Las palabras de Francisco
El papa argentino llevó a la Iglesia al siglo XXI enfrentando sus grandes lacras y apostando claramente por los pobres y la comunidad, aunque le haya granjeado muchos detractores
La muerte del papa Francisco al día siguiente de dar el Urbi et Orbi del domingo de Pascua ha sido algo así como el colofón a un papado en extremo simbólico y que ha logrado traer a la Iglesia Católica al siglo XXI, incluida esa forma de polarizar y enervar a aquellos con los que se discrepa.
Jorge María Bergoglio fue electo el 13 de marzo de 2013 acumulando muchas primeras veces: Fue el primer papa Latinoamericano, el primer papa jesuita y el primero que eligió de nombre Francisco, con todo el simbolismo que ese nombre ha aportado siempre en el catolicismo.
El hombre de los símbolos empezó rápido a dar ejemplo: renunció a los lujos, incluida la residencia papal, para dar una imagen de más cercanía, algo que ha mantenido invariablemente a lo largo de todo su mandato.
Francisco fue un soplo de aire fresco dentro de una estructura anquilosada que se moría tras la larga agonía del papa Juan Pablo II y la hierática flema de su sucesor, Benedicto XVI, que prefirió renunciar antes de enfrentar los desafíos de estos tiempos. En aquel momento dos asuntos carcomían a la iglesia desde dentro: el oscuro entramado financiero que siempre dio que hablar, pero que se volvía insostenible en estos tiempos de redes y comunicación horizontal, y por lo mismo, el asunto de los abusos y la pederastia dentro de la Iglesia.
Francisco no se anduvo por las ramas y decidió aplicar mano dura y sentido común: todas las denuncias debían ser remitidas inmediatamente a las autoridades civiles competentes mientras se tomaban las medidas preventivas para los feligreses, no para la Iglesia, mientras se esclarecía la verdad. Más simple imposible aunque al parecer no se les había ocurrido a centenares de obispo, que aún hoy siguen tomando intrincados caminos para tratar de silenciar los escándalos.
Francisco le ha dado contenido y horizonte y lo ha hecho con esa característica suya tan personal, siempre dispuesto a bromear, pero incapaz de disimular sus emociones
Igual de contundente fue con el tema financiero y en general de la estructura de la Iglesia. Reformó los principales órganos y abrió el Colegio Cardenalicio a muchos países.
Obviamente todo esto le fue generando enemigos por doquier, aunque no tantos como el primer sínodo de la familia en 2014 cuando instruyó permitir la comunión a los divorciados o bendecir a las parejas del mismo sexo (solo bendecir) y sus muchas y generosas reflexiones posteriores reivindicando una Iglesia de paz y amor, de misericordia y de comunidad, frente a conductas egoístas y otras villanías: El medio ambiente y la migración se convirtieron en habituales caballos de batalla, y después, nadie ha hablado tan claro como él sobre lo que sucedía en Gaza y en otras partes del mundo.
Francisco entró a Twitter y en muchísimas discusiones, aunque al principio se le tildó de “colaboracionista” con la última dictadura argentina, pocos meses después se le tildaba de “zurdo comunista” y un presidente muy cercano que acabó peregrinando varias veces hasta el Vaticano llegó a decir que era “la representación del maligno en la tierra”.
Ahí Francisco también dio varias lecciones, pues entendía la comunicación de la política de hoy como nadie, y también la aprovechaba. Sin duda Francisco ha traído la Iglesia a este siglo más allá de las eternas discusiones sobre sus dogmas y doctrinas que llevan siglos de retraso. Francisco le ha dado contenido y horizonte: la opción por los pobres, el amor como fuerza motriz, la justicia como camino irrenunciable, y lo ha hecho con esa característica suya tan personal, siempre dispuesto a bromear, pero incapaz de disimular sus emociones.
Bergoglio ha sido un capítulo luminoso y seguramente disruptivo en la institución clave de la cultura occidental y que sin duda seguirá escribiendo su larga historia. Que Dios lo tenga en su Gloria y que sus enseñanzas iluminen nuestros caminos.+