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Tarija en el deterioro nacional

En medio de una crisis severa de credibilidad política e institucional a nivel nacional, Tarija debe ser capaz de convertirse en norte para ganar el futuro

En estos días se cumple el tercer aniversario de la posesión del gobierno departamental de Tarija encabezado por Óscar Montes Barzón, un aniversario que llega en medio de un tumultuoso ruido político emanando desde La Paz y mucha zozobra económica tanto en el país como en el contexto internacional. Probablemente la palabra crisis no basta para describir la situación actual y a la vez, contrasta con la relativa calma que se vive en el departamento.

No es circunstancial, Tarija lleva casi una década en recesión, concretamente desde 2015 cuando el precio de los hidrocarburos se despeñó a nivel mundial por la irrupción de combustible procedente de técnicas no convencionales a muy bajo costo de producción. Desde entonces la Gobernación viene recibiendo menos ingresos en concepto de regalías, pero además los pozos se han ido agotando y los contratos de exportación disminuyendo, por lo que la sensación de despedida se volvió en algún momento crónica.

Montes ha logrado templar los ánimos, recortar gastos y enfriar la relación con el Gobierno lo suficiente como para que la ausencia de reclamos ilumine aún más la absoluta dejación del gobierno nacional con esta tierra

La crisis de precios redondeó esa sensación de hurto que había quedado después de que Lino Condori asumiera el interinato luego de un lamentable espectáculo que también incluyó grotescas escenas de corrupción, por lo que no es desubicado asegurar que aquella bonanza de la que tanto se habló tal vez se sintiera bien en el país, pero apenas nunca se disfrutó en Tarija, justamente desde donde emanaban los recursos que nutrieron aquella bonanza.

Con la crisis del 2015 y siguientes Tarija recuperó el pulso de la confrontación, aquella motivación pro confrontar con el Estado, al que se le exige más participación que recursos, al contrario de lo que sucede en otros lugares del país. Plantear el plan de rescate se sintió casi como una nueva lucha por la autonomía, por la descentralización y por la mismísima autodeterminación que nos unió a Bolivia en 1825, pero lo cierto es que, en estas épocas, sostener la rebelión es cada vez más difícil.

Curiosamente fue la misma generación de políticos que abrió la confrontación autonómica la que ha vuelto a asumir responsabilidades en este tiempo en el que sin duda, superar la confrontación se ha convertido en el eje fundamental de la gestión.

Probablemente Tarija necesitaba parar y tomar un respiro, concentrarse en sus capacidades, eliminar todo lo especulativo y reconocerse en el momento presente antes siquiera de formularse un plan de futuro, y en esas está el Gobernador Óscar Montes, que ha logrado templar los ánimos, recortar gastos y enfriar la relación con el Gobierno lo suficiente como para que la ausencia de reclamos ilumine aún más la absoluta dejación del gobierno nacional con esta tierra, donde apenas hay licitado un puente y un par de tramos de carretera que nadie quiere construir.

Ahora, desde este momento estoico que nos ha tocado vivir para cerrar una etapa, toca construir un horizonte, toca apuntar objetivos para canalizar los esfuerzos de un pueblo acostumbrado al olvido, pero orgulloso.

En medio de una crisis severa de credibilidad política e institucional a nivel nacional, Tarija debe ser capaz de convertirse en norte para ganar el futuro. Bolivia necesita construir un nuevo horizonte y las regiones son claves para ello.


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