Abril, tiempo de construir

No podremos enfocar el futuro con seriedad mientras no olvidemos este pasado reciente tan colonial y basado en “regalos” y recuperemos la esencia y la mística de la Independencia

En algún momento, la celebración de los Aniversarios de Independencia de cada departamento perdió su significado original y se fue convirtiendo en cada caso en una sucesión infinita de entrega de obras de cualquier tamaño y enfoque. Entregar por entregar: obras completas, primeras piedras o “fases”, que básicamente eran obras iniciadas sin un cronograma claro.

Cuando hay sintonía política, el Gobierno Central y el Municipal coordinan para que todo quede más lustroso y el impacto resulte mayor, enhebrando así una semana o más de entregas diarias. Si no la hay, se convierte entonces en una suerte de competición a ver quien entrega lo más significativo, muchas veces entrando en gestos protocolariamente indecorosos, en los que el presidente entrega infraestructura municipal sin presencia del alcalde anfitrión o el alcalde no llama al Gobierno Central pese a que haya pagado la mayor parte de la obra a entregarse.

Hemos pasado de pedir una doble vía al Chaco o una Circunvalación de cuatro carriles que vertebre el sur metropolitano a “suspirar” por un nuevo puente en Tomatitas

En Tarija, en los “buenos tiempos”, a la competición se sumó la Gobernación, que con la chequera de las regalías se empeñó primero en hacer sombra al propio Gobierno con inversiones carreteras de primera magnitud – algo que no era difícil por la escasa inversión acumulada – y después, ya con Lino Condori de interventor, ideó un mecanismo para repartir recursos por el resto de instituciones y aprovechar así la onda expansiva, entregando sin parar, lo que ayudó de nuevo a que la inversión estatal en el principal departamento productor de hidrocarburos y generador de la época de la bonanza volviera a ser muy menor.

En Tarija la crisis empezó en 2016, cuando el barril de petróleo llegó a tocar los 30 dólares antes de empezar una lenta recuperación que nunca sobrepasó los 70 dólares hasta la pandemia, donde volvió a caer. Entonces, los mecanismos de distribución de recursos entre alcaldías, comunidades, descentralizadas y todo aquel que pidiera y ayudara a subir la ejecución de una gobernación ineficiente se convirtieron en una trampa para el erario público que hasta hoy se sigue pagando.

Desde entonces, incluyendo pandemias, cambios traumáticos de gobierno y dos gobernadores, la gestión está como detenida, entregando una y otra vez los mismos proyectos – siendo el Materno Infantil el único entregado con cierta entidad - o las mismas promesas, que siguen vigentes.

Alguien está esperando a entregar cuatro kilómetros de doble vía en la peligrosísima Ruta 9 para abril pese a que en el Chaco la fecha es circunstancial y se lleva prometiendo desde 2015. Por otro lado, hay promesas de larga data que, aunque se han retomado con cierto ímpetu, igualmente parecen haber descarrilado, como en el tema de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales, pero lo cierto es que no parece que nada se vaya a arreglar: hemos pasado de pedir una doble vía al Chaco o una Circunvalación de cuatro carriles que vertebre el sur metropolitano a “suspirar” por un nuevo puente en Tomatitas que evite una desgracia que todos sabemos que un día sucederá; o de un nuevo aeropuerto a algún remiendo en la pista y en el edificio que apenas se puede licitar.

Probablemente no podremos enfocar el futuro con seriedad mientras no olvidemos este pasado reciente tan colonial y basado en “regalos” y recuperemos la esencia y la mística: la dificultad de la independencia, la importancia de soñar en grande y el valor de llegar lejos sin esperar nada de nadie. No es tiempo de regalar, sino de construir.


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