Todos subvencionan

Aunque los combustibles suelen estar grabados de impuestos en todo el mundo, también se aplican políticas para favorecer a los productores y transportistas en específico

Más allá de que el referéndum fracase o se imponga de alguna manera, debate sobre la utilidad o no de la subvención a los combustibles se mantiene en los términos de la inmadurez y la responsabilidad, es decir, sobre si es propicio que Luis Arce someta una decisión de este calado a referéndum o por el contrario, debería haber asumido la responsabilidad derogando la misma sin dilación.

Lo cierto es que la coincidencia en los enfoques de la mayor parte de la oposición causa curiosidad. Desde Carlos Mesa, que ajustó la medida impulsada por Bánzer, pero la mantuvo, hasta Evo Morales, que en el momento más poderoso de su historia intentó hacerlo y apenas tardo seis días en derogarla, insisten en que Arce, en la coyuntura actual, debería haber actuado por cuenta y responsabilidad propia y haber tumbado la medida.

El otro punto que da cierto rubor es la posición monolítica contra la subvención adoptada por todos los actores, no solo de la oposición, que precisamente presionan para evitarse el trago por si les tocara gobernar algún día, sino también en el Gobierno de Luis Arce, quien hasta hace cuatro días defendía su modelo económico sostenido precisamente sobre la subvención a los combustibles: todavía está en línea la separata especial de Ahora es Pueblo de febrero de 2024 destinada a asegurar que no levantaría nunca la subvención y sobre todo, a recordar aquel momento colorado de Evo Morales al que llama “neoliberal” detallando minuto por minuto lo sucedido en aquellos días de 2010 cuando levantó la subvención y el pueblo montó en cólera.

El gobierno que defendió a capa y espada hasta hace unas semanas los beneficios de la subvención, considera ahora que provoca “contrabando, daño económico al Estado, escasez de dólares y desabastecimiento de combustibles”, es decir, es la base de todos los males del país, algo en lo que coinciden el resto de opositores casi sin excepción.

Lo cierto es que el debate en Bolivia se está llevando de forma ciertamente interesada y conviene levantar la mirada, pues casi todos los países del mundo intervienen de una u otra manera en el precio de los combustibles o bien en el de los alimentos, que es uno de los principalmente afectados por el costo de los carburantes.

En América Latina hay diez países que subvencionan la gasolina, entre ellos Colombia o Ecuador, y otros que intervienen de manera indirecta, bien incentivando la actividad productiva para el mercado interno o bien regulando impuestos por actividad, ahí entran desde Chile y Argentina hasta Brasil, pero no son los únicos.

Es verdad que por lo general, la inmensa mayoría de los países del mundo no solo no subvencionan los combustibles sino que los graban de impuestos por aquello de contribuir a la construcción de infraestructuras y por aquello de penalizar el impacto al medio ambiente, pero al mismo tiempo, ese régimen fiscal permite enfocarse en los sectores más concretos: en Estados Unidos, sí, se subvencionan diferentes prácticas agrícolas y se bonifica el transporte en carretera de diferentes productores y en Europa ni más ni menos que el 50% de su enorme presupuesto se dedica a la Política Agraria Común (PAC) que permite que sus agricultores produzcan solo un poco más caro que en Sudamérica, pero con calidades de vida infinitamente superiores.

No es verdad que la única salida a la crisis económica del país sea retirar la subvención a los combustibles, como no es verdad que sin ella vaya a retornar una bonanza que se perdió al no invertir suficiente en hidrocarburos. Tampoco es verdad que la retirada vaya a ser el detonante de una hiperinflación. Nada es absoluto en la economía salvo la necesidad de detener gobernantes capaces de tomar decisiones y orientar los modelos a su éxito. No hay un solo camino, pero hay que definir bien el camino.


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