YPFB y los falsos discursos

Pese a los discursos de nacionalización, el gobierno no fortaleció YPFB para explorar autónomamente ni generó alternativas industriales a la exportación, cosas que la oposición también criticaba

Asumir el desastre en el área de hidrocarburos supone también identificar los errores cometidos y los planteamientos fracasados, y en esto conviene ser detallista, pues el tiempo permite comprobar con nitidez que los discursos que se manejaban tenían a la vez poca coherencia con lo que en la práctica se hacía. Una cosa es hablar hasta la saciedad de “soberanía” e “industrialización” y otra disponer los medios suficientes para que así sea.

El ciclo viene definido por tres claves: las reservas identificadas, la capacidad para convertir esas reservas en gas o petróleo de carácter comercial y las posibilidades de venta. Las tres deben entenderse armoniosamente, pues sin reservas no habrá contratos para colocar el gas y sin contratos tampoco habrá quien esté dispuesto a convertir esas reservas en algo comercial.

Este es el planteamiento clásico que sigue funcionando básicamente en los países más pobres y dependientes, que al carecer de tecnología propia se ven obligados a ceder ante empresas transnacionales o gubernamentales de otros países que negocian contratos con enormes beneficios a cuenta de un pago más o menos generoso en concepto de impuestos. Hay otras fórmulas más avanzadas que implican pagos por servicios o constitución de sociedades mixtas pero que no dejan de reconocer quien tiene el poder y quien depende del plan de negocio externo.

Este último es el caso de Bolivia, que buscaba “socios y no patrones” y que le funcionó mientras la producción estaba en marcha, además con precios altos y mercados abiertos, pero que dejó de ser un mecanismo útil a partir de 2016, cuando se derrumbaron los precios producto de la mejor tasa de productividad de las técnicas no convencionales (fracking) y de la incertidumbre en el sector ante el avance de la agenda verde.

El gobierno de Evo Morales prefirió destinar los ingresos extraordinarios del gas en “inversión popular” por toda la geografía del país

En todos esos años de bonanza, Bolivia no fortaleció su empresa matriz, YPFB, que siguió siendo un paria, mientras que las empresas participadas: YPFB Chaco y YPFB Andina, seguían siendo básicamente Petrobras y Repsol, de modo que nunca tuvo la capacidad de tomar decisiones de forma autónoma en el sector.

Además, apenas desarrolló los proyectos de industrialización del gas, pues solo la planta de urea es reflejo teniendo capacidad de procesar apenas 6 millones de metros cúbicos de gas – de los 60 que alguna vez llegamos a producir -, mientras las plantas separadoras son básicamente un saludo a la bandera que ha inundado el país de GLP sin mayor trascendencia.

Haber roto el círculo hubiera supuesto consolidar una empresa con las capacidades para abordar la exploración de forma autónoma y tener un plan B – que era A – para transformar el gas en producto acabado que no depende tanto de las variaciones de precios y que hubiera permitido mantener ingresos aún cuando los contratos del gas hubieran expirado… pero no se hizo.

El gobierno de Evo Morales prefirió destinar los ingresos extraordinarios del gas en “inversión popular” por toda la geografía del país y dejó en espera todo lo que tenía que ver con la industrialización y que hoy resulta inabordable y seguir exportando, política compartida por cierto por toda la oposición, que siempre consideró inviable cualquier proyecto petroquímico y abogó siempre por las transnacionales, a las que difícilmente se les podría haber obligado a hacer nada que no quisieran hacer.

Es ciertamente un despropósito haber llegado al fin de los contratos sin un plan B realmente efectivo y alguien debería asumir las consecuencias, pero sobre todo, valdría la pena tener un plan claro más allá de la “reactivación” y la amenaza permanente al medio ambiente.


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