El mar, hora de mover ficha

Algunos pensadores plantean avanzar en una región tripartita con legislación especial que favorezca su desarrollo, pero hacen falta avances diplomáticos

Es verdad que el texto de la Constitución Política del Estado (CPE) consagra la aspiración marítima como un asunto innegociable, sin embargo, vale la pena hacer un nuevo esfuerzo creativo que trace nuevas estrategias como país y como Estado, pues de lo contrario, el camino a la melancolía está garantizado, y pocas cosas dañan más a la Patria que pararse frente a la frustración a simplemente lamentarse.

Que el día del Censo coincidiera con el 23 de marzo pudo ser casualidad, aunque sin duda era una buena ocasión para hablar de otra cosa. Aun así hay algunos intereses en que se mantenga viva esa llama.

El reclamo por la vía de la Justicia Internacional de La Haya se cerró el 1 de octubre de 2018, cuando la sentencia invitó a las partes bolivianas y chilenas a encontrar soluciones pacíficas, pero descartando que hubiera ninguna obligación de llegar a un acuerdo de cesión de unos sobre otros, lo que había constituido un novedoso argumento en la demanda que se enganchaba dentro de todo el discurso multilateral y de la paz global de Naciones Unidas pero que en realidad es falacia. Bolivia decía que el compromiso obliga a un resultado positivo, pero basta con observar los 70 años de dialogo en Oriente Medio que han sido incapaces de frenar el genocidio permanente en la Franja de Gaza.

Nuestros políticos de entonces actuaron con mezquindad. Los que ocupaban el gobierno y capitanearon el proceso llegaron a asegurar que no se había perdido, sino todo lo contrario; mientras que la oposición que se comprometió con la estrategia y su resultado y a la que como nunca, se le hizo parte, no tardaron en culpar al entonces presidente Morales por el fracaso.

La cuestión es que han pasado ya seis años desde entonces y las posiciones siguen entre la negación y el lamento, pues de las alternativas y propósitos que se barajaron aquellos días en los que “habíamos ganado”, no queda casi nada.

El acceso al océano es una aspiración que debería interesar sobre todo al empresariado privado, pero apenas se escuchan propuestas desde este sector y más bien hay una aquiescencia desmesurada a aceptar el desastre tanto en el lado del Atlántico, donde la Hidrovía nunca fue lo que tenía que ser y además ahora tiene “tranca yankee” tras los acuerdos del gobierno de Javier Milei con la administración estadounidense, como en el lado del Pacífico, donde los puertos del norte chileno en general y Arica en particular sigue siendo el puerto prioritario de salida por encima de cualquier argumento nacionalista e incluso, todos los maltratos que se padecen en el lugar.

Algunas vez se puso sobre la mesa una solución trinacional atendiendo a planes específicos de desarrollo de las tres regiones (norte de Chile, sur de Perú y sudoeste de Bolivia) castigadas por la pobreza y la despoblación, concebidos desde la integración al estilo del Trifinio, entre Guatemala, El Salvador y Honduras, pero con una perspectiva más amplia; e incluso sistemas aún más ambiciosos construidos a partir del litio y que hablen incluso de Regiones Libres Asociadas con particularidades legislativas que den derechos y obligaciones específicas a la región.

Lo triste es que sin embargo, ni siquiera en estos momentos en los que la predisposición chilena a un acuerdo podía ser más fácil, alguien se ha ocupado de sondear un proyecto alternativo que cumpla con la Constitución boliviana y no caiga en los errores del pasado.

Bolivia necesita mar o dejar de pensar en él como solución a alguno de nuestros múltiples problemas, lo contrario es entrar en un bucle depresivo que no augura más que la autodestrucción. Es el tiempo de las ideas, pero no podemos esperar dos décadas a volver a mover una ficha.


Más del autor
¿Qué es sanar el alma?
¿Qué es sanar el alma?
Elecciones judiciales
Elecciones judiciales