El espejo venezolano
La oposición venezolana se parece a la nacional en su característica y en su disputa interna; también el chavismo parece haber extraviado su hoja de ruta original
Saber qué sucederá el próximo 10 de enero en Venezuela es una de las grandes incógnitas del mundo diplomático y político internacional de este comienzo de año, y en Bolivia interesa especialmente por las muchas similitudes entre ambos regímenes, sobre todo en estos años más recientes, por cómo se ha deteriorado la institucionalidad democrática en Bolivia.
Para unos no pasará absolutamente nada: Nicolás Maduro tiene perfectamente controladas a las Fuerzas Armadas y ningún país, a estas alturas del siglo XXI, es capaz de movilizar sus ejércitos contra otro Estado de estas características. Para otros es el momento de la acción, como ha clamado María Corina Machado: Es verdad que hay fuertes especulaciones sobre las posibilidades de que algún ejército de mercenarios tipo Silvercorp, como el grupo Wagner ruso pero financiado por capitales estadounidenses, busque vías de entrada; es verdad también que el gobierno de Donald Trump se espera esta vez más injerencista tras la elección de Marco Rubio como secretario de Estado y es verdad también que las amenazas sobre la Guayana por el territorio en disputa del Esequibo ha hecho sonar las alarmas entre las petroleras con grandes intereses en esa parte, pero de momento no pasa de eso.
Corina Machado ha llamado a una movilización general para “ese día” sin dar demasiadas claves por motivos evidentes. Su poder en las redes le permite ese tipo de interacción de forma efectiva, aunque es cierto que las movilizaciones desde julio no son ni de lejos las que hace cinco o seis años: siete millones de migrantes no son en vano.
En Venezuela se había estudiado a fondo el caso boliviano de 2019. La oposición sabía que la clave estaba en las actas y esta vez – supuestamente – hizo un trabajo minucioso para recopilar una parte significativa. A diferencia de Carlos Mesa y el resto de opositores que gritaron fraude, estos sí tenían el respaldo contundente. La respuesta del oficialismo, sin embargo, fue más desafiante todavía: denunciaron un hackeo que supuestamente invalidaba esas actas, pero lejos de admitir una repetición electoral – como sí concedió Evo aquel 10 de noviembre cuando ya era tarde – dieron por ganador a Nicolás Maduro, los poderes del Estado lo avalaron y nadie movió un pelo ni entre los policías ni entre los militares. Al menos hasta el momento.
Los más contemplan que la oposición organice un Gobierno paralelo en el exilio, aunque como sucedió con Juan Guaidó, los efectos suelen ser muy limitados. La otra posibilidad es que de verdad haya una rebelión popular y el gobierno se desmorone. En las casas de apuestas hay poco optimismo al respecto.
La oposición venezolana se parece demasiado a la nacional, en su característica representativa y también en su incapacidad de articular un proyecto viable entre tanto ego. También el MAS se parece demasiado al chavismo de Nicolás Maduro, enfocado en mantener el poder a toda costa sin recordar muy bien para qué llegaron hasta ahí. Como fuere y pase lo que pase, el mundo está atento y los bolivianos especialmente expectantes. La viabilidad de la alternativa sigue en disputa.