Los dólares y los acuerdos

Los múltiples eufemismos y mecanismos apuntados en los acuerdos con los empresarios mantienen de un lado la lógica desarrollista y de otro, las tesis liberales

En medio de un monumental ruido y con una coyuntura internacional cambiante, el gobierno de Luis Arce ha sentado en la mesa de diálogo a los principales empresarios del país. Primero fue el acuerdo más o menos genérico con los empresarios del final de semana y luego el acuerdo con la gran patronal del campo.

Ambos acuerdos tienen similitudes formales, pues se basan en propuestas de futuro que llevarán un tiempo más o menos largo para su aplicación y por lo general, no hay concreción. De un lado se renunció al control de capitales y por otro, a modificar el tipo de cambio, que no llegó a estar nunca sobre la mesa salvo en el discurso del presidente del 6 de agosto. La falta de letra pequeña implica incertidumbre más allá de la imagen de unidad frente a la crisis que se ha querido transmitir con las fotos oficiales.

Probablemente esa imagen es la mejor de las señales que se puede ofrecer hacia una sociedad que está básicamente dudando de todo, lo que se hace visible en la continua especulación sobre los precios de los productos, empezando por el dólar. La desconfianza es seguramente el factor clave en este momento, a un año de elecciones.

Lo curioso es que algunos siguen repitiendo el mantra del déficit fiscal alentando recortes en un Estado que es prácticamente inexistente

El acuerdo también ha dejado en evidencia los matices que el gobierno de Luis Arce le esta dando al “modelo”, pues esencialmente sigue protegiendo a los grandes capitales, a aquellos que se enriquecen con la especulación de los ahorros bolivianos en mercados del extranjero del ámbito financiero, y sobre todo, los grandes sectores productivos que consiguen grandes márgenes de beneficio gracias a la economía subvencionada, y que son los que más han celebrado que no haya “control de capitales”, tal vez la única medida introducida en el debate desde las mesas sociales y que ha sido directamente ignorada.

Los múltiples eufemismos y mecanismos apuntados en los acuerdos con los empresarios mantienen de un lado la lógica desarrollista y de otro, las tesis liberales que nunca han abandonado Bolivia por mucho que los inventores del proceso y sus acérrimos críticos opinen lo contrario. No es viable depositar en el Estado la responsabilidad de “crear” dólares y tolerar +que no se rindan cuentas de los que se utilizan para “crear” dólares en forma de grano de exportación o mineral “cooperativista”.

Lo curioso es que algunos siguen repitiendo el mantra del déficit fiscal alentando recortes en un Estado que es prácticamente inexistente y que probablemente sufre por el lado del gasto, porque hay funcionarios incapaces y burocracia inútil, pero sobre todo sufre por el lado del ingreso en un país en el que hablar de una reforma fiscal que introduzca impuestos es implanteable y que por ende, apenas queda garantizar una buena venta de los recursos naturales que afortunadamente aun quedan bajo la soberanía de Bolivia.

Probablemente el presidente tendrá que explicar más temprano que tarde hacia donde va el proceso de cambio y el modelo que una vez bautizó como Económico, Social, Productivo y Comunitario.


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