Las vueltas de la subvención

Es urgente encontrar mecanismos que permitan reducir la dependencia del transporte, y todo suma, incluso adecuar el subsidio a las reales necesidades

Desde enero, el Gobierno o cualquiera de sus entidades satélites como la ANH o YPFB habrán emitido comunicados asegurando que la provisión de hidrocarburos está totalmente garantizada al menos en una veintena de ocasiones y esa es precisamente la principal señal que invita a desconfiar.

Desde entonces, y también desde antes, se han esgrimido varias causas que provocan la escasez, como el contrabando, el desvío al narcotráfico o puntuales bloqueos de carretera y se han presentado algunas propuestas para evitarlo, que fundamentalmente tienen que ver con la vigilancia policial o militar de fronteras, que nunca resuelve el problema, y también algunos anuncios para mejorar la provisión. El último de ellos tiene que ver con la reciente visita de Luis Arce a Rusia, donde el presidente Vladimir Putin ha ofrecido esa posibilidad, que evidentemente le conviene porque los embargos provocados por las reacciones a la guerra de Ucrania le han generado cierto stock, pero que implica alguna complejidad técnica, porque se trata de refinados diferentes a los que se usan tradicionalmente.

Ni siquiera los más radicales liberal-libertarios se atreven ya a plantear la retirada traumática del subsidio y hablan de “gradualidades”

También se han analizado algunas medidas estructurales de sugestiva aplicación, como la de elevar los porcentajes de mezcla de biodiésel en los combustibles subvencionados e impulsado algunos proyectos de ampliación precisamente de esas plantas, sin embargo, todo lleva un proceso.

También se analizó autorizar el aprovisionamiento privado, sin subvención, de grandes cargamentos para grandes empresas y sobre la mesa sigue estando la posibilidad de liberalizar el mercado para que quien quiera pueda comerciar combustibles a precios del mercado internacional, pero nunca se llega hasta el final.

Donde siempre quedan planes sin hacer es en uno que reduzca de verdad la dependencia del vehículo privado, en implementar formas de transporte que mejoren la eficiencia y que permitan reducir las compras por parte del Estado y así, ahorrar la subvención, que es donde se genera el problema.

Es urgente encontrar mecanismos que permitan reducir la dependencia del transporte, y todo suma: desde apostar de una vez por el horario continuo, que reduce considerablemente los desplazamientos, hasta por implementar transporte público de alta capacidad para rutas principales que reduzca vehículos y trancaderas.

Retirar el subsidio sería seguramente una de las medidas que contribuyera más claramente a la reducción, pero generaría un problema social de magnitud no solo por el efecto de la inflación, sino porque son miles de ciudadanos los que se dedican al sector gracias a la subvención, pues de ninguna otra manera su trabajo sería rentable.

Ni siquiera los más radicales liberal-libertarios se atreven ya a plantear la retirada traumática del subsidio y hablan de “gradualidades”. Alguna de ellas, como la de retirarlo solo para los vehículos privados y no para los que tienen un uso profesional o comercial, se ve inviable por la falta de garantías en su aplicación y las innumerables trampas que se podrían hacer, pero por algún lugar hay que empezar.

Sin duda es tiempo de abordar el problema de fondo y dejar de patearlo con soluciones coyunturales y promesas. Nuestra producción cae y el dólar se encarece. No hacer nada solo muestra incapacidad.


Más del autor
Tema del día
Tema del día
La filosofía del bien vivir
La filosofía del bien vivir