El Censo y el largo plazo

Saber quiénes somos y cómo estamos está bien, pero eso debe tener una repercusión directa en la distribución de recursos

El día ha llegado y no es un día cualquiera, hoy todos los bolivianos tenemos la obligación de mantenernos en casa para ser censados por el equipo consolidado del Instituto Nacional de Estadística, confirmado mayoritariamente por voluntarios del mismo barrio en el que viven, algo que debería ayudar a despejar muchas de esas dudas irracionales que grupos interesados siembran con la misma intención de siempre: maltratar y ridiculizar el Estado.

El Censo de Población y Vivienda es el instrumento fundamental para la planificación de las políticas de Estado, es el instrumento que nos permite conocernos más y mejor y tomar mejores decisiones en todos los sentidos, por eso, hacerlo bien es no solo una necesidad sino una obligación cívica.

El Censo de 2024 será seguramente el último que se hace con estas características, pero es además muy importante para las decisiones inminentes, pero también para enfocar las políticas a largo plazo.

Hace treinta años que el eje central del país se ha convertido en una aspiradora de gente y recursos con graves consecuencias para el resto del departamento

El compromiso es adecuar inmediatamente el número de curules correspondientes a cada departamento ya para las elecciones de 2025, que en realidad es un asunto menor si se compara con el verdadero desafío de esta época: actualizar el Pacto Fiscal.

Saber quienes somos y cómo estamos está bien, pero eso debe tener una repercusión directa en la distribución de recursos, que a su vez no es tan simple como asignar recursos por persona y ya, sino que se deben tener en cuenta las prioridades nacionales y los riesgos, y en este caso, el de despoblación es más que evidente.

Hace treinta años que el eje central del país se ha convertido en una aspiradora de gente y recursos que sin duda han ayudado a que esas tres ciudades crezcan pujantes, pero han dejado unas consecuencias desoladoras en el resto del país, cada vez más vacío y más envejecido, que apenas puede sentar soberanía en el territorio y donde se están acabando las posibilidades de reinvención precisamente porque los más jóvenes se están yendo.

Hoy es el momento de cumplir con la obligación cívica de censarse, pero no conviene tomarse demasiado tiempo para poner sobre la mesa argumentos que permitan corregir las diferencias que con seguridad ese Censo va a poner sobre la mesa. Los tarijeños debemos estar atentos a que así sea.


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