Iván Lima, planes fallidos

Todos los planes del exministro de Justicia, tanto en su cartera como a nivel político, le han salido mal y ha contribuido al hundimiento de la popularidad del gobierno y a la fractura en el MAS

El ministro de Justicia Iván Lima ya es historia. Él mismo publicó su renuncia en sus cuentas de las redes sociales antes de que el presidente Luis Arce nombre a su sucesor, un procedimiento que no es habitual, pero entra en el esquema de personalidad de Iván Lima, siempre convencido de su infalibilidad.

Como suele pasar en estos casos, nadie acaba de creer del todo sus argumentos, porque en estos casos suele ser más importante el momento y el contexto que las mismas razones.

El entorno de Lima ha venido filtrando rumores de renuncia desde hace varios meses. Incluso años. Puestos en la escala temporal, cada uno de ellos solía preceder a la presentación de alguno de sus planes políticos que al final obtuvieron el visto bueno para proceder casi a presión, por lo que más se parecen a ultimátum que a renuncias.

Y es que la función de Lima ha sido cualquier cosa menos discreta, y no precisamente por lo que tiene que ver con su cargo, sino por ser precisamente el ariete contra el expresidente Evo Morales en su intención de repostular a la presidencia del Estado.

Lima aterrizó en el cargo con intención de reformar la Justicia, que ya para entonces era el poder más vilipendiado del Estado. Aprovechó su imagen de “independiente” o “verso suelto” para crear una mesa “plural” con la que pactar las reformas. Invitó a Rodríguez Veltzé, pero fue este el primero en dar un paso al costado advirtiendo que aquello no llevaría a ningún sitio, y así fue. En tres meses se había dado carpetazo al asunto.

Lo mismo sucedió con la reforma de la Ley 348, que pronto se advirtió que lo que pretendía era una ley regresiva, y también hubo incómodos silencios con aquel escándalo que descubrió a centenares de presos comunes y de delitos graves y muy graves: violadores, feminicidas, etc., que habían accedido a prisión preventiva por oscuros contubernios de jueces, fiscales y abogados. Hubo ruido, pero lo cierto es que sigue sucediendo.

A mitad de mandato Lima ya era el ministro exclusivo para los asuntos de Evo Morales. La sentencia 1010 no lleva su firma, pero sí su razonamiento, y fue el primero en señalar que aquel comentario inserto en la sentencia sobre la reelección indefinida impediría que Evo Morales volviera a ser candidato. Aquello le costó demasiado al Gobierno, pues Lima se convirtió en el paladín defensor de la auto prórroga de los magistrados del TCP, que si bien concedieron algunas interpretaciones favorables para las aspiraciones de Arce y Lima, sobre los Congresos del MAS, por ejemplo, nunca se pronunciaron sobre el fondo de la cuestión.

Tampoco le ayudaron a Lima en lo que fue su estrategia final, casi a la desesperada, para cumplir con el “encargo” de inhabilitar a Evo: el 6 de agosto, en el discurso más importante que brinda el presidente a Bolivia, Luis Arce anunció un referéndum que a priori cerraría algunos debates. La jugada parecía prometedora y exitosa, pues le permitía a Arce recuperar la iniciativa, pero todo cambió cuando se evidenció que era Lima el cerebro de aquella operación que, para empezar, se basaba en otra interpretación de la CPE por parte de los auto prorrogados sobre cómo se podía convocar un referéndum constitucional.

El arreón no duró ni una semana y el presidente quedó en evidencia ante el mundo entero, pero arreciaba el pulso del evismo y no era momento de cambiar ministros. Ahora ya sí. Lima no ha logrado siquiera acercarse a la proscripción definitiva de Evo Morales, pero sí ha logrado dinamitar la credibilidad del gobierno de Arce, atrincherado tras el TCP mientras fue favorable, y sobre todo, llevar al MAS al borde de su escisión total. Puestos a pensar en poderosos intereses ocultos cabría preguntarse si hay alguno de esos aquí.

Como fuere, la “renuncia” de Lima, que bien parece un cese indulgente, llega tal vez en el último momento que tiene el MAS de reencontrarse. Para unos es una concesión, para otros un gesto. Está por ver la reacción de Evo Morales, que tal vez se guste en su éxito y redoble la apuesta.

Llevamos años advirtiendo que la Justicia boliviana ha tocado fondo y siempre va a peor, pero es posible que esta vez no tenga mucho más donde caer. Se viene una nueva elección judicial, un nuevo Fiscal y tal vez, una voluntad real de hacer que las cosas funcionen. Muy mal lo tendría que hacer el nuevo ministro para no elevar el listón.


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