Elegir buenos jueces

Esta es la primera vez que de la Asamblea puede salir una selección plural de candidatos que después empodere el pueblo con su voto, y desde esa legitimidad, actúe en beneficio de todos

El primero de los pasos relevantes que se deben dar con rumbo a las elecciones judiciales se ha completado con normalidad. El domingo hasta el medio día los diferentes interesados en participar de las elecciones judiciales entregaron sus postulaciones por alguna de las vías autorizadas y el proceso se cerró, lo que supone que al menos no ha habido impugnaciones a la convocatoria, algo que siempre podía suceder pese al acuerdo político.

A partir de aquí todos los pasos que se den pueden activar cualquiera de las muchas minas antipersonas que están sembradas en el camino hacia la elección, una elección en la que casi nadie cree y en la que pocos confían en que se lleve adelante.

La principal evidencia es que ninguna de las bancadas tiene una mayoría suficiente como para imponer su plancha de candidatos

Las comisiones mixtas deben ahora validar los perfiles de acuerdo a lo exigido en la convocatoria y ser escrupulosos con eso, pues cualquier exceso llevará a otro proceso judicial paralelo que puede llegar a afectar la elección. Es el caso de los altos magistrados en ejercicio – probablemente inconstitucional – de sus cargos que sin renunciar han decidido postular a otros en otros tribunales: los del Constitucional en el Supremo y viceversa, además de los que quieren el Consejo de la Magistratura o algo más cómodo y rentable como el tribunal agroambiental. Descalificarlos per sé abriría una crisis de consecuencias inciertas, pero mayormente negativas.

El debate sobre la justicia y su consiguiente fórmula de elección se puede abordar desde posiciones morales maximalistas o desde el pragmatismo. Y sin ánimo de afear a nadie, es obvio que estamos ante la primera oportunidad en una década de romper la hegemonía monocolor de los tribunales bolivianos, por lo que hacer naufragar el proceso puede convertirse en error histórico.

La principal evidencia es que ninguna de las bancadas tiene una mayoría suficiente como para imponer su plancha de candidatos en la Asamblea Plurinacional y por ende, se requerirá un pacto entre fuerzas, algo que no debe ser tomado ni como injerencia ni como descrédito.

En la democracia liberal prevalecen fundamentalmente dos fórmulas para elegir a los jueces del poder judicial: o lo eligen los jueces o lo eligen los parlamentos en función de su correlación de fuerzas del momento. El primer método se cuestiona por el evidente sesgo de clase que genera, pues no cualquiera tiene las condiciones para poder estudiar una carrera judicial de mérito y llegar a la cabeza. El segundo método, que precisamente elimina ese sesgo que favorece después a las clases altas a las que se parecen, se cuestiona por la injerencia política en el control.

El método boliviano de alguna forma equilibra la balanza al dejar la responsabilidad de la elección en el pueblo una vez superados ciertos criterios, algo que debería darles a los jueces la sostenibilidad necesaria para ejercer sus cargos desde la libertad y sin otra tarea que impartir justicia.

Esta es la primera vez que de la Asamblea puede salir una selección plural de candidatos que después empodere el pueblo con su voto, y desde esa legitimidad, actúe en beneficio de todos y se involucre también en la necesaria revolución del estamento que erradique la corrupción y el crimen organizado.

Ojalá esta vez nos dotemos de unos Tribunales de personas libres que impartan justicia en base al derecho. Es justo y necesario.


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