La democracia contra los conflictos

Cambiar la Ley, cambiar el padrón o cualquier otra chicana en la interna del MAS tendrá exactamente el resultado que la democracia suele reservar para los tramposos

La democracia es un excelente mecanismo para resolver los conflictos. Básicamente se trata de argumentar posturas y dejar que la mayoría decida cuál es el camino correcto a seguir. Exige, claro, que quienes se someten al procedimiento y sus normas acepten el resultado, porque de lo contrario, los bandos se colocan en el punto inmediatamente anterior al de la resolución del conflicto, es decir: trompearse hasta que unos acaban derrotados. Normalmente se sobreentiende que es mejor una derrota política que una bélica y que conlleva menos cadáveres.

Es verdaderamente una cuestión sencilla, pero requiere unas condiciones previas que desde el principio de los tiempos han venido en discusión. El primero es quién vota, el segundo, quién cuenta los votos y hay una tercera discusión que, en realidad, la democracia misma debería resolver.

Es probable que Morales crea que tiene los votos y es probable que el arcismo crea que controla a quien los tiene que reconocer

Sobre quién vota, hay conflictos recientes e históricos enquistados precisamente en ese punto. Por ejemplo, hace años que el Sáhara reclama su independencia respecto a Marruecos, que invadió cuando se retiró la metrópoli en los 70 y por eso quieren que se vote, pero solo los que entonces habitaban allí. Más ejemplos, hace unos años que parte de la aristocracia de Cataluña quiere separarse de España, pero no está claro si eso lo deben resolver solo los catalanes o el conjunto de los españoles. En Ucrania se resolvió de otra manera: Putin puso los tanques y convocó un referéndum en Donetsk y Lugansk donde las regiones/repúblicas se declararon independientes en un 98% para después, unirse a Rusia.

En esas, no hace tanto se consiguió una democracia universal para elegir a los representantes del pueblo, pues hace un siglo no votaban ni mujeres, ni pobres, ni aquellos que no sabían leer, y hoy por hoy hay gente promoviendo que esto vuelva a ser así; pero tampoco parece ser tan razonable que en una elección de un club privado participe cualquiera, incluso del bando rival.

Sobre quién cuenta los votos el asunto es aún más delicado: si no se ha logrado una institucionalidad sólida y no se promueven los suficientes mecanismos de transparencia, cualquier resultado será puesto en cuestión por el resto. Pasó en Bolivia, pasó en Brasil, pasó en Estados Unidos y seguirá pasando en los actuales esquemas de discusión política polarizada.

La tercera discusión tiene que ver con quién puede presentarse a una elección, aunque normalmente el pueblo suele ser sabio en esto. Es tan cierto que pueden existir condiciones inhabilitantes como que se pueden utilizar la más variada gama de chicanas para dejar a alguien fuera.

Evo Morales ha lanzado su último órdago consciente de que ni las amenazas ni las demostraciones de fuerza pueden doblegar el poder del Estado, salvo razones excepcionales de las que por cierto también sabemos mucho en este país. Es probable que Morales crea que tiene los votos y es probable que el arcismo crea que controla a quien los tiene que reconocer, por lo que discusión en el MAS, que al final acaba afectando al accionar del Estado, parece tener que ver con quien puede y quién no puede presentarse a una elección democrática e interna que tiene sus normas internamente definidas.

Obviamente cambiar la Ley, cambiar el padrón o cualquier otra chicana tendrá exactamente el resultado que la democracia suele reservar para los tramposos.


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