del líder y la recomendación táctica del consultor de turno empapado en encuestas.

Bolivia no ha sido la excepción, de hecho ha sido pionera en muchas prácticas políticas y partidarias que después se han replicado en otros lugares. El MNR, que hoy sigue siendo el único partido con cierta institucionalidad real, o el MIR de los 70-80 fueron ejemplos de lo que es la política partidaria, con grandes pugnas y también grandes giros ideológicos tomados en esa tensión entre líderes y militantes. Bolivia también fue ejemplo de cómo un sistema institucionalizado de partidos alejados de sus bases acaba siendo arrasado.

El MAS no es un partido en sí mismo, sino una comunión de intereses sectoriales muchas veces contrapuestos que requieren de mediación. Los movimientos sociales aunados en el MAS - IPSP aupó a Evo Morales al poder y fue luego Morales y sus cercanos quienes trataron de darle vida orgánica al MAS, y ahí se evidenció la tendencia caudillista y las mismas taras de décadas atrás.

En cualquier caso, lo que en inconcebible es que cada elección se abra el mercado persa a la vista de todo el mundo, habilitando y deshabilitando siglas y aprobando partidos que carecen  de verdadera vida orgánica y presencia social, y simplemente responden a una suerte de plan de negocios de sus propietarios.

La democracia es algo más que una formalidad y ni cumplir las normas te da legitimidad, ni carecer de estructura – o plata para comprar una sigla – te debería dejar fuera de participar en la disputa política. Es obligación del Estado fortalecer la institucionalidad, pero no debería dejarse engañar.


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