Milei y los grandes cambios

En Bolivia conviene tomar nota de lo que sucede en el país vecino ahora que las mayorías absolutísimas parecen, al fin, haber pasado a la historia

Apenas han pasado dos meses desde que Javier Milei ocupó el poder en la Casa Rosada. Dos meses desde que fue posesionado presidente de todos los argentinos, no solo de los de bien, aunque parezca que haya pasado un siglo entero por la cantidad de información que a diario genera el vecino país.

Los medios de la Argentina retratan que han sido dos meses más o menos frenéticos en los que día a día se ha ido comprobando el poder de la realpolitik sobre los postulados impregnados de superioridad moral que le llevaron a ganar holgadamente en la segunda vuelta.

Seguramente el fraternal encuentro con el papa Francisco es el que más simboliza ese cambio al que obliga la propia asunción del poder. Milei llegó a llamar a Francisco “el representante del maligno en la tierra” y “Zurdo comunista hijo de puta”, pero el pasado lunes en el Vaticano se abrazaron, sonrieron y el presidente consideró que su anfitrión era “el argentino más importante de la historia”.

Esto ha sucedido en el terreno de lo moral y simbólico, pero algo similar viene sucediendo en el terreno de lo económico, pues más allá de los enroques presidenciales y los discursos asegurando que no hay “nada que negociar”, el partido de gobierno, que está en minoría absoluta dentro del legislativo, se ha dejado la piel para lograr acuerdos con muchos frentes desvirtuando por completo el proyecto de Ley Ómnibus, presentado por Milei como “Ley de Bases para la Libertad de los Argentinos” y que contenía más de 600 artículos en temas de lo más variado y que básicamente imponían las tesis libertarias en todos los ámbitos de la vida, incluyendo además la cesión de amplias facultades para tomar decisiones para el presidente.

Del proyecto se sacó lo tributario para hablarlo con tranquilidad y la Justicia amputó toda la parte referida a la legislación laboral, los opositores en la Asamblea negociaron artículo por artículo en comisiones antes de entrar a pleno logrando también muchas matizaciones, pero ahí, alguien hizo mal las cuentas, pues tras caer la parte relativa a privatizaciones – clave para tener ingresos con los que enfrentar otras reformas – el proyecto se dio media vuelta y volvió a comisión.

El impase era predecible en tanto La Libertad Avanza tiene 38 bancas de 257, pero alguien optó por mantener el tono populista electoral que dentro del Congreso no sirve: la democracia, al final, va de contrapesos y negociaciones y no de carajazos.

Algunas fuentes hablan ya de una refundación del proyecto más pragmático, con Macri a los mandos; otros advierten que Milei ya tiene la excusa para no ofrecer resultados: “No me dejaron”, lo cierto es que quedan por delante muchos meses de gobierno y que los argentinos necesitan que el país no se detenga, pues la situación, aún sin haber quebrado, es delicada.

En Bolivia conviene tomar nota de lo que sucede en el país vecino ahora que las mayorías absolutísimas parecen, al fin, haber pasado a la historia. Gobernar no es imponer y todas las utopías requieren medidas de consenso para avanzar. Ahora, siempre quedará la duda de qué pudo haber pasado de otra forma.


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