Censo, soberanía y cohesión nacional

Urge un Pacto Fiscal que garantice la cohesión del país y permita explotar todas las posibilidades de desarrollo frente a un modelo basado en el comercio a corto y la prestación de servicios que solo absorbe población hacia el eje

El Censo de Población y Vivienda culminó el pasado sábado su hito principal y probablemente el más complejo, por lo que supone coordinar a casi un millón de voluntarios y mantener en casa a todo el país para ser contados, pero ahora inicia precisamente el más sensible: validar los datos, sistematizarlos y ofrecer unos resultados creíbles y confiables.

La operación censal ha sufrido un sistemático ataque que era predecible, pues desde hace ya varias convocatorias similares, sea padrón, se viene atacando su credibilidad desde la base con el objetivo evidente de deslegitimar posteriormente los datos. La desconfianza se ha apoderado del humor público desde hace varios años, muchas veces por motivos más que justificados. En el caso del Censo sigue siendo imperdonable lo sucedido tras el de 2012, cuando los datos preliminares evidenciaron el crecimiento del oriente frente a occidente – Santa Cruz superó a La Paz y Tarija a Oruro -, pero las diferencias fueron revertidas en los datos oficiales ofrecidos casi dos años después.

Aún así, lo que toca es avanzar en el debate hacia las conclusiones y sus derivadas atendiendo al modelo de país en el que queremos vivir y que no va a ser en absoluto sencillo.

La discusión previa ha girado sobre innumerables falacias promovidas además por quienes son más y que han acusado a todo aquel que ha salido de la gran urbe en los días previos al censo de ser desleales y desagradecidos, como si no hubiera miles de estudiantes recibiendo temporalmente educación en alguna de esas ciudades para después retornar a su departamento olvidado; como si no hubiera miles de trabajadores que se desplazan solos a ganar mejor mientras mantienen a sus familias en sus comunidades, o como si no hubiera miles de comerciantes, transportistas o profesionales que viven a caballo entre sus ciudades y pueblos y las capitales por el mero hecho de la supervivencia, y aún así la estimación de personas que se hayan desplazado fraudulentamente es verdaderamente baja como para socavar la credibilidad del censo.

Desde la capital tarijeña seguro han salido muchos vecinos hacia sus comunidades de origen porque las distancias relativamente cortas respecto a otros departamentos así lo permiten, pero aún así, el grueso cuantitativo y cualitativo de los que se fueron está en La Paz, en Santa Cruz y en Buenos Aires a donde fueron buscando oportunidades por la falta de las mismas en el lugar de origen, y eso no cambiará por unos pocos más que se censen aquí o allá.

El grueso cuantitativo y cualitativo de los que se fueron está en La Paz, en Santa Cruz y en Buenos Aires a donde fueron buscando oportunidades

Lo que toca a nivel nacional es pensar en un Pacto Fiscal que garantice la cohesión del país, que permita fijar población en el territorio para que de esa manera, se puedan explotar todas las posibilidades de desarrollo frente a un modelo basado en el comercio a corto y la prestación de servicios públicos - privados que solo absorbe población hacia el eje central creando vulnerabilidades en la soberanía del país, porque no otra cosa se genera con la despoblación, pero vista la reacción de los “poderosos” no parece que se vaya a poder evaluar siquiera otro criterio para asignar unos recursos que son importantes, pero que no son los únicos ni los que generan más empleo ni mejores condiciones de vida si se comparan, por ejemplo, con la inversión pública que se ejecuta allí donde hay muchos votos frente a la que se hace aquí, donde apenas se llega al 5%.

Entramos en periodo sensible en el que va a ser necesario definir estrategias de negociación y acumular recursos de poder suficientes para que el Pacto no solo se lleve a cabo, sino que cumpla una función principal: garantizar la cohesión nacional.


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