La responsabilidad del caso Marset

El ministro de Gobierno ha quedado en entredicho y no por lo que diga o no diga el narcotraficante en cuestión, ni los medios de comunicación, ni la oposición, ni sus críticos, ni los evistas, ni nadie

Hace tiempo que el presidente Luis Arce Catacora decidió ligar su futuro al del ministro, Eduardo del Castillo del Carpio, al que al fin y al cabo, optó por colocarlo al frente del Ministerio de Gobierno, que era clave en la recuperación de la gobernabilidad después de la caída de Evo Morales en 2019, precipitada, sobre todo, por el motín policial.

Es posible que el nombre de Del Castillo fuera de consenso, pero ni bien se empezó a complicar la política, él no tuvo reparos en ponerse del lado del presidente, quien lo ha mantenido en el cargo pese a la multiplicación de las críticas y presiones por parte de los más allegados a Evo Morales, empezando por el propio expresidente.

Sin duda ha sido su ministro más fiel y al que el presidente le ha correspondido: el episodio de su censura en la Asamblea Legislativa Plurinacional ha sido poco ponderado, pero es sin duda el que ha recompuesto los equilibrios de fondo: el evismo había intentado por tres veces su remoción en el hemiciclo, pero el fragor del debate les impidió votar en masa junto a la oposición por las connotaciones políticas que tenía, no sucedió con el asunto de la internación de autos. Sin embargo, Arce Catacora tampoco tuvo reparos en utilizar un subterfugio que fue exprimido precisamente por lo que se supone era la antítesis de la democracia según el MAS, Jeanine Áñez: el presidente lo cesó y lo volvió a colocar en el cargo dando un puntapié a los principios de la democracia representativa.

Es verdad que una semana después de aquella afrenta, Morales y Arce parecieron firmar una tregua, pero también es verdad que poco más de un mes de aquellos sucesos, el ministro en cuestión, odiado desde el sector evista, vuelve a estar en el ojo de la tormenta por un asunto mucho más delicado: el narco más buscado del momento llevaba años afincado en Bolivia donde se le habían facilitado todo tipo de documentaciones y se sentía con la libertad de incluso exponerse públicamente siendo jugador-presidente en uno de esos equipos de fútbol que suelen llamar la atención porque jugando a nivel local acaban atrayendo a varios jugadores de primer nivel.

No es la primera vez que un ministro “sufre” por la huida de un fugitivo “de alto valor”. Le pasó a Hugo Moldiz cuando en 2015 se “escapó” Belaunde Lossio a pocos días de ser extraditado a Perú, donde lo reclamaba la justicia. Moldiz “renunció”. Su cargo lo ocupó Carlos Romero, que se había aburrido pronto de su aventura en el Senado, sobre todo cuando no fue elegido como presidente del ente. El mismo Romero, muy crítico con Del Castillo, ha lanzado un soberbio “si quiere se lo busco señor Ministro” en sus redes que suena a algo más que a una provocación.

Como sea, el asunto debe ser investigado a fondo, pero la figura del ministro de Gobierno, tan aficionado al foco mediático, ha quedado en entredicho y no por lo que diga o no diga el narcotraficante en cuestión, ni los medios de comunicación, ni la oposición, ni sus críticos, ni los evistas, ni nadie, sino por lo evidente: Marset ha huido.

DESTACADO.- No es la primera vez que un ministro “sufre” por la huida de un fugitivo “de alto valor”. Le pasó a Hugo Moldiz cuando en 2015 se “escapó” Belaunde Lossio


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