Un plan para el gas… por si acaso

Desde 2016 todo ha sido una espiral recesiva con un discurso instalado desde la Gobernación sobre la crisis, la austeridad y el recorte que solo ha traído precariedad

Puesto en perspectiva, Tarija lleva casi más tiempo sufriendo el retroceso de la industria petrolera que disfrutando de sus bondades, si es que alguna vez hubo alguna aparte de sus recursos.

En el 99 se inició la exportación a Brasil desde los pozos de San Alberto y San Antonio después de un laborioso trabajo de extensión de ductos y con un modelo de contrato no muy generoso. En 2003 se despachó con violencia el proyecto GNL Pacific que pretendía llevarse el gas de Margarita, entonces incipiente, pero con enormes expectativas, hasta las costas de California a través de Chile, pero, sobre todo, a precios ridículamente baratos y con un modelo de contrato que hubiera podido costarnos dinero en caso de cotizaciones bajas.

Tras el fiasco de Gonzalo Sánchez de Lozada y el triunfo del MAS, YPFB colocó la producción de Margarita que gestionaba Repsol en Argentina, donde la petrolera española tenía también grandes intereses. El contrato empieza a correr en 2007, año en el que también se introducen algunas mejoras en el contrato con Brasil. Para entonces la Prefectura de Tarija ya era una de las grandes deseadas y con la elección directa de prefecto, hasta todo un expresidente como Jaime Paz Zamora se tentó.

Tarija lleva casi más tiempo sufriendo el retroceso de la industria petrolera que disfrutando de sus bondades, si es que alguna vez hubo

Los grandes recursos de verdad no llegarían hasta 2013 – 2015, años en los que la Gobernación facturó casi mil millones de dólares por ejercicio en concepto de renta petrolera. Para entonces el Movimiento Al Socialismo (MAS) ya había liquidado al gobernador electo Mario Cossío y gobernaba un interino de perfil gris, Lino Condori, cuyos asesores tuvieron que idear varios sistemas para entregar la plata a otras administraciones – subgobernaciones, alcaldías, entidades descentralizadas y gobierno central en forma de contrapartes - para elevar el volumen de ejecución y evitar demoras imposibles de justificar.

Todo aquello acabó dramáticamente en enero de 2016, cuando el barril de petróleo, que había empezado a caer en octubre de 2014, quedó por debajo de los 30 dólares. Además, tanto Brasil como Argentina, que cambiaron de gobierno hacia posiciones opuestas al boliviano, empezaron a demandar menos gas y los pozos que habían sido forzados al máximo para compensar la pérdida de valor empezaron a resentirse y poco a poco, como en el caso de San Alberto, a cerrarse.

Desde entonces todo ha sido una espiral recesiva con un discurso instalado desde la Gobernación sobre la austeridad y el recorte de gastos, el cierre de obras y otros procedimientos donde efectivamente mucho dinero ha sido botado sin mayor reparo en obras que han quedado en mitad del monte, mientras que los empleos, si bien nunca fueron demasiado estables, se han sustituido ahora por emprendimientos alimentarios en su mayoría con altas tasas de precariedad.

La pregunta siempre es qué podíamos haber hecho para que la bonanza se hubiera sentido de otra manera. Cada cual tiene fabricada su propia respuesta para esto, pero convendría tener un plan departamental listo por si acaso la bonanza nos alcance de nuevo, que no es fácil, pero tampoco será imposible ahora que el gas vuelve a tener vida en los mercados internacionales.


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