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Tarija: “Hay crisis, no hay plata”

Es tiempo de pasar de la ensoñación “obrista” a la discusión pragmática sobre la eficiencia en la gestión

Abril tiene las horas contadas, y tal como advertimos, poco o nada ha cambiado en el departamento tras el nuevo aniversario consumado. Y es que, aunque en Tarija llevemos una década ya hablando de crisis y recesión motivada primero por el derrumbe de los precios del petróleo y ahora, por la caída de la producción, los argumentos siguen siendo válidos: no hay plata, no hay obras.

Todos los momentos de declive son más o menos decadentes, y muchas veces el grado de intensidad de la misma tiene que ver con su grado de aceptación, aunque también con la satisfacción alcanzada en vida. No es lo mismo que se te escape el momento entre las manos después de haberlo gozado que después de haberlo sufrido. En estas, la dignidad de Tarija en su momento vital es encomiable.

Posiblemente los tarijeños nunca se creyeron demasiado aquello de la bonanza del gas. Probablemente nadie lo vio como el momento de transformarnos en algo que no éramos, sino más bien un momento transitorio que podía ser interesante de vivir antes de volver a lo que sabemos hacer. Quizá sea la herencia de la Guerra del Chaco, donde “salvamos los pozos” pero perdimos cantidad de territorio y sobre todo, cantidad de hombres. Quizá sea también por el impacto de los 60 – 70 donde el petróleo brotaba y los montes se llenaban de “pasivos”, ese eufemismo tan descriptivo, y donde la bonanza fue de nuevo efímera.

Ese poso es tal vez el que ha permitido a las últimas gobernaciones presentar la situación con la crudeza que merecen: “hay crisis, no hay plata”, y es probablemente lo que convierte en anecdótico el esfuerzo del gobierno central por agradar, por mostrar inversiones y por decir que todo está bien. Nadie en realidad espera demasiado de nadie.

El aniversario se cierra con una larga lista de actos de entrega de obras menores, fundamentalmente de competencia municipal, y muchas promesas, casi siempre repetidas, sobre proyectos que avanzan extremadamente despacio, como el caso de la reforma del aeropuerto Oriel Lea Plaza, que es el único de todo el país que no se ha reformado últimamente más allá de las obras de emergencia, como el recapamiento de la pista; el caso de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales de la que se habla hace casi 15 años y no pasa nada o el enésimo puente alternativo en Tomatitas.

Los grandes anuncios se han reducido a algunas plantas de industrialización, como la de silicio en El Puente, que sin duda son muy necesarias; a un puente turístico en el Angosto de Uriondo, que seguro sumará en lo turístico; a un Centro Cultural relacionado a Nilo Soruco, al que le deseamos la mejor de las suertes, y a una serie de estudios de pre inversión cuyo desarrollo será larguísimo.

Aun así, la sensación no es de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Hubo un tiempo en el que se prometían dobles vías, carreteras fundamentales alternativas, plantas petroquímicas, villas olímpicas, estadios magníficos y mucho más. Tiempos en los que se generó una deuda fenomenal y al cabo del cual, los tarijeños seguimos viviendo de lo mismo: del vino, del sol y de la calidez de la gente.

Es tiempo de pasar de la ensoñación “obrista” a la discusión pragmática sobre la eficiencia en la gestión. Es tiempo de discutir sobre los mecanismos que permitan el desarrollo y el bienestar. De fortalecer las estrategias que permiten a los tarijeños emprender, producir, crear y servir. Es hora de hablar de lo importante, precisamente para que vuelva a haber plata. Porque ahora mismo, plata no hay.


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