Bolivia: También un problema de confianza

La definición práctica de esta bola de desconfianza, acusaciones, chicanas y acciones mañudas es una bomba de tiempo que estallará más temprano que tarde.

El nivel de degradación de la política a nivel mundial está tocando máximos. Sucede en países con una fuerte tradición institucional y con poblaciones de un alto nivel de educación y también en países más acostumbrados a la inestabilidad y al populismo. Podemos creer que es el populismo, el atajo fácil para ganar y sacar rédito o una estrategia de desgaste contra un partido o un gobierno concreto, pero lo cierto es que la dinámica puede hacer estallar la nación misma.

Gestionar una crisis nunca es fácil, pero en la intención, todos los gobiernos optan por maquillar datos, esconderlos y tirar solo de los que interesa. Lo hizo el de Áñez, lo hizo el de Morales a pesar de que disfrutó de un gran ciclo alcista, y lo está haciendo el gobierno de Luis Arce, pero el tamaño de la crisis y el volumen de los datos “hurtados” puede llevar precisamente a provocar una chispa incendiaria, y nunca conviene jugar con fuego.

La colección de datos escondidos en el país es grave, pero solo algunos son más conocidos o demandados que otros y han tenido más trascendencia precisamente luego de que se camuflaran. El caso más emblemático es el de las Reservas Internacionales Netas, un dato que no tiene tanta importancia como la que se le atribuye, pero que se cargó de contenido desde el momento en el que el gobierno de Evo Morales, con Luis Arce a los mandos de la política económica, decidió que la forma más sencilla de mostrar sus logros era precisamente mostrar esa curva que se llenaba con los recursos de la venta del gas y que precisamente por eso, cuando ha desaparecido el gas y la venta, ha vuelto a esos niveles raquíticos que ahora se esconden y que indican lo que indican.

Es precisamente el tema del gas otro de los asuntos más torpemente manejados, pues el gobierno se empeña en no dar la información a la que está obligado por Ley, es decir, el volumen de las reservas probadas cada año, mientras anuncia éxitos y retrasa la entrega de datos de producción.

Hay muchos más: El dato de desempleo es absurdo en un país donde nadie se puede permitir no trabajar y hasta lo más precario cuenta como ocupación; o el dato de inflación, construido específicamente para dar determinados resultados y mantener la calma.

Lo grave de haber alimentado tanta desconfianza, y el gobierno lo está experimentando, es la incapacidad de hacer nada, pues luego de casi cuatro años de gestión, su producción legislativa y la implementación de reformas es nula más allá de haber cumplido con algunos hitos del calendario, como el traspaso de la cartera de las AFP a la Gestora Pública, no sin arrastrar mucha desconfianza en el proceso, mientras que otros asuntos, como la integración de las exigencias internacionales sobre la lucha contra el blanqueo y las ganancias ilícitas en planes nacionales han tenido que ser abrogadas.

El último varapalo es especialmente grave: la modernización de Derechos Reales, que depende del Consejo de la Magistratura, ha sido tumbada por la participación de la Agencia Estatal de Tecnología e Información (Agetic) que depende del gobierno. Es decir, la desconfianza parece mayor en este caso hacia el Gobierno que hacia la misma Justicia, que en todas las encuestas aparece desahuciada.

En este punto cabe señalar que en un año habrá elecciones, que el Padrón seguirá siempre en cuestión y que seremos tal vez el único país del mundo que siga sin implementar un sistema de trasmisión rápida de datos por la sencilla razón de que nadie cree en nadie.

La definición práctica de esta bola de desconfianza, acusaciones, chicanas y acciones mañudas es una bomba de tiempo que estallará más temprano que tarde.


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