El censo, la distribución y las periferias olvidadas
Distribuir los recursos implica un enfoque de cohesión y solidaridad, pero el populismo se impone
Los resultados del Censo, como era previsible, han caído mal a casi todo el mundo, aunque no por los motivos previstos. O al menos no solo: en total se ha contabilizado un millón de personas menos de lo que las previsiones del INE indicaban hasta hace unos meses y lo cierto es que nadie esperaba ser tan poco. Existen causas objetivas por los que los datos pueden ser tan dispares: la pandemia, una migración silenciosa pero persistente desatada a partir de 2016 con la caída de las regalías y por supuesto, una acelerada bajada de la tasa de fecundidad, pero es verdad que también hubo quien jugó sus bazas para restarle credibilidad al Censo, porque, por alguna extraña razón, la mayoría de los políticos y otros voceros “influyentes” se dieron la tarea de convertir el Censo en una suerte de partido de fútbol donde lo que importaba era “ganar”.
Nadie sabe muy bien cuál era el motivo concreto de alentar todas esas teorías de la conspiración sobre el uso de lapicera, sobre el rol de los censistas y otras burdas teorías más allá de abonar la permanente crítica sobre lo que los bolivianos hacemos, que hacen a la autoestima y al fin, a abonar la idea de que vivimos en un país de miércoles donde todo se hace mal.
Tampoco aquella osada campaña lanzada sobre todo desde La Paz criminalizando a todo aquel que por h o por b aquellos días tuviera que cambiar de ciudad o porque, en su legítimo derecho, decidió irse a censar donde nació o donde están criando sus hijos, o donde quiere retornar algún día y difícilmente podrá, porque todas las inversiones se hacen en las ciudades del eje que son las que se benefician de la inteligencia, la brillantez y la fuerza de trabajo de nuestros hijos nacidos y criados en la periferia a los que no les queda más remedio que buscarse la vida allá.
Seguramente aquellos que insistieron en que ese jueves había una docena de flotas más saliendo de la terminal que no visitan nunca, dirán ahora que los datos no son confiables porque “muchos” se fueron, pero lo cierto es que la movilidad fraudulenta es bajísima e imperceptible si se compara, por ejemplo, con la cantidad de estudiantes desplazados temporalmente a las urbes y que regresarán a sus pagos al acabar la universidad.
Tarija es una de las perdedoras en este esquema, aunque ha ganado mínimamente peso nacional con un crecimiento casi imperceptible pero que podría haber sido significativo si la burbuja del gas no hubiera quebrado en 2015 y se hubiera mantenido estable en lugar de encadenar una década de recortes sin ningún resultado.
Lo cierto es que después de lo numérico, que es técnico, y su aplicación en la distribución de escaños, que es también matemático, se aplique ahora o se aplique en 2030, con 130 parlamentarios o con 200, vendrá la verdadera discusión política, que es la de distribución de los escaños, y que tiene que ver con la distribución de recursos, y eso, con un modelo de país.
Seguir concentrando la población en el eje central, seguir masificando ciudades que además han perdido la creatividad y el objetivo, al mismo tiempo que se condena a las periferias a salvarse como puedan en medio de la jungla en la que se han convertido los pasos fronterizos, es una gran irresponsabilidad que los políticos de este país no deberían asumir.
Ojalá algún político valiente sea capaz de defender el país y no entregarse solo a las masas populistas que se enfangan en los localismos. Distribuir los recursos implica un enfoque de cohesión y solidaridad, y hacerlo de otra manera, tarde o temprano, tendrá consecuencias en la unidad de la Patria.