Alambrados para mantenernos alejados

En este lado del mundo se propugnaba la ciudadanía universal, hasta que se ha empezado a construir muros y alambradas “por seguridad”

Probablemente la migración sea el efecto más directo de las políticas de libre mercado, tal vez el más crudo: si como muchos defienden, las aduanas no deberían existir para los productos y ni siquiera para las empresas, no debería tener lógica establecerlas para las personas, pues como los precios y los servicios, la migración la regularía esa “mano invisible” del mercado que es sabia si actúa en libertad.

De hecho, la migración bien parece una evolución eficiente del antiguo mercado de esclavos, pues son los interesados quienes costean sus viajes incluso pagando cifras desorbitadas a las mafias, para acabar llegando a un país que tal vez lo necesita o tal vez no, pero que mientras lo decide le sacará el mejor partido posible, subempleado en trabajos de riesgo o hacinado en campos de concentración que sirvan como efecto disuasorio. El esclavo era mercancía, el migrante es “libre” en su toma de decisiones, aunque las condiciones no disten tanto.

En los últimos años el discurso anti migración ha vuelto a ponerse en primera plana, seguramente por un interés electoral de las élites dominantes. En un mundo individualista y cada vez más expuesto, la frustración hay que canalizarla. No deja de ser curioso que los del escalón de abajo miren con admiración a los de arriba pero canalicen sus resentimientos hacia lo de aun más abajo, como si ellos fueran los responsables de no llegar arriba a pesar de sus esfuerzos y méritos.

En esa distopía el migrante es el objeto de la ira, el migrante en general por mucho que se insista en ponerle el apellido “irregular” o “ilegal”, porque en realidad es cualquiera venido de fuera que ocupe mejores puestos de trabajo o amenace el propio mejorando condiciones, es decir, precarizándolas, algo que le conviene sobre todo al escalón de arriba que siempre busca la forma de recortar gastos para seguir disfrutando de un tren de vida infinitamente superior al del 90% del planeta.

¿Cómo no se va a migrar? Todo el mundo tiene el derecho a buscar mejores condiciones para su familia, incluso cuando esto es una de las grandes lacras de los países en vías de desarrollo como el nuestro y el resto de nuestro de continente: millones de personas, sobre todo jóvenes, sobre todo formadas – no migran los más pobres -, las personas que deberían poner en marcha el país y asumir los desafíos del futuro, se pierden.

Aun así todo parecía estar claro en este lado del mundo: se propugnaba la ciudadanía universal y se defendía el libre tránsito y la asistencia al migrante, aunque fuera por simple solidaridad con nuestros parientes aventureros, hasta que de repente el ministerio de Gobierno boliviano acordó levantar vallas con Chile y el gobierno argentino empezó a licitar alambrados para la frontera con Bermejo. Y no pasa nada.

La globalización ha podido fracasar como modelo, pero el planeta no deja de ser unan casa común. De todos. Las desigualdades entre países son cada vez más enormes, y hurtar a su “mano de obra barata” o a sus profesionales más capacitados no va a resolver el problema, al contrario, y construir muros entre nosotros tampoco va a evitar nada. Simplemente nos mantendrá alejados. Como si ya lo estuviéramos poco.


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