La COB y la necesidad de mejores empleos

La Central Obrera no parece dispuesta, un año más, a debatir algo que no tenga que ver con el mero incremento, lo que constituye una falla estructural y un ejemplo de incoherencia

Otro año más y con la misma intención, Gobierno y Central Obrera Boliviana (COB) han adelantado el debate sobre el incremento salarial, que normalmente se comunica el 1 de mayo. Se trata de una necesidad urgente de pasar página, aunque los analistas dudan de que este año vaya a tener ese efecto, pues desde hace unos años se viene excluyendo de la negociación a los grandes sectores del funcionariado público y, por otro lado, el número de asalariados en el país continua en franco descenso, siendo una de las consecuencias más evidentes de este nuevo periodo de inestabilidad.

Según cómo se maneje, el asunto puede acabar metiendo en más complicaciones al gobierno de Luis Arce, pues aunque los salarios siguen siendo bajos en relación al entorno, el incremento no es el más grave de los problemas que afectan al sector laboral, que como recuerda el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el resto de organismos internacionales, es informal aproximadamente en el 80%.

El gobierno reconoció una inflación en 2023 de algo más del 2% y no se prevé que el pacto vaya muy por encima de ese dato por varias razones, la principal es que Arce se ha abonado a la austeridad luego de unos años de generosos incrementos; la segunda, también en la coyuntura, es que inyectar más bolivianos al sistema seguramente afectaría a la cotización del dólar al que no se acaba de encontrar solución en el corto plazo. En cualquier caso, y con seguridad los expertos podrán profundizar el tema, el mundo ha vivido una escalada inflacionaria desde la salida de la pandemia, a finales de 2021, que en la mayoría de los países ha supuesto reposición salarial y ajuste, pero no en Bolivia, lo que nos deja todavía más lejos en el contexto global.

La cuestión es que la Central Obrera Boliviana no parece dispuesta, un año más, a debatir algún otro asunto que no tenga que ver con el mero incremento, lo que constituye una falla estructural y un ejemplo de incoherencia: un gobierno que se declara de izquierdas y que tiene a la Central Obrera supuestamente operando en sus entrañas ha institucionalizado la informalidad y la precariedad laboral sin atenerse a las consecuencias que esto generará en el país en el corto plazo.

Por razones estrictamente políticas, el dato de desempleo en Bolivia pasa por ser una ilusión, pues no mide lo que en realidad se pretende en un país donde nadie se puede permitir no trabajar siquiera un mes ni aun cuando tiene red familiar de protección. Así, se mide un desempleo bajísimo pero se mete en el mismo saco a los que cumplen con un contrato por cuenta ajena, a los cuentapropistas que se buscan la vida a su manera y a todo el saco de “emprendedores” que viene resultando del último ajuste.

En Bolivia la gente se gana la vida y apenas puede tomar previsiones para el futuro. La informalidad hace que los niveles de afiliación a la seguridad social de corto y de largo plazo sean bajos. Esto se traduce en personas arruinándose por un accidente laboral más o menos grave y en miles de adultos mayores que esta vez sí llegarán y que no tienen pensión ni recursos para subsistir.

En plena crisis de confianza, Arce haría bien en incluir en el acuerdo al sector privado a fin de encontrar puntos de consenso. Con todo, resulta vital que la Central Obrera amplíe su campo de acción. Bolivia necesita mejores salarios, pero también mejores empleos y mejores profesionales. Queda mucho por hacer.


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