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El litio y las cosas diferentes

El litio pasa por ser el nuevo bote salvavidas, como alguna vez lo fue el cobre, el estaño o la goma, o el gas, pero esta vez hay que hacer las cosas de forma diferente, pues ninguna de las “palancas” anteriores consiguió sacarnos del atraso

Los ecos de las palabras del presidente Luis Arce en el mensaje del 6 de agosto siguen retumbando en los diferentes foros que fueron aludidos durante el mismo. Uno de los que han dejado más reacciones tiene que ver con el de la industrialización del litio no tanto por el proyecto en sí, sino por el enfoque y a la vez, la transparencia.

El litio en Bolivia ha sido objeto de conflicto casi desde siempre, lo fue en la primera “revolución” del mineral de los 80-90 del siglo pasado, cuando se utilizó masivamente en computadoras portátiles y teléfonos celulares y de la que el Salar de Uyuni y aledaños quedaron al margen no sin pelea, y lo está siendo ahora, cuando son las grandes marcas de automóviles las que han consensuado que el futuro del coche eléctrico pasa por el litio.

En Bolivia el proyecto del litio se ha abordado, por primera vez, desde un enfoque soberanista. Por una vez los bolivianos (o sus oportunistas gobiernos) no estaban dispuestos a vender el mineral base a precio de gallina muerta y se apostó por consolidar un proceso de industrialización propio, con participación del Estado en toda la cadena, pero no tardaron en aparecer las dificultades.

El principal es el tecnológico, claro. Todo esto se mueve en base a patentes que son registradas por las grandes empresas involucradas y que no se pueden utilizar al antojo, al menos de momento. Acertar es la clave, porque todos los procesos posteriores están en función de esto. Algo así ha sucedido, por ejemplo, con la planta petroquímica de Yacuiba, de cuya licitación no se acabó fiando el entonces ministro Luis Alberto Sánchez al considerar que quienes habían enfocado el estudio previo lo había hecho en función de sus propios intereses.

El manejo del litio entró además a formar parte de la leyenda negra que explica los hechos de 2019 más allá de las “bromas” de Elon Musk, el magnate de los eléctricos (Tesla) y amigo de Donald Trump que aseguró esos días que “golpearemos donde haga falta cuando haga falta”. Cuando todo empezó, Potosí llevaba ya semanas movilizada rechazando el contrato alcanzado con Alemania para implementar la tecnología de la Extracción Directa del Litio” y que acabó cayendo a las pocas semanas de que Jeanine Áñez tomara el poder.

Con el retraso pertinente, el proyecto se ha retomado, porque efectivamente es preciso encontrar mecanismos tecnológicos más rápidos que las piscinas de evaporación que permitan mover mayores volúmenes aún cuando estos puedan ser más agresivos con el medio ambiente.

Hay más efectos, claro: los socios ya no son alemanes sino chinos y rusos, pues aquello de la “inseguridad jurídica” que tanto se pregona en círculos de oposición se ve sobre todo afectada cuando se cancelan contratos por cambios de gobierno o asuntos similares.

Es posible que azuzar el enemigo externo para justificar decisiones o acelerar los acuerdos en este caso formen parte del manual del populismo, pero lo cierto es que la industrialización del litio pasa por ser el nuevo bote salvavidas, como alguna vez lo fue el cobre, el estaño o la goma, o el gas, pero esta vez hay que hacer las cosas de forma diferente, pues ninguna de las “palancas” anteriores consiguió sacarnos del atraso y de la pobreza.


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