El desastre de La Paz y la responsabilidad municipal

Durante décadas se han autorizado construcciones y barrios sin las mínimas condiciones de seguridad, y tal vez lo único seguro sea su desalojo, aunque nadie lo pueda plantear

Cuando un alcalde se evidencia incapaz debe renunciar y eso debe ser visto con normalidad. A cualquiera en un momento de euforia le entran las ganas de hacer alguna locura y de meterse en asuntos para los que no se está preparado, pero cuando las calenturas se debe reconocer el subidón y dar un paso al costado.

Es posible que esa sea una buena solución para el alcalde paceño Iván Arias, a quien los derrumbes y desbordes y las catástrofes en las que han derivado le están viniendo grandes para sus dotes de liderazgo y gestión, que son muy distintos a los de la oportunidad, sin embargo, no se deben confundir las reacciones con las responsabilidades ni el momento puntual desencadenante con las décadas de acumulo en las que se ha gestado.

Tal vez debería restringirse totalmente la construcción en toda la ciudad, tal vez solo en las laderas, y probablemente, iniciar un plan de desalojo de barrios completos para llevarlos a zonas seguras

Arias llegó al poder haciendo creer que era el heredero inevitable de Luis Revilla, quien superado también por docenas de procesos y problemas no lo negó, puesto que tampoco había preparado a su propio relevo. También llegó pactando con todos los sectores que de alguna forma se habían sentido perjudicados por el avance de la ciudad y su necesaria ordenación que sin demasiada vehemencia ni presteza se vio obligado a implementar Revilla, aunque ahora se presente como el paradigma de la buena gestión: los Puma Katari, los parqueos, algunos mercados, las restricciones de tránsito, etc., son pequeños avances a los que algunos se resistieron, pero que se hicieron inevitables.

Arias es culpable de todo eso y también de los perdonazos y otras decisiones oscuras que tienen al Concejo Municipal todos los días en franca discusión, pero evidentemente no es el culpable de que la ciudad esté ubicada donde está y que durante décadas se hayan autorizado por acción u omisión centenares de construcciones que a simple vista son de alto riesgo y no se haya previsto un desarrollo urbanístico lejos de esos riesgos. Al menos no el único culpable.

De momento La Paz sigue en emergencia y tal vez sea pronto para empezar a buscar culpables de lo que sucede, pero la ayuda de emergencia debería ya tomar en cuenta soluciones a largo plazo, lo que probablemente obligue a decisiones traumáticas y probablemente sin precedentes.

Hay cosas que en la hoyada no se pueden siquiera plantear, aunque todos las piensen. Tal vez debería restringirse totalmente la construcción en toda la ciudad, tal vez solo en las laderas, y probablemente, iniciar un plan de desalojo de barrios completos para llevarlos a zonas seguras. Evidentemente esto no lo podrán hacer los mismos políticos y técnicos que durante décadas miraron a otro lado convencidos de que cuando llegara el momento habría pasado el tiempo suficiente.

Gobernar es siempre una responsabilidad con el ciudadano y era cuestión de tiempo que la debilidad de nuestros gobiernos y su adicción a la coima y la corrupción empiece a pasar factura, y cabe la generalización, pues este no es un problema exclusivo de La Paz. Demasiadas veces se mira para otro lado, todo se sanea y no pasa nada. Hasta que pasa.

Ojalá se acuerden cuando deje de llover.


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