El asedio a Tariquía

Poner en riesgo una reserva natural de este calibre por un poco de gas que no resolverá el problema a largo plazo no tiene sentido ni económico ni humano

 

Uno de los puntos más negros en la gestión reciente de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y su Ministerio de Hidrocarburos es la tenaz insistencia en entrar en la Reserva Natural de Tariquía, pues más allá de alguna información previa “esperanzadora” sobre la composición geológica, nada puede garantizar el éxito de un proyecto de tanto riesgo para el patrimonio natural.

Yacimientos maneja cifras magníficas, claro, estimando casi tres trillones de pies cúbicos (TCF) de gas convencional, lo que sería un 50 por ciento más de lo que tiene Margarita, aunque también conviene recordar que las estimaciones sobre el emblemático campo que desató la Guerra del Gas en 2003 quintuplicaban aquellas cifras.

Fue el hoy demonizado ministro Sánchez el que coordinó una reforma del Plan de Manejo de la Reserva de Tariquía a la medida exacta para que los pozos previstos quedaran “fuera”

La historia reciente de los fracasos es más que sonora. Algunas fueron muy bulladas, como la del pozo Boyuy X2, que se convirtió en el pozo más profundo del continente e irremediablemente improductivo, y aunque el ministro de Hidrocarburos de aquel entonces veía “un mar de gas” que nosotros no y arrastró al propio presidente Evo Morales a participar de aquel intento de manipulación. Fue un fracaso magnífico que además pagamos nosotros, como ha señalado el presidente de YPFB, Armin Dorgathen, pues fue el Gobierno el que le pidió a Repsol continuar con la perforación hasta los 8.000 metros de un pozo que a los 5.000 ya se sabía quera inviable, aunque de momento el presidente de YPFB no se ha “animado” a poner la denuncia correspondiente por los que a todas luces parece una conducta antieconómica.

Alguien aprendió de eso y el abandono del pozo Jaguar X6, al oeste de Entre Ríos, se hizo de una forma mucho más discreta, pero cuenta como fracaso igual, al igual que otros proyectos que no acaban de arrancar ni de informarse, como lo que esté sucediendo en Astilleros.

Fue el hoy demonizado ministro Sánchez el que coordinó una reforma del Plan de Manejo de la Reserva de Tariquía a la medida exacta para que los pozos previstos quedaran “fuera” de las áreas más sensibles y la que les permite hoy insistir en que los pozos Domo Osso están “fuera” del área núcleo, aunque dentro de la zona que se permite la explotación de recursos. La misma calificación funciona en Astilleros aun con las nacientes de los ríos allí mismo.

Las leyes y los procedimientos acordados para impulsar este tipo de proyectos son de por sí una trampa, de ida y de vuelta. No es posible que un proyecto de interés nacional pase por la consulta de un centenar de comunarios, muchas veces en condiciones de pobreza, y claramente vulnerables ante cualquier presión o “regalo”, y aun así, sería bueno que visitaran el valle cercano donde se ubica Margarita, que conversen con los vecinos de Palos Blancos, un pueblo que recién ha podido asfaltar parte de sus calles después de 20 años de extracción de gas; un pueblo con choferes y cocineras al que no le han caído ni las migajas de semejante riqueza extraída de sus tierras que, además, han cambiado sus ciclos hídricos, sus luvias y su producción.

Yacimientos debe actualizar sus planteamientos y adecuarse al momento que el mundo está viviendo. Poner en riesgo una reserva natural de este calibre por un poco de gas que no resolverá el problema a largo plazo no parece tener sentido económico, pero sobre todo, no parece tener sentido humano.


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