YPFB y el fracking que no fue

Todavía no está claro por qué el ministro Luis Alberto Sánchez, al que Evo le encomendó buscar gas hasta debajo de las piedras, apostó por Tariquía y no por técnicas no convencionales

La transparencia nunca ha sido una de las características de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), pero a estas alturas hace falta detallar un plan más sincero y acorde con la realidad mundial del sector, pues guste o no, los hidrocarburos siguen siendo el principal negocio del país y el que garantiza mayor entrada de divisas.

En el país llevamos tanto tiempo escuchando aquello de que se acaba el gas que ya no causa ningún efecto, pero lo cierto es que la producción se ha hundido en picado y apenas supera los 35 millones de metros cúbicos diarios cuando hace ocho años se alcanzaban récords de 60.

Afortunadamente, y contra pronóstico, pues el clima hostil en Oriente Medio y la Guerra de Ucrania y Rusia hacía prever otra cosa, los precios se mantienen bajos.

Frente a lo datos, los responsables del gobierno y de Yacimientos insisten en que el juego no ha terminado e incluso se hacen promesas sobre asumir la totalidad de la cadena, pero todo el movimiento se reduce a exhibir un Plan de Reactivación Urgente fechado en 2021 que todavía no ha dado resultados salvo en algunos campos de recuperación secundaria. La dinámica está tan viciada que se han disparado rumores sobre el fiasco en Astilleros que no callan ni las explicaciones oficiales.

Llorar sobre la leche derramada sirve de poco y lo hecho, hecho está. Los grandes ingresos de la post nacionalización podían haberse invertido de otra manera y hoy Bolivia podría tener una industria del plástico saludable, ingresos estables para reinvertir y posibilidades de desarrollo distintas, pero no se hizo y aún hay gente que no la ve.

La amenaza de hoy reside precisamente en los precios de los hidrocarburos y sus efectos para Bolivia. Si en el pasado nos convenían los precios altos porque significaba mayor renta petrolera, hoy supondrían un golpe a la economía nacional por el volumen de la subvención a los hidrocarburos que nadie se anima a eliminar ni total ni parcialmente.

Afortunadamente, y contra pronóstico, pues el clima hostil en Oriente Medio y la Guerra de Ucrania y Rusia hacía prever otra cosa, los precios se mantienen bajos.

No, no es la mano invisible del mercado: los países de la OPEP+, empezando por Arabia Saudí y Rusia, han extendido sus recortes de producción para intentar subir los precios, pero Estados Unidos ha dado con la tecla para evitarlo y garantizarse así un precio bajo, fundamental para que Biden pueda apostar a la reelección. La capacidad de producir petróleo y gas no tradicional en su propio territorio aún por el demonizado método de la fractura hidráulica permite garantizar los precios y hacer vanos los esfuerzos de los países del lobby petrolero.

Todavía no está claro por qué el ministro Luis Alberto Sánchez, al que en 2015 Evo Morales le encomendó buscar gas hasta debajo de las piedras e inventó decretos para entrar en áreas protegidas y fondos de incentivos bien cuestionables, no se decantó por implementar el método del fracking, por mucho que hubiera sido un severo golpe para la proyección internacional del régimen pachamamista de Morales.

Aún así, no deja de ser una especie de bala en la recámara, pues hay estudios que certifican ese “mar de gas” que nadie se atrevió a perforar por el qué dirán.

YPFB debe dar certidumbres al país y hoy está lejos de hacerlo. Ojalá hagan el esfuerzo por ser creativos y, sobre todo, explicarse mejor. Los tiempos cambian, los métodos también y el gas, indultado por las Cumbres del Clima de la ONU, debe seguir jugando un papel importante en la vida del país.


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