Las incoherencias

Es urgente que la política recupere sus esencias: el del diálogo, el de la negociación, el perfil didáctico que ayude a los bolivianos a entender nuestro país

La coherencia en política es un valor de largo plazo. Muy pocos políticos resisten la hemeroteca, pues muchos “evolucionan” en sus formas de pensar o en sus planteamientos políticos a lo largo de su trayectoria, y otros simplemente los acomodan al momento presente en función de las encuestas de intención de voto. Hay fenómenos extraordinarios en la política de hoy, sobre todo entre los que dejan atrás una gestión en algún departamento alejado del eje y llegan a La Paz a hacer oposición al gobierno.

El asunto siempre fue de riesgo, pero en estos tiempos donde todo queda registrado digitalmente, archivado perfectamente en Google y acompañado de todas las imágenes, el asunto puede convertirse en un suicidio.

El asunto es más grave cuando las declaraciones contradictorias se producen en el corto plazo, pues afectan profundamente a la construcción el relato, y esto viene pasando recurrentemente con el gobierno de Luis Arce, cuya explicación del momento presente es cada vez más compleja, pues hasta el propio vocero presidencial, es decir, el hombre que verbaliza las ideas del presidente, el relato mismo, se ha vanagloriado de escribir un texto en el que se da por finiquitado el “proceso de cambio” al mismo tiempo que su jefe batallaba por controlar el partido de gobierno con el objetivo de continuar con el “proceso de cambio”.

El presidente Luis Arce está sufriendo también de este problema que algunos quieren achacar a la “inexperiencia” de un hombre que lleva casi 20 años manejando la economía del país. Hace pocas semanas lo vimos reconocer en un acto partidario que “no hay plata”, que “no hay recursos” en un ejercicio de sinceramiento de la realidad que utiliza a menudo para culpar de los males de hoy a la herencia recibida, que es objetivamente verificable más allá de la responsabilidad que en ello tenga el que fue ministro de Economía destacado de Evo Morales, es decir, él mismo.

La cuestión es que la reacción inmediata a la publicación de aquel discurso siempre es negarlo y buscar indicadores que lo desmientan publicando notas que parecerían ser un aclarado, pero que en realidad son una cortina, porque puede no haber plata y a la vez ser uno de los países que más crece en la región, porque el enfriamiento es global.

Lo mismo ha sucedido con los hidrocarburos: El 2023 Arce señaló que “se había tocado fondo”, provocando incluso cierta empatía y reconocimiento de un presidente asumiendo la verdad y la magnitud de los hechos, pero a continuación todos los voceros salieron en tromba para negar la evidencia, hacer promesas y culpar, de nuevo, a la herencia recibida. Aún hoy se siguen haciendo anuncios sobre anuncios, anunciando que se anunciarán buenas noticias en hidrocarburos arrojando cada vez más allá un poco la pelotita.

Es urgente que la política recupere sus esencias: el del diálogo, el de la negociación, el perfil didáctico que ayude a los bolivianos a entender nuestro país y los desafíos que enfrenta, y es urgente que se abandone el de la “espectacularidad”, la del relato novelesco, la del culto al líder y su infalibilidad. La política de hoy necesita coherencia.


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