Las consecuencias de un Chaco sin Pilcomayo

Los intereses de la agroindustria y de las energéticas están poniendo en riesgo un ecosistema complejo en el que la pesca está dando la voz de alarma

Detrás del conflicto de la pesca en el río Pilcomayo se esconden una infinidad de asuntos técnicos, tácticos e incluso geoestratégicos, que afectan no solo al río sino a lo que es la segunda región biodiversa más importante del cono sur, el Gran Chaco Americano, y de hecho, al equilibrio de un continente que con su lento e infinito discurrir ha moldeado.

No es solo pesca. De hecho, no es solo un río. El Pilcomayo pasa por ser uno de los 10 ríos que más sedimento arrastran en el mundo. También uno de los que recorre mayor desnivel. Sus aguas se concentran en las quebradas altísimas de los picos andinos de Oruro y Potosí, cerca de los 6.000 metros de altura. Por ahí discurre entre terrenos de materiales insospechados e infinidad de minas hasta enfilar el descenso por la parte alta del valle central de Tarija, hasta entrar por Entre Ríos a la región chaqueña boliviana en el majestuoso angosto de Villa Montes. Su cadencia lenta ha moldeado el Chaco Boreal de una forma más determinante que el propio río Bermejo más al sur. El sedimento que arrastra se ha depositado durante siglos en la llanura argentina haciéndola aún más fértil, y es su potencia la que le ha dado esa forma definitiva, así como ha dejado el espacio libre a su merced: el Pilcomayo no siempre contacta con el río Paraguay, sino que normalmente acaba en una inmensidad de lagunas en las llanuras conforme va cambiando la estación y el caudal baja.

Desde hace ya muchos años se intenta controlar el discurrir de un río que siempre ha sido portentoso y caprichoso. Unos años ha acabado en Paraguay, después se fue hacia la Argentina. La crecida del río es imparable y basta comprobar el impacto en ese proyecto Pantalón para dar cuenta de ello: paraguayos y argentinos trataron de repartirse el agua a partes iguales con una atrevida canalización que casi siempre acaba anegada y superada por la propia fuerza del río que, después, anega campos y fincas sin pedir permiso.

La cuestión es que parece que desde los tres países involucrados con el Pilcomayo – Paraguay, Argentina y Bolivia – parecen haber puesto la directa para aprovechar sus riquezas y potencialidades sin que nadie tenga demasiado interés en salvaguardar su valor ecológico.

En Argentina y Paraguay preparan faraónicas obras de canalización que esta vez sí someta la voluntad del gigante e incluso obras carreteras han acabado afectando el cauce, mientras que en Bolivia una mega represa tiene el estudio muy avanzado para regular uno de los afluentes principales y generar electricidad para su exportación pese al costo de mantenimiento y el ambiental, al que nadie le está dando mayor importancia.

Los intereses de la agroindustria y de las energéticas está poniendo en riesgo un ecosistema complejo en el que la pesca está dando la voz de alarma. Si habrá o no habrá pescado subiendo cada otoño es algo que apenas interesa a un puñado de pescadores, en su mayoría indígena, que sostienen su vida con ese método, pero a simple vista es el indicador que evidencia que todo está cambiando sin que nadie, de verdad, tenga calculadas las consecuencias.


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