Vivienda y necesidad

En estos tiempos de incertidumbre, es necesario evitar que la infravivienda sea la única salida para las familias ante la especulación inmobiliaria

Los sociólogos de esta parte del mundo no se ponen de acuerdo a la hora de determinar las causas ni en qué grado eso repercute en el desarrollo personal, y de hecho hay un gran debate alrededor de si realmente “el sueño de una casa propia” no es en realidad un “sueño” importado que, sobre todo, logra incorporarte de forma permanente al sistema: deudas, trabajo estable, cuidado subcontratado, etc.

Lo normal no siempre es lo natural, y lo que deseen algunas personas no tiene por qué convertirse en aspiración para el resto de sus iguales, sin embargo, convengamos que tener un espacio privado donde dormir seguro, bien de forma individual o bien en familia, es cuando menos una buena idea en la que confluye tanto la libre voluntad del que sale del “nido”, como de los progenitores o análogos que ejercieron el cuidado.

Pese a los datos demográficos negativos y la abundante cantidad de suelo disponible, los precios de la vivienda siguen altos

La psicología define la madurez como la etapa de la vida en la que la persona puede hacerse cargo de su proyecto de vida autónoma, aunque evidentemente en eso hay numerosos factores que lo acaban condicionando, se presupone que en igualdad de condiciones debería ser una aspiración evolutiva natural del ser humano.

En Bolivia hay una serie de condicionantes que han venido dificultando la autonomía de los jóvenes y sus inicios de vida autónoma: los altos índices de embarazo adolescente, las altas tasas de divorcio o separación, la ausencia de políticas públicas que garanticen el cuidado de dependientes, sean menores, mayores o discapacitados han propiciado que la opción de vivir en la familia ampliada sea una de las más frecuentes. Lo fue en el Censo de 2012 y, aunque se esperan datos oficiales del de 2024, se sospecha que la convivencia de varias generaciones familiares – tíos, abuelos, padres, primos, etc., - bajo el mismo techo sigue siendo común.

El resto tiene que ver con el mercado y su “mano invisible”, que durante años propició asentamientos, loteamientos y ocupaciones; también construcciones en altura; urbanizaciones en la punta del cerro; divisiones extremas de las propiedades familiares; alquileres de precios desorbitados; alquileres desorbitados en infraviviendas; anticréticos de alto riesgo en peligro de extinción; compras de lotes; compras de lotes caros y minúsculos; autoconstrucciones en lotes a plazos o a intereses comerciales y un amplio etcétera de otras soluciones que se han aplicado y se siguen aplicando en este país precisamente para cumplir esa premisa a la que se supone aspiramos.

En medio de esta inmensa variedad de “soluciones” y vistos los datos de habitabilidad, los de formación de familias y los de natalidad, y más teniendo en cuenta que todos los municipios, pero especialmente Tarija, ampliaron su mancha urbana hasta límites insospechados con la esperanza de bajar los precios del suelo urbanizable – o eso se suponía -, los precios siguen subiendo en estos tiempos de crisis económica donde se supone se busca refugio en bienes raíces, pero que pueden acabar estallando en burbuja.

En estos tiempos de incertidumbre, sería necesario que las autoridades pongan atención para evitar que la infravivienda sea la única salida para las familias ante la especulación de un sector clave para la vida.


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