Campañas adultas
Sería positivo que los candidatos depongan actitudes infantiles y caprichos abstractos y empiecen a respetar la inteligencia del pueblo boliviano
La situación del país es crítica, y probablemente no tanto por el asunto económico, que también, sino por el grave deterioro institucional y las permanentes amenazas a la democracia que se viven en los diferentes niveles de la sociedad. El asunto se puede tomar más o menos a broma y cualquiera puede sentirse capacitado para tomar las riendas del país, pero lo cierto es que Bolivia merece mucho más respeto en su bicentenario.
De un lado tenemos a un expresidente al que el Tribunal Constitucional Plurinacional le ha vetado expresamente la participación en las elecciones que insiste en que igualmente lo será y mantiene en vilo a todo su entorno sin querer dar un paso al costado sabiendo que en las actuales circunstancias es inviable.
Bolivia se juega bastante en las próximas elecciones, pero los discursos apocalípticos sobran, y también los mesiánicos
Del otro lado tenemos a ese mismo TCP, con la mitad de sus miembros auto prorrogados por decisión propia, que han interpretado que la constitución prohíbe la reelección en todas las circunstancias y no la limita a una sola vez de forma consecutiva, como textualmente dice, justo el mismo argumento que maneja el gobierno formado por la otra mitad del MAS.
Además tenemos una pléyade de candidatos que se lanzan a ser “presidentes”, la mayoría sin sigla, muchos sin trayectoria, otros con demasiada como para representar algo nuevo y algunos que ni siquiera pueden presentarse en su pueblo.
El colofón es la participación “externa” de un empresario millonario afincado desde hace años en Estados Unidos que pone en línea a todos los aspirantes e insiste de forma vehemente en que quiere ayudar “al próximo presidente de Bolivia” luego de haber encargado un plan de país a expertos de Harvard y poner ofrecer su plata mientras insiste en que “no tiene intención de hacer negocios en Bolivia” sabiendo lo que pasa cuando se insiste mucho en estas cosas por muy millonario que se sea.
Bolivia se juega bastante en las próximas elecciones, pero los discursos apocalípticos sobran, y también los mesiánicos. El pueblo boliviano ha demostrado en numerosas ocasiones su habilidad ante las ánforas, y también, una capacidad innata para olfatear las estafas programadas, vengan de donde vengan, nada diferente debería suceder el 17 de agosto. Al tiempo.
El debate abierto que más polariza a la población, según las encuestas, es el de la economía: la ausencia de dólares, el encarecimiento de la canasta alimentaria y aunque menos, las dificultades de acceso a la vivienda digna. Los políticos sin embargo hablan desde otra perspectiva, la de la participación del Estado en la economía para tomar las olas trending a nivel continental e identificar rápidamente a un culpable, obviando los 20 años de gestión y a la enorme cantidad de personas que las han vivido y a las que no hay que explicarles demasiado sobre el pasado, porque lo han padecido primero y vivido después. Los datos siguen estando ahí.
En esas, sería positivo que los candidatos depongan actitudes infantiles y caprichos abstractos. La campaña presidencial no es un desfile de moda ni hay ninguna promesa filial por cumplir que haga que alguien se sienta con más derechos. Basta con enfocar el asunto como adulto, tratar a los bolivianos como adultos y asumir que es el pueblo quien finalmente tomará las decisiones, por muchas ganas que unos y otros pongan en obtener el poder “porque sí”.